Jesús y Antonio: Un Nuevo Comienzo

Había una vez, en un pequeño pueblo donde las calles olían a pan recién horneado y las flores saludaban con su colorido al sol de cada mañana, dos primos llamados Jesús Listán Cortés y Antonio Fajardo Cortés. Ambos niños tenían la piel oscura y rizos rebeldes que bailaban al ritmo del viento. Eran inseparables, no solo por ser familia, sino también por compartir un lazo especial de amistad y complicidad.

Cada mañana, Jesús y Antonio caminaban juntos a la escuela. A pesar de su alegría y entusiasmo por aprender, enfrentaban un gran desafío: algunos de sus compañeros los trataban diferente y a veces, cruelmente, les hacían sentir excluidos. Las burlas y los empujones se habían convertido en una triste rutina para ellos.

Un día, mientras caminaban hacia la escuela, Jesús le dijo a Antonio:

—Antonio, ¿crees que algún día dejarán de molestarnos?

Antonio miró a su primo con una mezcla de tristeza y esperanza en sus ojos y respondió:

—No lo sé, Jesús. Pero no podemos dejar que eso nos detenga. Somos más que lo que ellos ven.

Al llegar a la escuela ese día, decidieron que intentarían algo diferente. En lugar de esconderse en los recesos, participarían en el concurso de ciencias de la escuela. Trabajarían juntos en un proyecto sobre energía solar, algo que apasionaba a ambos. Su maestra, la señora López, siempre los había animado a seguir sus intereses y a demostrar sus talentos.

Durante varias semanas, Jesús y Antonio trabajaron arduamente. Investigaron, realizaron experimentos y construyeron un pequeño modelo de una casa que funcionaba completamente con energía solar. La señora López los observaba con orgullo, sabiendo que este proyecto era más que una tarea para ellos; era una forma de demostrar su valía y su inteligencia.

Llegó el día del concurso y, con él, la oportunidad de presentar su trabajo. Los chicos, aunque nerviosos, estaban emocionados. Uno a uno, los estudiantes presentaron sus proyectos, y finalmente fue el turno de Jesús y Antonio. Con voz firme y clara, explicaron cómo funcionaba su modelo y la importancia de las energías renovables para el futuro del planeta.

La presentación fue un éxito. Los estudiantes y los maestros quedaron impresionados no solo con el proyecto, sino también con el conocimiento y la pasión que Jesús y Antonio mostraron. Incluso aquellos que solían burlarse no pudieron evitar aplaudir.

Al final del día, la señora López anunció los ganadores del concurso. El primer lugar fue para Jesús y Antonio. La sala se llenó de aplausos y, por primera vez, los primos sintieron que realmente pertenecían.

—Lo hicimos, Jesús —dijo Antonio, con una sonrisa mientras levantaba el trofeo.

—Sí, lo hicimos. Y lo más importante, lo hicimos juntos —respondió Jesús, mirando a todos los presentes.

Desde ese día, las cosas comenzaron a cambiar para Jesús y Antonio. Los compañeros que antes los molestaban ahora les pedían ayuda con sus tareas de ciencias. Los maestros los elogiaban abiertamente, y los chicos aprendieron que, a pesar de los desafíos, su valor y su capacidad podían brillar.

Con el tiempo, Jesús y Antonio se convirtieron en líderes en su clase, ayudando a otros y promoviendo la inclusión y el respeto entre todos los estudiantes. Aprendieron que, aunque no siempre podemos controlar cómo nos tratan los demás, sí podemos elegir cómo responder y cómo dejar nuestra huella en el mundo.

Y así, Jesús y Antonio no solo ganaron un concurso de ciencias, sino que ganaron el respeto y la admiración de todos, demostrando que la verdadera fuerza viene de la unidad y el coraje de ser uno mismo.