Cuentos de Valores

El cuento del Señor Campesino y Rosa

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de verdes colinas y campos floridos, un hombre llamado Señor Campesino. El Señor Campesino era conocido por todos en el pueblo por su gran sonrisa y su corazón generoso. Siempre llevaba un sombrero de ala ancha que lo protegía del sol mientras trabajaba en su colorido y abundante huerto.

El huerto del Señor Campesino era el más bonito de todos. Allí crecían tomates rojos y jugosos, zanahorias anaranjadas y crujientes, lechugas verdes y frescas, y muchas otras verduras deliciosas. El Señor Campesino cuidaba de su huerto con mucho amor y dedicación, levantándose temprano cada mañana para regar las plantas, quitar las malas hierbas y asegurarse de que todo creciera sano y fuerte.

Un día, mientras el Señor Campesino trabajaba en su huerto, escuchó una vocecita detrás de él. Se dio la vuelta y vio a una niña pequeña con rizos dorados y un vestido rojo brillante. La niña sostenía una cesta vacía en sus manos y miraba las verduras con ojos grandes y curiosos.

—¡Hola! —dijo el Señor Campesino con su voz amable—. ¿Cómo te llamas?

—Me llamo Rosa —respondió la niña tímidamente—. Mamá me envió a buscar verduras, pero no sé cómo escogerlas.

El Señor Campesino sonrió y se agachó para estar a la altura de Rosa.

—No te preocupes, Rosa. Te enseñaré cómo hacerlo. Escoger verduras puede ser muy divertido.

Rosa sonrió, sintiéndose un poco más segura. El Señor Campesino le mostró cómo arrancar las zanahorias del suelo tirando suavemente de sus verdes hojas. Luego, juntos escogieron los tomates más rojos y jugosos, y cortaron algunas lechugas frescas. Rosa estaba fascinada y aprendía rápido.

—¿Sabes, Rosa? —dijo el Señor Campesino mientras trabajaban—. Cuidar un huerto es como cuidar de los amigos. Tienes que darles mucho amor y atención, y ellos te lo devolverán con cosas maravillosas.

Rosa asintió con entusiasmo. Le gustaba la idea de que las plantas pudieran ser como amigos.

Después de llenar la cesta con verduras, Rosa agradeció al Señor Campesino y corrió de vuelta a casa para mostrarle a su mamá todo lo que había aprendido. Esa noche, mientras cenaban una ensalada fresca con las verduras del huerto del Señor Campesino, Rosa le contó a su mamá todo sobre su día y lo amable que había sido el Señor Campesino.

Los días pasaron, y Rosa visitaba al Señor Campesino todos los días después de la escuela. Juntos plantaban nuevas semillas, regaban las plantas y hablaban sobre la importancia de cuidar el planeta y ser amables con los demás. El Señor Campesino le enseñó a Rosa sobre el ciclo de las estaciones, cómo las plantas crecen y cambian, y cómo cada pequeña cosa en la naturaleza tiene su propio papel importante.

Un día, mientras trabajaban en el huerto, Rosa vio una mariposa posarse en una flor.

—Mira, Señor Campesino, ¡una mariposa! —exclamó emocionada.

—Sí, Rosa —dijo el Señor Campesino—. Las mariposas son muy importantes. Ayudan a las plantas a crecer al llevar el polen de una flor a otra. Todo en la naturaleza está conectado.

Rosa estaba maravillada. Se dio cuenta de que el huerto del Señor Campesino no solo era un lugar para cultivar alimentos, sino también un lugar lleno de vida y magia.

Con el tiempo, Rosa comenzó a ayudar a otros niños del pueblo a aprender sobre el huerto. Les mostraba cómo plantar semillas y cuidar las plantas, tal como el Señor Campesino le había enseñado. Los niños se divertían mucho y aprendían sobre la importancia de ser amables y trabajar juntos.

Un día, el Señor Campesino tuvo una gran idea.

—Rosa, ¿qué te parecería si organizamos una fiesta del huerto para todo el pueblo? Podríamos compartir nuestras verduras y enseñar a todos sobre la importancia de cuidar la tierra.

Rosa estaba encantada con la idea y se puso a trabajar de inmediato, invitando a todos en el pueblo. Prepararon deliciosas ensaladas, sopas y guisos con las verduras del huerto. Decoraron el huerto con guirnaldas de flores y prepararon juegos y actividades para los niños.

La fiesta del huerto fue un gran éxito. Todos en el pueblo se reunieron para celebrar y aprender juntos. Había risas, música y mucha comida deliciosa. El Señor Campesino y Rosa estaban felices de ver a todos disfrutando y apreciando el fruto de su trabajo.

Al final del día, el Señor Campesino se acercó a Rosa y le dio un abrazo.

—Estoy muy orgulloso de ti, Rosa. Has aprendido mucho y has compartido tus conocimientos con los demás. Eso es lo más importante de todo.

Rosa sonrió y sintió una calidez en su corazón. Sabía que el huerto del Señor Campesino no solo había cambiado su vida, sino también la de todo el pueblo. Había aprendido que con amor, dedicación y un poco de ayuda, se pueden lograr cosas maravillosas.

Y así, el huerto del Señor Campesino siguió creciendo y floreciendo, al igual que la amistad y los valores que Rosa y él compartieron con todos. El pueblo se convirtió en un lugar más verde y feliz, donde todos trabajaban juntos para cuidar de la tierra y de unos a otros.

Colorín colorado, este cuento se ha acabado. Pero la lección de cuidar y amar la naturaleza, así como de ser amables con los demás, vivirá para siempre en los corazones de Rosa, el Señor Campesino y todos en el pequeño pueblo.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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