Había una vez, en una pequeña casa rodeada de un jardín lleno de flores y mariposas, vivían Mama Maira y sus dos hijas, Lara y Romina. Mama Maira tenía el pelo castaño oscuro y siempre vestía un bonito vestido amarillo. Lara, la hija menor, tenía solo 3 añitos, con su pelo rubio y corto, y siempre llevaba un vestido verde. Romina, de 9 años, tenía el cabello largo y castaño, y solía vestir una camiseta rosa y jeans.
A Mama Maira le encantaba cocinar platos deliciosos y saludables para sus hijas, llenos de colores y sabores. Sin embargo, había un pequeño problema. Mientras que Lara comía todas las verduras con una gran sonrisa, Romina siempre renegaba a la hora de almorzar. Romina prefería comer papas fritas y evitaba las verduras tanto como podía.
Un día, Mama Maira decidió que era hora de enseñarles a sus hijas la importancia de comer sano. Preparó una gran mesa llena de zanahorias, brócolis, tomates, pepinos y muchas otras verduras frescas. También había frutas coloridas como manzanas, naranjas y plátanos.
—Niñas, hoy vamos a aprender sobre lo importante que es comer sano —dijo Mama Maira con una sonrisa.
Lara, con sus ojos brillantes, se subió a su silla y aplaudió. Romina, en cambio, frunció el ceño y cruzó los brazos.
—No me gustan las verduras, mamá —protestó Romina—. Prefiero las papas fritas.
Mama Maira se acercó a Romina y le acarició el cabello.
—Romina, las verduras y frutas nos dan muchas vitaminas y energía para jugar y crecer fuertes. ¿Sabes qué? Lara puede enseñarte algo hoy.
Romina miró a su hermana menor, que sonreía felizmente.
—¿Lara me va a enseñar a comer verduras? —preguntó Romina con sorpresa.
—¡Sí! —dijo Lara con entusiasmo—. Las verduras son muy ricas, Romi. Vamos a hacer algo divertido.
Lara y Mama Maira comenzaron a cortar las verduras en formas divertidas. Hicieron caritas sonrientes con rodajas de pepino y zanahoria, y flores con tomates y brócoli. Romina observaba con curiosidad, aunque aún no estaba convencida.
—Mira, Romi —dijo Lara, mostrando una carita hecha de verduras—. ¡Es un muñeco de verduras! ¿Quieres probarlo?
Romina miró la carita de verduras y luego a su hermana. Finalmente, decidió darle una oportunidad y tomó una rodaja de zanahoria.
—¡Está crujiente! —dijo Romina con sorpresa—. No está tan mal.
Lara aplaudió y Mama Maira sonrió.
—Eso es, Romina. Las verduras pueden ser muy deliciosas y divertidas de comer. Además, te harán sentir con más energía para jugar.
Con el tiempo, Romina comenzó a probar más verduras y frutas. Lara siempre la animaba, mostrando cómo disfrutar de cada bocado. Descubrieron que hacer figuras con la comida hacía que todo fuera más divertido.
Un día, Mama Maira preparó una gran ensalada de frutas para el postre. Había fresas, kiwis, uvas y mangos. Romina, que ya empezaba a disfrutar de las verduras, miró la ensalada con interés.
—Mamá, eso se ve delicioso —dijo Romina.
—¡Es muy saludable! —añadió Lara, tomando una fresa.
Romina probó la ensalada de frutas y se dio cuenta de lo dulce y jugosa que era. A partir de ese momento, comenzó a pedir más frutas y verduras en sus comidas.
Mama Maira estaba muy contenta de ver cómo Romina aprendía a comer sano gracias a Lara. Un día, decidió llevar a sus hijas al mercado de agricultores para que pudieran ver de dónde venían todas esas deliciosas verduras y frutas.
El mercado estaba lleno de colores y olores maravillosos. Había puestos con zanahorias frescas, lechugas crujientes y tomates rojos como rubíes. Las niñas estaban maravilladas.
—¡Miren cuántas verduras! —exclamó Lara.
—Y todas son frescas y saludables —dijo Mama Maira—. Vamos a comprar algunas para hacer una gran cena esta noche.
Romina ayudó a elegir las verduras y frutas. Se sentía orgullosa de haber aprendido tanto sobre alimentación saludable. Cuando llegaron a casa, todas se pusieron manos a la obra para preparar una cena deliciosa y colorida.
Esa noche, se sentaron a la mesa y disfrutaron de una comida llena de sabores y nutrientes. Lara y Romina estaban felices y Mama Maira las miraba con amor y orgullo.
—Estoy muy orgullosa de ustedes, niñas. Han aprendido la importancia de comer sano y lo están haciendo muy bien.
