Cuentos de Valores

La Gran Aventura de Clari, Felipe y Matilde

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Érase una vez, en un pequeño pueblo rodeado de colinas y vastos campos de flores, vivían tres hermanos: Clari, Felipe y Matilde. Clari, la mayor de los tres, era conocida por su valentía y su cabello castaño que brillaba bajo el sol como hilos de oro. Felipe, el mediano, era un niño alegre con rizos rubios y una risa que podía oírse desde muy lejos. La más pequeña, Matilde, tenía el cabello negro como la noche y una curiosidad que nunca se saciaba.

Un día, mientras el sol despertaba y las flores se abrían al nuevo día, Clari propuso una idea emocionante: «¿Por qué no vamos de aventura al Bosque Encantado? ¡Dicen que es un lugar lleno de misterios y maravillas!»

Felipe saltó de alegría. «¡Sí, vamos! Podemos buscar tesoros y explorar como los grandes aventureros.»

Matilde, aunque un poco nerviosa, asintió con entusiasmo. «Quiero ver si encuentro hadas y duendes,» dijo con una voz llena de esperanza.

Así, con una mochila cargada de bocadillos, un mapa dibujado por ellos mismos y una brújula que Clari había encontrado en el desván, los tres hermanos se pusieron en camino hacia el Bosque Encantado.

El camino al bosque estaba adornado con flores silvestres y el canto de los pájaros guiaba sus pasos. Pronto, los árboles comenzaron a hacerse más densos, y los rayos del sol jugaban a esconderse detrás de las hojas. El aire se llenaba con el aroma fresco de la naturaleza.

«Recuerden, tenemos que cuidarnos unos a otros,» dijo Clari, tomando la mano de Matilde. «El bosque es hermoso, pero también grande y fácil de perderse.»

Felipe, con el mapa en mano, lideraba el grupo. «Según el mapa, deberíamos llegar a un claro con un lago. Podemos descansar allí.»

Después de caminar un rato, encontraron el lago, cuyas aguas claras reflejaban el cielo azul y las copas de los árboles. Era un lugar de tranquilidad que parecía sacado de un sueño.

Mientras comían, Matilde señaló hacia unos arbustos cercanos. «¿Vieron eso? Algo se movió allí.»

Los tres se acercaron con cautela y, para su sorpresa, encontraron a un pequeño zorro atrapado en una red. Sus ojos mostraban miedo y estaba claro que necesitaba ayuda.

«Debemos liberarlo,» dijo Clari con determinación. Juntos, trabajaron para desenredar al zorro, que una vez libre, los miró por un momento antes de correr bosque adentro.

«Eso fue muy valiente,» felicitó Felipe a sus hermanas. «Hemos hecho una buena acción hoy.»

Matilde, feliz, añadió, «¡Y hemos encontrado a un animal mágico del bosque!»

Continuaron su aventura, más emocionados después de su buen acto. El bosque parecía celebrar con ellos, con pájaros cantando y una brisa que susurraba historias antiguas.

Mientras el día se despedía con tintes de naranja y rosa en el cielo, los hermanos descubrieron un camino cubierto de piedras brillantes. Siguiéndolo, llegaron a una cueva. Dentro, la cueva estaba iluminada por cristales que colgaban del techo, creando un espectáculo de luces que les dejó sin aliento.

«Es como un palacio de cristal,» murmuró Matilde, sus ojos grandes abiertos de asombro.

Exploraron la cueva, encontrando pequeñas inscripciones en las paredes que hablaban de antiguos viajeros y aventureros que habían pasado por allí. Clari, entendiendo la importancia del lugar, propuso hacer un juramento.

«Prometamos siempre explorar y cuidar los misterios de la naturaleza, y ayudar a quienes lo necesiten en nuestro camino.»

Felipe y Matilde estuvieron de acuerdo, y los tres pusieron sus manos juntas en el centro del círculo de luz. «¡Lo prometemos!» dijeron al unísono.

Al salir de la cueva, el camino de regreso a casa se les hizo corto, llenos de historias para contar y corazones llenos de alegría. Habían aprendido que la verdadera aventura no solo estaba en los lugares descubiertos, sino en los actos de bondad y el coraje compartido.

Llegando a casa, con el último sol despidiéndose, se prometieron volver al bosque pronto. Pero por ahora, sus sueños esa noche estarían llenos de zorros liberados, lagos de ensueño y cuevas de cristal, sabiendo que juntos, podrían enfrentar cualquier desafío y encontrar maravillas en cada rincón del mundo.

