Era un día soleado cuando Mario y María, dos amigos inseparables, decidieron reunirse en el parque que estaba cerca de sus casas. Ambos tenían diez años y compartían una gran pasión por los videojuegos y las historias de aventuras. Sin embargo, en los últimos días, algo había cambiado en la relación entre ellos.
Mario, un niño de cabello corto y rizado, había estado notando que sus compañeros de clase hablaban a sus espaldas sobre un nuevo juego que había salido, y algunos de ellos se burlaban de él porque no podía jugarlo tan bien como los demás. María, por su parte, había comenzado a recibir mensajes extraños en su teléfono. Eran de un grupo de niños que la conocían, quienes, al parecer, se divertían haciéndola sentir mal. Decían cosas hirientes, como que no sabía jugar, o que siempre se quedaba atrás en los videojuegos.
Un día, mientras Mario y María jugaban juntos en línea, Mario notó que María parecía distraída. “¿Qué pasa, María?” le preguntó con preocupación. María, sintiendo la necesidad de compartir su carga, decidió abrirse. “He estado recibiendo mensajes de algunos chicos de nuestra clase. Dicen que soy mala en los videojuegos y que no debería jugar”, confesó, con la voz temblorosa.
Mario se sintió frustrado. “Eso no es cierto. Eres una gran jugadora. No dejes que te afecten esos comentarios”, intentó animarla. Pero María sentía que las palabras de esos niños se quedaban grabadas en su mente. “A veces, siento que no quiero jugar más”, admitió.
Mario sabía que debía hacer algo para ayudar a su amiga. Pensó que lo mejor sería hablar con los demás. Al día siguiente en la escuela, cuando vio a algunos de los chicos que habían estado molestando a María, se acercó a ellos. “¿Por qué se están burlando de María? Ella es una gran amiga y merece respeto”, les dijo con firmeza.
Los chicos, sorprendidos por la valentía de Mario, comenzaron a reírse. “¿Qué te importa? Solo estamos bromeando”, contestaron. Pero Mario no se rindió. “No es una broma si le hace daño. Deberían pensarlo dos veces antes de hablar”, dijo, mirándolos a los ojos. Aunque los chicos se burlaron al principio, la actitud decidida de Mario sembró una pequeña semilla de duda en ellos.
Después de esa conversación, Mario decidió que había que hacer algo más. Habló con su profesora, la señora López, sobre lo que estaba sucediendo. La señora López, que siempre había sido comprensiva, organizó una charla sobre el ciberbullying para toda la clase. Durante la charla, les explicó cómo las palabras pueden herir a las personas, incluso cuando se dicen a través de una pantalla. “Es importante recordar que detrás de cada mensaje hay una persona con sentimientos”, les dijo.
María, que estaba escuchando desde su asiento, sintió una mezcla de alivio y gratitud. Saber que Mario había defendido su amistad y que la profesora estaba tomando acción le dio fuerzas. Al final de la charla, los niños se miraron unos a otros y comenzaron a hablar. Algunos se disculparon con María, reconociendo que habían ido demasiado lejos.
El cambio en la actitud de sus compañeros fue sorprendente. A partir de ese día, comenzaron a invitar a María a jugar con ellos, y las burlas se convirtieron en risas compartidas. Mario y María también continuaron jugando juntos, pero ahora se sentían más unidos que nunca. Ambos aprendieron la importancia de la amistad y de defender a los que amaban.
Poco a poco, María recuperó su confianza. Empezó a jugar más y a disfrutar de los videojuegos sin preocuparse por los comentarios negativos. Mario siempre estaba a su lado, animándola y celebrando sus logros. “¡Eso fue increíble, María! ¡Eres la mejor!” le decía cada vez que lograba un nuevo récord.
Con el tiempo, María se convirtió en una de las mejores jugadoras de su grupo. Un día, se organizó un torneo de videojuegos en la escuela. Mario, entusiasmado, le dijo a María: “¡Tienes que participar! Te irá muy bien, y además, estaré ahí apoyándote”. María dudó al principio, recordando las burlas pasadas, pero la mirada confiada de Mario la convenció. “Está bien, ¡participaré!”, respondió con una sonrisa.
