Había una vez, en una ciudad muy alegre y colorida, un niño llamado Sebastián. Sebastián era un niño muy curioso y le encantaba ir a la escuela para aprender cosas nuevas y jugar con sus amigos, Luis y Melissa. Pero había un pequeño problema: Sebastián siempre llegaba tarde a la escuela porque se demoraba mucho en comer su desayuno.
Cada mañana, la mamá de Sebastián lo despertaba con una sonrisa y un delicioso desayuno. Había huevos revueltos, tostadas con mermelada y un vaso grande de leche. Pero Sebastián, aunque le encantaba el desayuno, se entretenía mucho mirando por la ventana, jugando con su cuchara y hablando con su osito de peluche, Teddy.
Un día, la mamá de Sebastián le dijo con cariño: «Sebastián, es muy importante que llegues a tiempo a la escuela. Tus amigos te están esperando y es importante aprender y jugar juntos.» Sebastián entendió, pero seguía siendo difícil para él comer rápido y salir de casa a tiempo.
Luis y Melissa siempre llegaban a tiempo a la escuela. Luis, con su cabello rizado y negro, y su gran sonrisa, siempre decía: «¡Buenos días, Sebastián! ¿Por qué siempre llegas tarde?» Melissa, con su largo cabello rubio y su vestido colorido, añadía: «Nos gusta jugar contigo, pero siempre tienes que ir corriendo.»
Sebastián se sentía un poco triste por llegar tarde todos los días. Quería ser puntual como sus amigos. Así que una noche, antes de dormir, decidió que al día siguiente intentaría desayunar más rápido. «Voy a intentarlo, Teddy. Quiero jugar más tiempo con Luis y Melissa,» dijo Sebastián abrazando a su osito.
A la mañana siguiente, Sebastián se levantó con determinación. Se sentó a la mesa y comenzó a comer su desayuno. «Vamos, Sebastián, tú puedes,» se decía a sí mismo. Pero, justo cuando estaba a punto de terminar, vio un pajarito en la ventana y se distrajo de nuevo.
Ese día llegó tarde otra vez y sus amigos lo esperaron con una sonrisa. «Sebastián, ¿otra vez tarde?» dijo Luis. «Te necesitamos para nuestro juego de la mañana,» añadió Melissa. Sebastián se sintió mal y decidió que tenía que hacer algo diferente.
Esa noche, Sebastián tuvo una idea brillante. Preparó su ropa y su mochila la noche anterior y le pidió a su mamá que lo despertara un poco antes. Quería tener más tiempo para desayunar sin apuros. Al día siguiente, cuando la mamá de Sebastián lo despertó, él ya estaba listo para comenzar su día.
Sebastián se sentó a la mesa y empezó a comer su desayuno. Esta vez, decidió concentrarse solo en su comida. «No miraré por la ventana, no hablaré con Teddy hasta que termine,» pensó. Y funcionó. Sebastián terminó su desayuno en un tiempo récord y estaba listo para ir a la escuela.
«¡Lo logré, mamá! ¡Terminé mi desayuno y estoy listo a tiempo!» dijo Sebastián con una gran sonrisa. Su mamá se sintió muy orgullosa y lo abrazó. «Sabía que podías hacerlo, Sebastián. Estoy muy orgullosa de ti.»
Ese día, Sebastián llegó a la escuela temprano. Luis y Melissa lo recibieron con alegría. «¡Sebastián, llegaste temprano!» exclamó Luis. «¡Ahora podemos jugar más tiempo juntos!» añadió Melissa.
Sebastián se sintió muy feliz. A partir de ese día, se esforzó por llegar a tiempo todos los días. Descubrió que al prepararse la noche anterior y concentrarse en su desayuno, podía disfrutar más tiempo con sus amigos y aprender muchas cosas nuevas en la escuela.
El esfuerzo de Sebastián no pasó desapercibido. La maestra de la escuela, la señorita Clara, notó el cambio y un día lo felicitó delante de toda la clase. «Sebastián ha hecho un gran esfuerzo para llegar a tiempo todos los días. ¡Estoy muy orgullosa de ti, Sebastián!»
Sebastián se sintió muy orgulloso y feliz. Aprendió que ser puntual y organizarse bien le permitía disfrutar más de las cosas que le gustaban. Sus amigos también estaban muy contentos, y todos juntos jugaron y aprendieron muchas cosas divertidas.
Un día, Sebastián encontró a Luis y Melissa en el patio de la escuela. Luis estaba contando una historia divertida y Melissa estaba riendo. «Me gusta llegar temprano. Puedo escuchar todas las historias divertidas y jugar más con ustedes,» dijo Sebastián.
Melissa, con una gran sonrisa, le dijo: «Nosotros también estamos felices de que llegues temprano. Eres nuestro mejor amigo, Sebastián.»
Luis añadió: «Sí, Sebastián. Jugar contigo es lo mejor. ¡Gracias por hacer el esfuerzo de llegar temprano!»
Sebastián se dio cuenta de que su esfuerzo había valido la pena. No solo llegaba a tiempo a la escuela, sino que también pasaba más tiempo con sus amigos y aprendía cosas nuevas cada día.
Una tarde, mientras caminaban de regreso a casa, Luis le preguntó a Sebastián: «¿Cómo hiciste para cambiar y llegar temprano todos los días?»
Sebastián sonrió y respondió: «Me di cuenta de que si me organizaba y me concentraba en mi desayuno, podía llegar a tiempo y disfrutar más con ustedes. Solo necesitaba un poco de esfuerzo y querer hacerlo.»
Melissa, con una mirada pensativa, dijo: «Eso es un gran ejemplo, Sebastián. Me alegra que lo hayas hecho.»
Desde ese día, Sebastián, Luis y Melissa continuaron disfrutando juntos de la escuela, aprendiendo y jugando cada día. Sebastián nunca volvió a llegar tarde, y siempre recordaba que con un poco de esfuerzo y organización, podía lograr cualquier cosa.
Y así, en la ciudad alegre y colorida, Sebastián y sus amigos aprendieron el valor de la puntualidad y la importancia de organizarse bien. Cada día era una nueva aventura, llena de risas, aprendizaje y amistad.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.