Aroa tenía un año, con su cabello rubio y rizado, siempre lleno de energía y curiosidad. Cada día, después de salir de la guardería, corría feliz hacia su hogar, donde su mamá, Andrea, y su papá, Gorka, la esperaban con abrazos y sonrisas. Aroa adoraba ir a su guardería, donde jugaba con sus amigos, aprendía nuevas canciones y se divertía mucho.
Una noche, como todas las noches, Aroa se preparaba para dormir. Su mamá Andrea, que tenía 34 años, con su cabello castaño y liso, la acostó en su pequeña cama, rodeada de peluches y luces suaves. Andrea le sonrió, tomó su libro favorito y comenzó a leerle una historia antes de dormir.
—Érase una vez un lugar mágico, lleno de colores brillantes y criaturas fantásticas… —comenzó Andrea, con su voz suave y tranquila.
Aroa, con sus ojitos brillantes, escuchaba atentamente, disfrutando de cada palabra. El libro de cuentos que su mamá le leía siempre era especial, porque las ilustraciones parecían cobrar vida en su mente.
Pero algo extraño comenzó a suceder. A medida que Andrea leía, las palabras del cuento parecían envolver la habitación. Las paredes desaparecieron y, de repente, Aroa y su mamá ya no estaban en la habitación, sino que se encontraban en un mundo totalmente diferente, lleno de colores brillantes y criaturas fantásticas.
—¡Mamá! —dijo Aroa, mirando alrededor, sorprendida. Estaba en un lugar que parecía salido de un sueño.
Andrea se asombró también, al darse cuenta de que ya no estaban en su hogar. Todo a su alrededor era mágico: árboles de colores, flores que cantaban, y un cielo que brillaba como si estuviera hecho de estrellas. Todo parecía tan real, pero al mismo tiempo tan irreal.
—¿Qué está pasando? —preguntó Andrea, mientras miraba a su hija.
Antes de que pudiera responder, una figura apareció ante ellas. Era un ser pequeño, como un duende, con grandes ojos y una sonrisa amigable.
—¡Bienvenidas al Bosque de los Sueños! —exclamó el duende, con voz alegre.
Aroa miró al duende, curiosa.
—¿Bosque de los Sueños? —preguntó Aroa, sonriendo mientras abrazaba a su osito de peluche.
—Sí —respondió el duende—. Aquí, todo lo que imaginas puede hacerse realidad, pero debes tener cuidado. Solo quienes tienen un corazón puro y valiente pueden atravesar este bosque y salir de él.
Andrea miró a Aroa, quien estaba fascinada por el duende. Era un mundo increíble, pero también algo misterioso. La madre abrazó a su hija, sintiendo que algo importante estaba a punto de suceder.
—¿Cómo podemos salir de aquí? —preguntó Andrea, con un tono preocupado.
El duende los miró con una sonrisa en su rostro.
—Para salir de este bosque, tendrán que ayudar a los personajes de la guardería que viven aquí. Ellos están atrapados, y solo un buen corazón puede liberarlos.
Aroa, que siempre había sido una niña llena de compasión, miró a su mamá.
—¡Ayudemos! —exclamó con entusiasmo.
Andrea asintió, y juntas comenzaron a caminar por el bosque, siguiendo al duende. A lo lejos, vieron a varios personajes de la guardería atrapados en burbujas flotantes. Había un conejito, una tortuga y hasta un pato, todos atrapados dentro de burbujas que flotaban en el aire, incapaces de moverse.
—¡Tenemos que ayudarlos! —dijo Aroa, mientras señalaba a los animales atrapados.
El duende las miró con aprobación.
—Para liberar a cada uno, deberán encontrar la llave del corazón, que se encuentra en el centro del bosque. Solo cuando tengan la llave, podrán liberar a los amigos que están atrapados.
Andrea y Aroa caminaron juntas por el sendero que se abría frente a ellas. Mientras lo hacían, el bosque parecía susurrarles palabras de aliento. Las flores se movían al ritmo de sus pasos, y los árboles les ofrecían sombras frescas. Sin embargo, a medida que avanzaban, también se encontraban con obstáculos. Un río de agua cristalina apareció frente a ellas, y aunque parecía fácil cruzarlo, el agua comenzó a moverse rápidamente, como si quisiera impedirles el paso.
—¿Cómo cruzamos el río, mamá? —preguntó Aroa, preocupada.
El duende sonrió.
—Aquí, el poder de la valentía y el amor pueden superar cualquier obstáculo —dijo mientras agitaba su mano, creando una pequeña pasarela de flores flotantes.
Andrea, tomando la mano de Aroa, cruzó el río junto a ella, paso a paso, sin miedo. Mientras cruzaban, la madre miraba a su hija con orgullo, sabiendo que juntas podían superar cualquier desafío.
Después de cruzar el río, llegaron al centro del bosque, donde encontraron una gran llave dorada flotando en el aire. Aroa se acercó lentamente y, con una sonrisa en el rostro, la tomó con ambas manos. Al instante, una luz brillante llenó el bosque, y las burbujas que atrapaban a los animales comenzaron a desvanecerse.
—¡Lo logramos, mamá! —gritó Aroa, saltando de alegría.
Los animales se liberaron, y comenzaron a saltar y a volar felices. El conejito dio un brinco, la tortuga caminó lentamente pero con una gran sonrisa, y el pato aleteó, agradecido.
—Gracias por liberarnos —dijo el duende, sonriendo—. Ahora, pueden regresar a su hogar.
Con la llave dorada en sus manos, Aroa y Andrea regresaron al lugar donde todo había comenzado. El duende les sonrió una vez más y, con un gesto, las hizo regresar a la habitación de Aroa. Cuando Andrea miró a su alrededor, se dio cuenta de que ya no estaban en el bosque mágico, sino de vuelta en la habitación de su hija.
De repente, Gorka, el papá de Aroa, entró en la habitación. Al ver a su esposa e hija en la cama, se acercó con sorpresa.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Gorka, mirando a Andrea, quien sonreía y abrazaba a Aroa.
—Fue una aventura mágica —respondió Andrea, mirando a su hija con amor—. Y lo mejor es que, cuando crees en la valentía y el amor, cualquier obstáculo puede ser superado.
Aroa se acurrucó entre sus padres, feliz de haber vivido una aventura tan especial. Aunque había sido una experiencia mágica, entendió que lo que más importaba en la vida era el amor, la valentía y la bondad que compartimos con los demás.
Conclusión: Aroa aprendió que, cuando se enfrenta a los desafíos con valentía y un corazón lleno de amor, todo es posible. Los obstáculos pueden parecer grandes, pero el amor siempre encuentra la manera de superarlos. La verdadera magia está en creer en uno mismo y en los demás, y en ayudar a los demás sin esperar nada a cambio.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.