Había una vez cuatro grandes amigos llamados Fernanda, Alicia, Javier y Noe. Todos ellos asistían a la misma escuela y disfrutaban mucho de su tiempo juntos. Cada día era una nueva aventura y cada momento estaba lleno de risas y juegos. Los cuatro amigos eran inseparables y siempre encontraban la manera de divertirse, sin importar las circunstancias.
Un soleado día de primavera, los amigos se reunieron en el patio de la escuela durante el recreo. El sol brillaba en lo alto y los pájaros cantaban alegremente. Fernanda, con su cabello rizado y su vestido rosa, corrió hacia el centro del patio con una sonrisa de oreja a oreja. Alicia, con su cabello liso y su camiseta amarilla y jeans azules, la siguió de cerca, riendo a carcajadas. Javier, con su camiseta verde y pantalones cortos, y Noe, con su camiseta roja y pantalones negros, también se unieron a la diversión.
«¡Vamos a jugar a las escondidas!» propuso Fernanda, saltando emocionada. Todos estuvieron de acuerdo y rápidamente decidieron quién sería el que contaría primero. Javier fue elegido y se dirigió hacia un gran árbol para comenzar a contar. «Uno, dos, tres…» empezó a contar mientras los demás corrían a esconderse.
Alicia se escondió detrás de un arbusto, Fernanda se agachó detrás de un banco, y Noe encontró un lugar perfecto detrás de una gran roca. Javier terminó de contar y comenzó a buscar a sus amigos. Encontró a Fernanda primero, ya que su vestido rosa asomaba por un lado del banco. «¡Te encontré!» exclamó Javier, y Fernanda salió riendo de su escondite. Poco a poco, Javier encontró a todos los demás y el juego continuó con risas y alegría.
Después de varios juegos de escondidas, los amigos decidieron descansar un poco bajo la sombra de un árbol. Fernanda sacó una bolsa de nueces que su mamá le había dado esa mañana. «Mi mamá me dio estas nueces para compartir con ustedes,» dijo mientras repartía las nueces entre sus amigos. Todos comieron las nueces y las encontraron deliciosas.
Mientras disfrutaban de su merienda, Alicia sacó un par de libros de su mochila. «Miren, traje estos libros de la biblioteca ayer. Tienen historias muy bonitas,» comentó. Los amigos se acercaron para ver los libros y Alicia comenzó a leer en voz alta. La historia era sobre una pequeña hada que ayudaba a los animales del bosque. Todos escucharon con atención, fascinados por las aventuras del hada.
Después de leer la historia, los amigos decidieron que era hora de jugar de nuevo. Esta vez, decidieron jugar al juego de las estatuas musicales. Fernanda fue la encargada de detener la música mientras los demás bailaban. Cuando la música se detenía, todos debían quedarse quietos como estatuas. Aquellos que se movían eran eliminados del juego hasta que quedara un solo ganador.
El juego comenzó y todos empezaron a bailar alegremente. La música se detuvo de repente y todos se quedaron quietos. Fernanda observó detenidamente y vio que Noe, se había movido un poco. «¡Noe, estás eliminado!» dijo con una sonrisa. Noe, se rió y se sentó a observar a los demás. El juego continuó hasta que solo quedaron Alicia y Javier. En la última ronda, Alicia logró quedarse quieta mientras Javier perdió el equilibrio y se movió. «¡Alicia es la ganadora!» exclamaron todos, aplaudiendo.
Después de tanto jugar, los amigos se sentaron de nuevo bajo el árbol. «Me encanta pasar el tiempo con ustedes,» dijo Noe, mirando a sus amigos con cariño. «La amistad que tenemos es muy especial.»
«Sí,» coincidió Javier. «Siempre nos divertimos mucho juntos y nos apoyamos en todo momento.»
Fernanda asintió. «Y siempre compartimos lo que tenemos, como las nueces de hoy o los libros de Alicia.»
«Eso es lo que hace que nuestra amistad sea tan especial,» dijo Alicia. «Siempre estamos ahí el uno para el otro.»
El sol comenzó a ponerse y el día escolar estaba por terminar. Los amigos sabían que pronto tendrían que ir a casa, pero también sabían que mañana sería otro día lleno de diversión y aventuras juntos.
«Vamos a prometernos que siempre seremos amigos,» dijo Fernanda, extendiendo su mano. Los demás pusieron sus manos sobre la de Fernanda y todos dijeron al unísono: «¡Siempre seremos amigos!»
Con esa promesa, los amigos se despidieron y se dirigieron a sus casas, llevando consigo los recuerdos de un día lleno de juegos, risas y la calidez de una verdadera amistad. Y así, día tras día, los cuatro amigos continuaron disfrutando de su tiempo juntos, aprendiendo que la amistad es uno de los tesoros más valiosos que uno puede tener.
Colorín colorado, este cuento de amistad ha terminado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.