En un pequeño y encantador balneario llamado Los Arrayanes, en Río Negro, Uruguay, vivía una familia muy unida. La madre, una mujer de cabello castaño ondulado y ojos marrones, tenía una voz dulce y reconfortante. El padre, con su cabello castaño oscuro y sus ojos verdes, era amoroso y divertido, siempre encontrando maneras de hacer reír a su hijo, Milton.
Milton era un niño muy risueño y curioso, con ojos grises y cabello claro. Siempre estaba explorando y haciendo preguntas sobre el mundo que lo rodeaba. La familia vivía en una casa acogedora cerca del río, rodeada de árboles y flores. En la casa vecina vivía la señora Anciana, una mujer mayor con cabello gris y ojos amables, quien siempre tenía una sonrisa para Milton y su familia.
Un día, mientras jugaba en el jardín, Milton encontró una pequeña rana. Emocionado, corrió hacia su madre para mostrarle su hallazgo. «Mamá, mira lo que encontré», exclamó, sosteniendo la rana con cuidado en sus manos.
Su madre sonrió y acarició suavemente la cabeza de Milton. «Qué linda rana, Milton. Recuerda ser gentil con los animales y respetar su hogar», le dijo con su voz dulce.
Milton asintió y observó a la rana por un momento antes de devolverla al jardín. «Voy a llamarla Rana Rina», dijo, riendo mientras veía cómo la rana saltaba de vuelta a la hierba.
Esa noche, durante la cena, la familia conversaba sobre su día. «Papá, hoy encontré una rana en el jardín», dijo Milton, lleno de entusiasmo.
«Eso suena divertido, Milton», respondió su padre, sonriendo. «¿Y cómo se llama tu nueva amiga?»
«Rana Rina», contestó Milton, y todos se rieron con cariño.
Después de la cena, la familia tenía una tradición de sentarse juntos a leer un libro o contar historias. Esa noche, el padre de Milton decidió contar una historia sobre el valor del respeto. «Había una vez en un reino lejano un joven príncipe que aprendió que para ser un buen líder, debía tratar a todos con respeto y amabilidad», comenzó.
Milton escuchaba atentamente, fascinado por las palabras de su padre. La historia hablaba de cómo el príncipe trataba a todos en su reino con cortesía, desde los sirvientes hasta los nobles, y cómo su reino prosperaba gracias a su liderazgo justo y respetuoso.
«El respeto es importante, Milton», concluyó su padre. «Nos ayuda a vivir en armonía con los demás y a ser personas amables y justas.»
Milton asintió, comprendiendo la lección. «Quiero ser como el príncipe y respetar a todos», dijo.
Al día siguiente, Milton decidió poner en práctica lo que había aprendido. Al ver a la señora Anciana trabajando en su jardín, se acercó y le ofreció su ayuda. «¿Necesita ayuda con las flores, señora Anciana?», preguntó con una sonrisa.
La señora Anciana le devolvió la sonrisa y aceptó su oferta. «Eres un niño muy amable, Milton. Gracias por tu ayuda.»
Mientras trabajaban juntos, Milton aprendió sobre las diferentes flores y cómo cuidarlas. La señora Anciana le contó historias de su juventud y de cómo el respeto y la amabilidad siempre habían sido importantes en su vida. Milton escuchaba con atención, encantado con las historias.
Ese mismo día, mientras jugaba con otros niños en el parque, uno de ellos comenzó a discutir. Milton recordó las palabras de su padre y decidió intervenir. «No necesitamos levantar la voz para resolver esto», dijo con calma. «Podemos hablar y encontrar una solución juntos.»
Los otros niños lo miraron sorprendidos, pero decidieron seguir su consejo. Pronto, la discusión se convirtió en una conversación tranquila y todos encontraron una solución al problema.
Esa noche, Milton le contó a sus padres lo que había sucedido. «Hoy aprendí que puedo resolver problemas sin levantar la voz», dijo con orgullo.
Su madre lo abrazó. «Estamos muy orgullosos de ti, Milton. Estás aprendiendo a ser una persona respetuosa y amable.»
Con el tiempo, Milton continuó demostrando respeto y amabilidad en todo lo que hacía. Ayudaba a sus amigos, escuchaba a sus maestros y siempre trataba a todos con cortesía. Sus padres estaban muy orgullosos de él y sabían que estaba creciendo para ser una persona maravillosa.
Un día, la señora Anciana organizó una reunión en su jardín y invitó a toda la comunidad. Durante la reunión, habló sobre la importancia del respeto y la amabilidad, y mencionó cómo Milton había demostrado estos valores en su vida diaria. «Milton es un ejemplo para todos nosotros», dijo con una sonrisa.
La comunidad aplaudió y Milton se sintió muy feliz. Comprendió que sus acciones habían tenido un impacto positivo en su entorno y decidió seguir practicando estos valores todos los días.
A lo largo de los años, Milton continuó viviendo con respeto y amabilidad, enseñando a otros con su ejemplo. Aprendió que el respeto no solo hacía felices a los demás, sino que también lo hacía sentir bien consigo mismo. Su familia y amigos lo admiraban por su carácter y sabían que podían contar con él en cualquier situación.
Así, en el pequeño balneario de Los Arrayanes, Milton se convirtió en un símbolo de respeto y amabilidad. Su historia enseñó a todos la importancia de tratar a los demás con cortesía y de expresar sus sentimientos de manera tranquila y respetuosa. Y así, el valor del respeto se mantuvo vivo en la comunidad, gracias a las acciones de un niño risueño y curioso llamado Milton.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.