Romina sonrió a su mamá y a su hermana.
—Gracias, mamá. Gracias, Lara. Ahora sé que las verduras y frutas son muy importantes y también pueden ser muy ricas.
Lara se rió y abrazó a Romina.
—¡Siempre podemos hacer figuras divertidas con la comida, Romi! Comer sano es divertido y nos hace sentir bien.
A partir de ese día, Lara y Romina siguieron explorando nuevos sabores y aprendiendo sobre alimentos saludables. Descubrieron que había muchas maneras creativas de disfrutar las verduras y las frutas. Hicieron batidos de colores, ensaladas de formas divertidas y hasta galletas con trocitos de zanahoria y calabaza.
Un día, mientras jugaban en el jardín, Romina tuvo una idea.
—Lara, ¿qué te parece si hacemos un pequeño huerto? Así podremos cultivar nuestras propias verduras y frutas.
Lara saltó de alegría.
—¡Sí, Romi! Sería genial tener nuestro propio huerto.
Mama Maira les ayudó a preparar el terreno y a plantar semillas de zanahorias, lechugas, tomates y fresas. Las niñas cuidaron del huerto todos los días, regando las plantas y quitando las malas hierbas.
Con el tiempo, las semillas empezaron a crecer y pronto tuvieron su primera cosecha. Estaban emocionadas de ver los frutos de su trabajo. Mama Maira preparó una gran ensalada con las verduras frescas del huerto y las niñas se sintieron muy orgullosas de haber cultivado su propia comida.
—Esto sabe aún mejor porque lo hemos cultivado nosotras mismas —dijo Romina, disfrutando de la ensalada.
Lara asintió, saboreando una zanahoria crujiente.
—Sí, Romi. Cultivar nuestras verduras es muy divertido y nos enseña mucho.
Mama Maira las miró con cariño.
—Han aprendido una lección muy valiosa, niñas. Comer sano es importante y cultivar nuestros propios alimentos nos ayuda a valorar más lo que comemos.
Las niñas siguieron cuidando de su huerto y explorando nuevas recetas saludables con Mama Maira. Descubrieron que cocinar juntas era una actividad divertida y que les permitía pasar tiempo en familia.
A lo largo del año, Lara y Romina participaron en un concurso de cocina en la escuela. Decidieron preparar una ensalada creativa con verduras de su huerto y una limonada fresca con hierbas aromáticas.
El día del concurso, las niñas presentaron su plato con orgullo. Los jueces quedaron impresionados por la creatividad y el sabor de la ensalada y la limonada. Romina y Lara ganaron el primer premio y fueron felicitadas por todos sus compañeros.
—¡Lo hicimos, Lara! —dijo Romina, abrazando a su hermana—. Ganamos gracias a nuestras verduras saludables.
Lara sonrió feliz.
—¡Sí, Romi! Y lo mejor de todo es que hemos aprendido a comer sano y a disfrutar de la comida.
Mama Maira las abrazó a ambas.
—Estoy muy orgullosa de ustedes, mis pequeñas chefs. Han demostrado que con amor y dedicación, se pueden lograr grandes cosas.
Desde entonces, Lara y Romina siguieron compartiendo su amor por la comida saludable con sus amigos y familiares. Organizaban cenas y picnics donde todos podían disfrutar de sus creaciones culinarias.
Un verano, decidieron organizar un festival de alimentos saludables en su comunidad. Invitaron a todos los vecinos a participar y a traer sus platos favoritos hechos con verduras y frutas frescas. Fue un éxito rotundo. Había puestos con ensaladas, batidos, sopas y postres saludables.
Lara y Romina dieron una pequeña charla sobre la importancia de comer sano y cómo habían aprendido a disfrutar de las verduras y frutas. Los asistentes aplaudieron y muchos se sintieron inspirados a seguir su ejemplo.
—Hemos logrado algo maravilloso, Lara —dijo Romina, mirando la alegre multitud.
—Sí, Romi. Hemos compartido nuestro amor por la comida saludable con todos —respondió Lara.
Mama Maira las miró con orgullo.
—Han hecho un trabajo increíble, niñas. Estoy segura de que seguirán inspirando a muchos más a comer sano y a cuidar de su salud.
Lara y Romina sonrieron, sabiendo que habían aprendido una valiosa lección y que su amistad y amor por la comida saludable las había unido aún más. Así, en la pequeña casa rodeada de flores y mariposas, vivieron felices, siempre explorando nuevos sabores y compartiendo la alegría de comer sano con todos a su alrededor. Y así, la importancia de una alimentación saludable y el valor del trabajo en equipo quedaron grabados en sus corazones para siempre.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.