En un pequeño pueblo vivían tres inseparables amigos: Lucas, Eva y Patricia. Los tres compartían una pasión: ¡cocinar! Les encantaba preparar recetas, sobre todo si se trataba de dulces. Cada tarde, después de la escuela, se reunían en la casa de Lucas y preparaban deliciosas galletas, pasteles y postres.
Un día, mientras amasaban una tarta, Eva tuvo una idea brillante: «¿Y si visitáramos una ciudad donde todo fuera comestible?». Los otros dos, asombrados, preguntaron: «¿Existe tal lugar?».
No esperaron más. Cogieron sus mochilas y se embarcaron en una aventura. Viajaron en un tren mágico y finalmente llegaron a la esperada Ciudad Comestible. ¡Era increíble! Los edificios eran de galleta, los árboles de chocolate y las flores de azúcar glas. Incluso había un río de caramelo líquido.
Los amigos no podían creerlo. Lucas, emocionado, mordisqueó una banca hecha de pan. Patricia se colgó de una rama de chocolate del árbol más cercano, mientras que Eva se zambulló en una fuente de limonada.
Pasaron días comiendo y divirtiéndose. Todo era perfecto, hasta que Eva se dio cuenta de algo: «¡Ay, me duele una muela!» exclamó, llevándose la mano a la boca.
Lucas y Patricia la miraron preocupados. Y entonces, Lucas confesó: «Mi diente también me molesta un poco». Patricia asintió, sintiendo un pequeño dolor en sus encías.
Los tres, algo asustados, decidieron visitar al dentista de la Ciudad Comestible. El dentista, un amable doctor hecho de regaliz, les revisó y dijo: «Han comido demasiado azúcar. Deben cuidar sus dientes».
Los amigos comprendieron que no era bueno excederse, incluso en la Ciudad Comestible. Así que decidieron regresar a su hogar.
Cuando llegaron, se abrazaron fuertemente. Aunque estaban contentos por la aventura, también aprendieron una valiosa lección. A partir de ese día, prometieron equilibrar sus comidas y no abusar de las golosinas.
Conclusión:
La Ciudad Comestible fue una aventura increíble para Lucas, Eva y Patricia. Pero lo más importante que aprendieron fue el valor del cuidado y el equilibrio. Descubrieron que, aunque las golosinas son deliciosas, hay que consumirlas con moderación para mantenerse sanos y felices.