Había una vez un niño pequeño llamado Timmy. Él tenía rizos dorados y unos ojitos brillantes llenos de curiosidad. Timmy vivía en una casa acogedora con su mamá y su papá, que lo querían mucho. Timmy tenía un amigo muy especial que siempre lo acompañaba: su chupete.
Timmy adoraba su chupete. Lo llevaba a todas partes: cuando jugaba con sus bloques de colores, cuando miraba cuentos con mamá y papá, e incluso cuando iba a dormir por la noche. El chupete era su compañero inseparable, y Timmy se sentía muy cómodo teniéndolo siempre cerca.
Un día, mamá y papá decidieron que era momento de que Timmy empezara a dejar el chupete. Sabían que Timmy estaba creciendo y que era importante que aprendiera a estar sin él. Una mañana, mientras estaban todos sentados en la sala de estar, mamá le dijo suavemente a Timmy:
—Timmy, cariño, ¿sabías que ya eres un niño grande? Los niños grandes no necesitan chupete. ¿Qué te parece si empezamos a usarlo solo para dormir?
Timmy frunció el ceño y abrazó su chupete con fuerza. No le gustaba la idea de estar sin su amigo especial. Papá se acercó y le sonrió.
—Timmy, vamos a intentar jugar sin el chupete hoy. Te prometo que será divertido. ¿Qué dices?
Timmy miró a su mamá y a su papá. Sabía que lo querían mucho y que siempre querían lo mejor para él. Aun así, se sentía un poco asustado. Mamá lo abrazó y le dijo:
—No te preocupes, Timmy. Estamos aquí contigo. Vamos a hacerlo juntos.
Ese día, Timmy intentó jugar sin su chupete. Al principio, se sentía raro y un poco triste. Pero mamá y papá estaban a su lado, jugando con él y haciéndolo reír. Jugaron con sus bloques de colores, construyeron una torre alta y luego la derrumbaron juntos, riendo a carcajadas.
Al día siguiente, mamá sugirió una nueva idea.
—Timmy, vamos a darle un paseo a tus juguetes. Vamos a llevarlos en un carrito y pasearlos por la casa. ¿Qué te parece?
Timmy pensó que era una idea divertida. Colocó sus juguetes favoritos en el carrito y comenzó a pasearlos por la casa. Se dio cuenta de que podía divertirse mucho sin su chupete. Cada vez que se sentía un poco triste, mamá y papá estaban allí para animarlo y jugar con él.
Poco a poco, Timmy empezó a pasar más tiempo sin su chupete. Descubrió que podía hacer muchas cosas divertidas: pintar con sus crayones, leer cuentos con mamá y papá, y correr por el jardín persiguiendo mariposas. Empezó a sentirse orgulloso de ser un niño grande.
Una noche, cuando mamá lo estaba acostando, Timmy le dijo:
—Mamá, creo que puedo dormir sin mi chupete esta noche.
Mamá sonrió, muy orgullosa de Timmy. Le dio un beso en la frente y lo arropó con su manta favorita.
—Estoy muy orgullosa de ti, Timmy. Eres muy valiente.
Esa noche, Timmy durmió sin su chupete por primera vez. Al principio, le costó un poco quedarse dormido, pero pronto se sintió cómodo y se durmió profundamente. Mamá y papá estaban muy contentos y sabían que Timmy había dado un gran paso.
Los días pasaron y Timmy se acostumbró a estar sin su chupete. Jugaba, corría, pintaba y hacía muchas cosas divertidas sin necesitarlo. Se dio cuenta de que había crecido y que era un niño grande, capaz de hacer muchas cosas por sí mismo.
Una mañana, mamá y papá decidieron hacer algo especial para celebrar lo mucho que había crecido Timmy. Prepararon un delicioso desayuno con todas sus comidas favoritas: panqueques con miel, fresas dulces y jugo de naranja. Timmy se sintió muy feliz y orgulloso.
Después del desayuno, mamá y papá le dieron un regalo especial. Era una cajita de madera con una pequeña cerradura. Timmy la abrió con emoción y encontró un nuevo amigo: un peluche de osito muy suave.
—Timmy, este es tu nuevo amigo —dijo mamá—. Siempre estará contigo y te recordará lo valiente y grande que eres.
Timmy abrazó al osito y sonrió. Sabía que, aunque había dejado su chupete, siempre tendría el amor y el apoyo de su mamá y papá. Se sintió muy feliz y listo para todas las aventuras que vendrían.
Así, Timmy continuó creciendo y descubriendo el mundo, sabiendo que siempre podía contar con su familia. Aprendió que a veces, dejar ir algo especial puede ser difícil, pero también puede ser el comienzo de algo nuevo y maravilloso. Y siempre, con su osito en brazos y su familia a su lado, Timmy se sintió amado y feliz.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.