Cuentos de Valores

El Valor de la Inclusión

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En un pequeño pueblo rodeado de montañas, había una escuela primaria donde estudiaba un niño llamado Esteban. Esteban tenía el cabello castaño corto y usaba gafas grandes que le daban un aire de sabiduría. Siempre vestía un suéter azul, su prenda favorita. Sin embargo, a pesar de su apariencia tranquila, Esteban llevaba un peso muy grande en su corazón.

Esteban era invisible para sus compañeros de clase. En los recreos, mientras los otros niños jugaban y reían, Esteban se sentaba solo en un rincón del patio, mirando con tristeza las risas que no podía compartir. No era que no quisiera hacer amigos, sino que cada intento terminaba en burlas y risas malintencionadas. Los demás niños lo llamaban «cuatro ojos» y se mofaban de su aspecto y su timidez.

Un día, mientras Esteban estaba sentado solo bajo el árbol del patio, llegó la profesora Marta. Marta era una mujer de cabello negro y corto, siempre vestía con un vestido verde y usaba gafas. Tenía un corazón grande y un oído siempre dispuesto a escuchar. Había notado la soledad de Esteban y decidió acercarse.

—Hola, Esteban —dijo Marta con una sonrisa cálida—. ¿Puedo sentarme contigo?

Esteban levantó la vista y asintió tímidamente. Marta se sentó a su lado y observó el patio lleno de niños jugando.

—¿Por qué no estás jugando con los demás? —preguntó Marta suavemente.

Esteban bajó la mirada y respondió en voz baja: —No quieren jugar conmigo. Siempre se burlan de mí.

Marta sintió una punzada en el corazón al escuchar esas palabras. Sabía que tenía que hacer algo para cambiar la situación. Decidió que ese sería el inicio de un gran cambio, no solo para Esteban, sino para toda la escuela.

Esa misma tarde, Marta convocó a una reunión con todos los estudiantes de la clase. Les habló sobre la importancia de la inclusión y el respeto. Utilizó metáforas para que los niños comprendieran mejor. Les dijo que cada uno de ellos era como una flor en un jardín; cada flor es única y hermosa a su manera, pero todas necesitan del mismo sol y la misma agua para crecer.

—Si solo cuidamos algunas flores y dejamos a otras sin agua, el jardín nunca será tan hermoso como podría ser —dijo Marta—. Necesitamos cuidarnos unos a otros, apoyar a nuestros compañeros y aprender a ver la belleza en cada uno.

Los niños escucharon con atención. Algunos miraban a Esteban, dándose cuenta de que nunca le habían dado la oportunidad de mostrar quién era realmente.

Marta decidió implementar actividades que fomentaran la colaboración y el respeto. Organizó grupos de trabajo en los que todos los niños tenían que participar, asegurándose de que Esteban estuviera incluido. Poco a poco, los compañeros de Esteban comenzaron a conocerlo mejor. Descubrieron que era muy inteligente y tenía un gran sentido del humor. Con el tiempo, empezaron a valorarlo y a tratarlo con más respeto.

Un día, Marta organizó una actividad especial llamada «El Árbol de los Deseos». Colocó un gran papel en forma de árbol en la pared del aula y les pidió a los niños que escribieran en hojas de papel sus deseos para la clase y el colegio. Luego, pegaban las hojas en el árbol.

Esteban escribió su deseo con mucho cuidado. Cuando llegó su turno, se levantó y, con la voz temblorosa, leyó en voz alta: —Deseo que todos en la clase seamos amigos y nos tratemos con respeto.

El aula se quedó en silencio por un momento. Luego, uno a uno, los compañeros de Esteban empezaron a aplaudir. Marta sintió que su corazón se llenaba de esperanza.

A partir de ese día, el ambiente en la escuela cambió notablemente. Los niños comenzaron a incluir a Esteban en sus juegos y conversaciones. Empezaron a darse cuenta de que todos eran diferentes, pero que esas diferencias los hacían especiales y valiosos. La clase se convirtió en un lugar más acogedor y unido.

Sin embargo, la lucha de Esteban contra la discriminación y la soledad había dejado marcas profundas. A veces, los recuerdos de los días de burlas y aislamiento volvían a su mente, haciéndolo dudar de sí mismo. Fue en esos momentos cuando Marta estuvo siempre ahí para apoyarlo, recordándole que él era una persona valiosa y que merecía ser tratado con respeto.

Un día, Marta decidió llevar a los estudiantes a una excursión a la montaña cercana. Quería que los niños tuvieran una experiencia en la naturaleza que reforzara los valores de colaboración y respeto. Durante la caminata, Esteban se adelantó un poco y encontró una flor muy hermosa, diferente a cualquier otra que hubiera visto antes. La recogió con cuidado y la llevó de vuelta al grupo.

—Miren lo que encontré —dijo Esteban con una sonrisa.

Marta miró la flor y sonrió. —Esa flor es como tú, Esteban. Única y especial. Y nos recuerda que todos tenemos algo valioso que aportar.

Los compañeros de Esteban se acercaron a ver la flor y comenzaron a elogiar su belleza. En ese momento, Esteban sintió que finalmente había encontrado su lugar.

Con el tiempo, Esteban se convirtió en un defensor de la inclusión y el respeto en la escuela. Ayudaba a otros niños que se sentían solos y se aseguraba de que nadie fuera excluido. Marta se sentía orgullosa de ver cómo Esteban había transformado su dolor en una fuerza para el bien.

El día de la graduación de primaria, Marta entregó a cada estudiante un certificado y les dedicó unas palabras. Cuando llegó el turno de Esteban, dijo: —Esteban, has demostrado que el valor de la inclusión y el respeto puede cambiar el mundo. Nos has enseñado a todos una lección muy importante, y estoy segura de que seguirás haciendo una diferencia dondequiera que vayas.

Esteban recibió su certificado con una gran sonrisa, sintiendo que había superado los días oscuros y que había encontrado su lugar en el mundo. Sabía que aún habría desafíos por delante, pero también sabía que con el apoyo de sus amigos y su propia fortaleza, podría enfrentarlos.

La historia de Esteban y su transformación se convirtió en una inspiración para toda la escuela. Los estudiantes aprendieron que todos tienen el poder de hacer una diferencia y que la verdadera fuerza reside en la unidad y el respeto mutuo. Y así, bajo la guía de la profesora Marta, la escuela se convirtió en un lugar donde todos los niños podían florecer, como las flores en un jardín cuidado con amor y dedicación.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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