El día del torneo llegó, y la sala estaba llena de risas y emoción. Mario estaba en la primera fila, animando a María mientras ella competía. Las rondas pasaron, y María fue avanzando, enfrentando a cada uno de sus rivales con determinación. Cuando llegó a la final, el corazón le latía con fuerza. Mario, desde la audiencia, le hizo una señal con el pulgar hacia arriba.
El juego comenzó, y los dos jugadores se dieron lo mejor. María recordaba las palabras de ánimo de Mario y, cuando llegó el momento decisivo, logró ganar. La sala estalló en aplausos, y Mario corrió hacia ella, levantándola en el aire. “¡Lo hiciste, María! ¡Eres increíble!” gritó lleno de alegría.
Esa victoria no solo fue un triunfo en el torneo, sino también un símbolo de lo que habían superado juntos. Ambos se dieron cuenta de que la amistad era más fuerte que cualquier comentario hiriente. A partir de ese momento, decidieron que siempre estarían allí para apoyarse mutuamente, no solo en los videojuegos, sino en todo lo que hicieran.
Desde entonces, Mario y María se volvieron los mejores amigos que uno podría imaginar. Jugaron juntos, rieron juntos y, lo más importante, aprendieron a ser amables y respetuosos con los demás. Comprendieron que todos enfrentan batallas que no siempre se ven, y que la empatía y el apoyo son fundamentales.
Así, la historia de Mario y María nos recuerda que, aunque a veces se pueden encontrar obstáculos en la vida, con amor y amistad se pueden superar. Siempre es mejor apoyar a nuestros amigos y construir un mundo donde todos se sientan bienvenidos y felices. Y así, Mario y María continuaron su aventura, sabiendo que, pase lo que pase, siempre se tendrían el uno al otro.
Después del torneo, la vida de Mario y María se llenó de nuevas experiencias y retos. Cada fin de semana, se reunían para jugar juntos y explorar nuevos mundos en los videojuegos. A veces, invitaban a otros amigos, creando un ambiente de diversión y camaradería. En cada juego, Mario siempre se aseguraba de que María se sintiera segura y apoyada, recordándole lo increíble que era. “¡Tú puedes, María! ¡Eres la mejor!”, le decía cada vez que tenía dudas.
Un día, mientras navegaban por internet en busca de un nuevo juego, encontraron un concurso en línea para jóvenes desarrolladores de videojuegos. La idea del concurso era que los participantes crearan su propio juego y lo presentaran a un panel de jueces. La emoción llenó el aire. “¡Deberíamos participar!”, sugirió María con entusiasmo. Mario, sorprendido pero emocionado, asintió. “Sí, podríamos hacer un gran equipo”.
Decidieron que el juego que crearían se basaría en sus propias aventuras y en los desafíos que habían superado juntos. Pasaron horas brainstorming ideas, dibujando personajes y escribiendo la historia. La idea era que los jugadores pudieran explorar un mundo en el que la amistad era la clave para superar obstáculos y resolver problemas.
Mientras trabajaban en el juego, también enfrentaron algunos desafíos. No siempre estaban de acuerdo sobre cómo debería ser cada parte del juego, y a veces discutían. Sin embargo, cada vez que surgía un desacuerdo, recordaban lo que habían aprendido sobre la importancia de comunicarse y apoyarse. “Siempre podemos encontrar una solución juntos”, decía Mario, y María respondía con una sonrisa. “Tienes razón. Hacemos un gran equipo”.
A medida que se acercaba la fecha límite del concurso, se esforzaron al máximo. Pasaban las tardes y los fines de semana trabajando en su proyecto, riendo y disfrutando del tiempo juntos. Mario se encargaba de la programación, mientras que María se concentraba en el diseño gráfico y la narrativa del juego. Juntos, crearon un hermoso mundo lleno de color, personajes entrañables y misiones emocionantes.
El día de la presentación, Mario y María estaban nerviosos pero emocionados. Se vistieron con sus mejores ropas y llegaron a la sala donde tendría lugar el concurso. Había otros equipos que también presentaban sus juegos, y la competencia era feroz. Sin embargo, Mario y María sabían que habían puesto todo su esfuerzo en su proyecto. Cuando llegó su turno, subieron al escenario con sus corazones latiendo rápidamente.
“Hola a todos, somos Mario y María, y hoy les presentaremos nuestro juego titulado ‘Amigos en Aventura’”, comenzó Mario con una voz temblorosa pero decidida. María, sonriendo, añadió: “Este juego se basa en nuestras propias experiencias y en la importancia de la amistad”. Presentaron su juego con entusiasmo, mostrando clips del mismo y explicando cómo los jugadores debían trabajar juntos para superar obstáculos y ayudar a otros personajes.
