Cuentos de Valores

La Vida es Tan Confusa

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Pablo era un niño de diez años, lleno de curiosidad y energía. Le encantaba aprender cosas nuevas cada día, explorar su vecindario, descubrir pequeños secretos escondidos entre las calles y preguntar, siempre preguntar. No había rincón de su mundo que escapara a su atención. Cada paseo hacia la escuela o al parque era una oportunidad para observar algo nuevo.

Un día, mientras regresaba a su casa después de jugar en la plaza, Pablo notó algo diferente en los postes de la calle. Había varios carteles pegados con letras grandes y llamativas. Se detuvo frente a uno que decía: «VOTEN POR UN PAÍS MEJOR. VOTEN POR EL SR. PEDRO». El color brillante y las letras enormes le llamaron tanto la atención que arrancó uno de los carteles, lo dobló cuidadosamente y corrió a casa con él.

Cuando llegó, con la respiración agitada por haber corrido, Pablo fue directo a la cocina donde su madre preparaba la cena.

—Mamá, ¿qué es esto? —preguntó, levantando el cartel frente a ella.

Su madre se giró, secándose las manos con un paño, y miró el papel que Pablo sostenía. Una ligera sonrisa se dibujó en su rostro antes de responder:

—Es un cartel de publicidad política, cariño. Lo ponen para que la gente sepa quiénes son los candidatos y para que voten por ellos en las elecciones.

Pablo frunció el ceño. No entendía muy bien lo que significaba todo eso.

—¿Y qué es «votar»? —preguntó, con más curiosidad.

La madre de Pablo se sentó junto a él, recogiendo el cartel en sus manos.

—Votar es cuando las personas mayores eligen a alguien que va a tomar decisiones importantes para la ciudad, como el alcalde. El alcalde se encarga de cuidar la ciudad y hacer que todo funcione bien.

Pablo se quedó pensando un momento. Nunca había oído hablar del «alcalde» ni de «elecciones». El concepto de que las personas pudieran elegir a alguien que dirigiera la ciudad le parecía fascinante.

—¿Y cómo lo eligen? —preguntó nuevamente, con los ojos brillando de curiosidad.

—Pues, en un día especial, las personas van a un lugar llamado centro de votación y marcan en una papeleta el nombre del candidato que quieren que gane. Al final del día, cuentan todos los votos y el que tenga más es el que gana.

—¡Wow! —exclamó Pablo, impresionado—. ¿Puedo ir con ustedes cuando voten?

Su madre sonrió y le revolvió el cabello.

—Claro, te llevaremos para que veas cómo funciona.

Esa noche, Pablo no podía dejar de pensar en el cartel y en todo lo que su madre le había explicado. La idea de que la gente pudiera elegir a alguien que hiciera que todo funcionara bien lo intrigaba profundamente. ¿Cómo sabían quién era el mejor para el trabajo? ¿Qué pasaba si elegían a alguien que no hacía bien las cosas?

Al día siguiente, cuando su padre llegó a casa, Pablo le hizo las mismas preguntas, y su padre, con paciencia, le explicó más sobre la política, los partidos, y cómo los adultos decidían a quién votar. Pablo escuchaba con atención, aunque todavía había cosas que no comprendía del todo.

Finalmente, llegó el día de las elecciones, y tal como le habían prometido, sus padres lo llevaron al centro de votación. Era un lugar grande y lleno de personas. Había una mesa con papeles y urnas donde la gente colocaba sus votos. Pablo observaba cada detalle, desde las caras concentradas de las personas hasta el movimiento rápido de las manos al marcar las papeletas. Se sentía como si estuviera presenciando algo importante, algo mucho más grande de lo que podía entender completamente.

Después de que sus padres votaron, salieron juntos del centro de votación. Pablo tenía tantas preguntas acumuladas en su mente que apenas podía esperar a estar en casa para soltarlas todas.

—Papá, ¿cómo saben quién es el mejor? ¿Cómo deciden? —preguntó mientras caminaban.

Su padre lo miró, pensativo.

—Bueno, hijo, no siempre es fácil. A veces, es difícil saber quién hará el mejor trabajo. La gente se basa en lo que los candidatos prometen, pero también en lo que han hecho antes. Al final, votas por la persona que crees que hará lo mejor por todos.

—Pero, ¿y si alguien promete algo pero no lo cumple? —preguntó Pablo, sintiendo que algo no cuadraba del todo.

—Eso puede pasar —dijo su padre, con una sonrisa triste—. Por eso es importante que las personas sean responsables y cumplan sus promesas. Elegir a alguien que sea honesto y comprometido es la clave.

Pablo asintió lentamente. Aunque había aprendido mucho ese día, se dio cuenta de que todavía tenía mucho más por entender.

Con el paso de los días, la emoción de las elecciones quedó en el pasado, pero las preguntas seguían rondando en la mente de Pablo. En la escuela, habló con sus amigos sobre lo que había visto y aprendido. Algunos de ellos ya sabían un poco sobre las elecciones porque sus padres también les habían explicado, pero otros, como Pablo, apenas estaban empezando a entender de qué se trataba.

Un día, mientras jugaba en el recreo con sus amigos, Pablo tuvo una idea.

—Oigan, ¿por qué no hacemos nuestras propias elecciones? —dijo emocionado.

Sus amigos lo miraron con curiosidad.

—¿Elecciones para qué? —preguntó Carolina, una de sus amigas más cercanas.

—Podemos elegir a alguien para que sea el «líder del recreo» —dijo Pablo, lleno de entusiasmo—. El líder puede encargarse de organizar los juegos y asegurarse de que todos sigan las reglas.

A sus amigos les encantó la idea. Así que, durante el recreo, comenzaron a hacer sus propios carteles y a escribir en papelitos los nombres de los candidatos. Pablo se encargó de organizar todo, siguiendo lo que había aprendido de sus padres. Explicó a sus amigos cómo funcionaba la votación y qué debían hacer.

Al final del recreo, todos votaron, y después de contar los votos, su amigo Luis fue elegido como el «líder del recreo». Aunque todo era un juego, Pablo se sintió orgulloso de haber traído lo que había aprendido al mundo de su escuela.

Con el tiempo, Pablo siguió haciéndose preguntas sobre la vida, la política, y cómo funcionaban las decisiones importantes. Cada vez que encontraba algo que no entendía, buscaba a sus padres o a sus profesores para que lo ayudaran a aprender más. A veces, la vida parecía confusa, llena de preguntas sin respuestas fáciles. Pero Pablo había aprendido algo importante: las preguntas eran el primer paso para entender el mundo que lo rodeaba.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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