Esa noche, mientras Clari, Felipe y Matilde se acomodaban en sus camas, el eco de su promesa aún resonaba en sus mentes. El cielo estrellado fuera de su ventana parecía saludarlos con guiños de estrellas, como si el universo mismo estuviera orgulloso de su valentía y bondad.

Al día siguiente, la emoción por compartir sus aventuras era palpable. Después de desayunar, los tres hermanos se reunieron con sus padres en la sala, donde una manta se extendía sobre el suelo, y los cojines alrededor invitaban a un momento de familia. Con los ojos llenos de entusiasmo, comenzaron a relatar todo lo que habían visto y hecho.

«Mamá, papá, ¡el bosque es increíble! Salvamos a un zorro y encontramos una cueva llena de cristales que brillaban como diamantes,» exclamó Felipe, sus manos gesticulando cada detalle.

Clari añadió, «Y hicimos un juramento. Prometimos cuidar siempre de la naturaleza y ayudar a los animales que lo necesiten. Queremos ser protectores del bosque y sus secretos.»

Los padres de Clari, Felipe y Matilde los escuchaban con una mezcla de asombro y orgullo. Su madre les sonrió, sus ojos brillando con lágrimas de felicidad. «Estoy muy orgullosa de ustedes. No solo por sus aventuras, sino por cómo decidieron actuar con compasión y responsabilidad.»

Su padre asintió, agregando, «Y ahora, con el permiso de ustedes, me gustaría agregar algo a su historia.» Los niños lo miraron con curiosidad mientras él se levantaba y traía un viejo libro grande y polvoriento de una estantería alta. Al abrirlo, reveló un mapa del Bosque Encantado mucho más detallado que el que habían usado.

«Este mapa ha estado en nuestra familia por generaciones. Fue dibujado por vuestro tatarabuelo, quien también fue un aventurero como ustedes,» explicó su padre. «Creo que es hora de que este mapa tenga nuevos guardianes.»

Clari, Felipe y Matilde aceptaron el mapa con reverencia, sintiendo el peso de la historia en sus manos. «Lo cuidaremos y lo usaremos para continuar explorando y protegiendo el bosque,» prometió Clari, mirando a sus hermanos, que asentían con seriedad y emoción.

Inspirados por la nueva adición a su herencia familiar, planearon su próxima aventura para el siguiente fin de semana. Esta vez, estarían aún mejor preparados para seguir los senderos secretos que su tatarabuelo había marcado en el mapa.

La semana pasó lentamente, con los hermanos contando los días y preparando su equipo. Cada día después de la escuela, se reunían para discutir planes y aprender más sobre la flora y fauna del bosque, usando libros de la biblioteca y notas en el margen del mapa antiguo.

Finalmente, llegó el esperado sábado. Con el amanecer, los tres hermanos, equipados con mochilas llenas de provisiones, una lupa, binoculares, y el mapa antiguo, se dirigieron nuevamente al Bosque Encantado. Esta vez, su ruta los llevó por un sendero cubierto de musgo que serpenteaba junto a un arroyo susurrante.

Siguiendo el mapa, descubrieron un antiguo árbol con marcas talladas, indicando la entrada a un sendero oculto. Con cuidado y emoción, se adentraron, encontrando un claro donde las flores silvestres formaban un tapiz de colores vivos.

«Este debe ser el Valle de las Flores que mencionaba el mapa,» dijo Matilde, su voz llena de asombro. Clari sacó una cámara para capturar la belleza del lugar, mientras Felipe tomaba notas en un pequeño cuaderno.

Pasaron el día explorando el valle, observando mariposas y pájaros raros, y al atardecer, se sentaron a descansar junto a un viejo roble. Allí, renovaron su juramento de proteger y respetar el bosque, añadiendo una promesa de aprender todo lo posible sobre sus misterios.

Mientras regresaban a casa bajo el crepúsculo, los hermanos sentían que cada paso en el bosque no solo era una aventura, sino también una lección de vida. Sabían que cada día traería nuevas historias para contar, cada hoja y cada piedra un cuento esperando ser descubierto.

Al llegar a casa, compartieron sus nuevas descubertas con sus padres, quienes escuchaban con una mezcla de admiración y alegría. Sabían que Clari, Felipe y Matilde no solo estaban creciendo en sabiduría y valentía, sino también en amor por el mundo natural que los rodeaba.

Así, en el corazón de Valle Escondido, tres jóvenes aventureros se convirtieron en los guardianes no solo de un antiguo mapa, sino de un legado de exploración y respeto por la naturaleza que continuaría enriqueciendo sus vidas y las de todos a su alrededor por muchas generaciones.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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