En un colorido pueblo, donde las calles olían a pan recién horneado y los jardines se vestían de mil colores, vivía una niña llamada Malena. A sus 8 años, era conocida por su curiosidad insaciable y su sonrisa contagiosa, la cual iluminaba cada rincón de su hogar y de la Escuela Primavera, donde cursaba el tercer grado.
Malena amaba aprender, cada libro nuevo era para ella un tesoro y cada lección una aventura. Sin embargo, había una asignatura que le resultaba especialmente difícil: lengua. No importaba cuánto se esforzara, las palabras parecían danzar en rebeldía cada vez que intentaba domarlas en su cuaderno.
Un lunes, como cualquier otro, Malena llegó a la escuela con el corazón un poco más pesado. Esa semana tendrían un examen de lengua, y la idea le revolvía el estómago. Pero algo diferente flotaba en el aire ese día. Al entrar al salón de clases, encontró a una nueva maestra parada frente al pizarrón, donde se leía en letras de colores: «Bienvenidos al mundo mágico de las palabras».
La maestra se presentó como Graciela, y su voz tenía el tono de la brisa del mar: suave y reconfortante. Malena sintió una chispa de esperanza. Graciela les explicó que aprender lengua no tenía que ser una tarea tediosa, sino un viaje fascinante al corazón de la magia que reside en las palabras.
Durante esa semana, Graciela enseñó a Malena y a sus compañeros cómo las palabras podían cobrar vida. Con cada nueva lección, letras y palabras comenzaron a flotar en el aire, formando imágenes vívidas de las historias que narraban. Malena observaba maravillada cómo Graciela, con un gesto de sus manos, hacía que las palabras danzaran, creando mundos enteros llenos de aventuras, dragones que respiraban fuego y princesas valientes.
La niña descubrió que las palabras no eran simples trazos en un papel, sino puentes hacia otros mundos, llaves que abrían puertas a infinitas posibilidades. Graciela le mostró cómo jugar con las palabras, cómo combinarlas de maneras que nunca había imaginado, y cómo cada frase podía ser un hechizo que invocaba emociones y pintaba paisajes en la mente de quien las leía.
El día del examen llegó, y Malena se sentía como una maga lista para tejer hechizos con su pluma. Las palabras fluyeron de su mente al papel, no como antes, en un torpe tropiezo, sino con la elegancia de un baile bien ensayado. Por primera vez, disfrutó cada momento del examen, porque no estaba simplemente escribiendo; estaba creando magia.
Cuando recibió su examen corregido, Malena no podía creer lo que veían sus ojos: había obtenido la mejor nota de la clase. Pero lo más importante no era la calificación, sino el descubrimiento de que, con las palabras correctas, podía abrir cualquier puerta y alcanzar cualquier sueño.
Gracias a Graciela, Malena entendió que el verdadero poder no residía en la magia de las historias fantásticas, sino en la magia que ella misma podía crear con las palabras. Desde ese día, cada vez que tomaba un lápiz, sabía que tenía el poder de transformar el mundo, una palabra a la vez.
Y así, Malena se convirtió en una ferviente amante de la lengua, una cuentista cuyas historias eran esperadas con ansias por todos en el pueblo. Graciela, por su parte, continuó revelando el poder mágico de las palabras a cada nuevo estudiante que tenía el privilegio de enseñar, dejando una huella imborrable en sus corazones.
Malena y el secreto de las palabras mágicas no es solo una historia sobre aprender lengua, sino un relato sobre cómo el conocimiento puede cambiar nuestras vidas, abriendo puertas a mundos que jamás habíamos imaginado. Porque, al final del día, la magia más poderosa reside en nosotros y en nuestra capacidad de soñar, aprender y crear.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.