A medida que hablaban, el público se sentía cada vez más cautivado. La idea de un juego que promovía la amistad y la colaboración resonaba con todos. Al finalizar su presentación, los aplausos llenaron la sala. Mario y María se miraron con asombro y alegría. “¡Lo hicimos!”, exclamó María.
Después de todas las presentaciones, llegó el momento de anunciar al ganador. Los jueces deliberaron durante unos minutos que parecieron horas. Finalmente, el presentador subió al escenario con una gran sonrisa. “Y el ganador del concurso de jóvenes desarrolladores de videojuegos es… ¡Mario y María con ‘Amigos en Aventura’!”
El estallido de aplausos y vítores fue ensordecedor. Mario y María se abrazaron, llenos de emoción. Habían logrado algo increíble juntos y, sobre todo, habían aprendido que trabajar en equipo y apoyarse mutuamente era la clave del éxito. La experiencia del concurso no solo les dio la satisfacción de ganar, sino también una valiosa lección sobre el poder de la amistad.
Después del concurso, el juego fue lanzado y recibió excelentes críticas. Muchos niños de su escuela y otros lugares comenzaron a jugarlo, disfrutando de las aventuras que habían creado. Mario y María se sintieron orgullosos de saber que su juego ayudaba a otros a aprender sobre la importancia de ser amables y apoyarse.
Con el tiempo, la historia de Mario y María se convirtió en un ejemplo en su escuela sobre cómo enfrentar el ciberbullying y cómo la amistad puede superar cualquier obstáculo. Se organizó un evento especial donde Mario y María hablaron sobre su experiencia, inspirando a otros niños a ser valientes y a defender a sus amigos.
“Recuerden, siempre es importante ser amables”, les decía Mario, mientras María añadía: “Y nunca dejen que nadie los haga sentir menos. Todos somos especiales a nuestra manera”. Los niños los aplaudían, y muchos se acercaban a agradecerles por compartir su historia.
Así, Mario y María continuaron su aventura, no solo en los videojuegos, sino también en la vida. Su amistad se fortaleció con cada nuevo desafío, y juntos enfrentaron cualquier adversidad que se presentara. Con el tiempo, comenzaron a explorar nuevas pasiones, como la música y el arte, siempre apoyándose mutuamente en cada paso del camino.
Un día, decidieron que era momento de crear un club en la escuela donde todos pudieran compartir sus intereses, jugar videojuegos y aprender unos de otros. Llamaron al club “Amigos por Siempre”, y pronto se llenó de niños que querían unirse. Cada semana, organizaban actividades, torneos de videojuegos y charlas sobre la importancia de la amistad y el respeto.
El club se convirtió en un lugar seguro donde todos podían expresarse y ser ellos mismos. Gracias a Mario y María, muchos niños se sintieron más cómodos y felices en la escuela. Era un lugar donde la amistad, la creatividad y la alegría reinaban.
A medida que pasaron los años, Mario y María siguieron creciendo y aprendiendo juntos. Cada vez que uno de ellos enfrentaba un desafío, el otro estaba allí para apoyarlo, ya sea en los estudios, en los deportes o en nuevas aventuras. Su amistad se convirtió en un pilar fundamental en sus vidas, y ambos sabían que siempre podrían contar el uno con el otro.
Un día, mientras caminaban por el parque, recordaron todas las experiencias que habían compartido. “¿Recuerdas cuando comenzamos a jugar videojuegos juntos?” preguntó Mario. María rió y respondió: “Y cómo tuvimos que enfrentar el ciberbullying. ¡Pero mira dónde estamos ahora!”.
Ambos se miraron con complicidad, agradecidos por cada momento, cada risa y cada desafío que les había permitido crecer. “La amistad es lo más importante”, concluyó María. “Y siempre debemos cuidar de nuestros amigos”.
Así, Mario y María continuaron su camino, llenos de sueños, aventuras y una amistad que siempre sería inquebrantable. Sabían que, pase lo que pase, siempre estarían allí el uno para el otro, recordando que con amor, respeto y un poco de valentía, podían enfrentar cualquier cosa que la vida les presentara.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.