Irma era una iguana muy feliz. Vivía en una isla llena de luz y lirios, donde el sol siempre brillaba y el viento cantaba canciones suaves entre las hojas. Cada día, Irma saltaba de una roca a otra, giraba con alegría y levantaba su cabecita para mirar el cielo azul brillante. Su cola verde y escamosa brillaba al sol, y sus ojitos curiosos exploraban todo a su alrededor. Amaba ese lugar donde vivía, porque era un mundo lleno de colores, sonidos y amigos.
Un día, mientras caminaba entre los lirios amarillos y lilas, Irma vio algo que no esperaba. Entre las hojas grandes y suaves, había una iguanita pequeña, que se veía triste. Su cola estaba caída y sus ojitos parecía que querían llorar. Irma se acercó suavemente, cuidando no asustarla.
—¿Qué te pasa, Ivi? —preguntó con una sonrisa suave.
La iguanita se secó las lágrimas con una patita y le dijo con voz bajita:
—Perdí mi hilo, no puedo terminar mi dibujo —respondió Ivi, mirando el suelo con pena.
Irma se sentó junto a ella y le puso una pata en el hombro con cariño.
—¡Tranquila, Ivi! —dijo Irma con una sonrisa grande—. ¡Irma te ayudará a encontrar tu hilo!
Ivi levantó la mirada y una pequeña sonrisa apareció en su cara. Se sentía un poco mejor porque sabía que no estaba sola.
Así, juntas comenzaron a buscar el hilo por todo el jardín. Miraron detrás de las flores, entre las piedras y en las ramas bajas. Ivi le explicó a Irma que estaba pintando un dibujo muy especial para su mamá, con muchas flores, árboles y mariposas. Pero para acabarlo, necesitaba ese hilo que se había caído entre los lirios.
Mientras buscaban, Irma le contó a Ivi que en la isla había muchos secretos y aventuras. Le habló de Tito, el tucán, que siempre les cantaba canciones desde las copas de los árboles; de Lila, la libélula que nunca se cansaba de volar y siempre les mostraba los mejores caminos; y de Pepe, el pequeño pez que vivía en el río y amaba contar historias sobre sus viajes bajo el agua.
Ivi escuchaba atenta, y poco a poco su tristeza se volvió en curiosidad y ganas de seguir buscando.
—Vamos a revisar el río —dijo Irma—. A veces, cuando hay viento, el hilo puede caer allí.
Las dos iguanas caminaron hasta el río que bordea la isla. El agua era clara y fresca, y en ella se reflejaban las nubes blancas y el sol brillante. Pepe, el pez amigo de la isla, se asomó feliz cuando las vio.
—¡Hola, Irma! ¡Hola, Ivi! ¿Buscan algo por aquí? —preguntó Pepe nadando con agilidad.
Irma le contó lo del hilo perdido y Pepe quedó muy atento.
—Creo que algo así vi flotando esta mañana —dijo Pepe—. Puede que esté río abajo, cerca del molino. Síganme, yo les mostraré el camino.
Irma e Ivi siguieron a Pepe nadando y saltando de piedra en piedra, dirección al molino que giraba feliz con el viento. En el camino, vieron a Lila la libélula, que revoloteaba entre las flores.
—¿Qué hacen por aquí? —preguntó Lila, curiosa.
—Buscamos un hilo perdido —explicó Irma—. ¿Nos ayudas a buscar?
Lila movió sus pequeñas alas y dijo que sí. Juntos, las dos iguanas, Pepe y Lila comenzaron a explorar alrededor del molino. Miraron detrás de las piedras, debajo de las hojas sueltas y por encima del agua.
De repente, Lila exclamó:
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.