Cuentos de Amor

El Amor de Liza y Gustavo

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Había una vez en un pequeño pueblo una preparatoria llena de risas y alegría. Cada año, la escuela celebraba su aniversario con una gran fiesta, donde todos los estudiantes se reunían para divertirse y compartir momentos especiales. Este año, Liza, una joven de 19 años con hermosos rizos y una risa contagiosa, estaba especialmente emocionada. Ella había estado esperando este día durante mucho tiempo.

Liza estudiaba en el mismo colegio desde hacía años, y en su corazón había un pequeño anhelo: conocer a Gustavo, un chico de 18 años que estudiaba en la misma preparatoria pero en un salón diferente. Había escuchado historias sobre él. Gustavo era conocido por su amabilidad y su talento en el fútbol. A Liza le encantaba ver cómo jugaba en las canchas, siempre con una sonrisa en su rostro.

El día de la celebración, la escuela estaba decorada con globos de colores, serpentinas y luces brillantes. Todos los estudiantes estaban entusiasmados, y la música sonaba alegremente por toda la escuela. Liza se había puesto su vestido más bonito, de un color brillante que hacía que sus ojos resaltaran aún más. “Hoy es el día perfecto para divertirse”, se dijo mientras se miraba en el espejo.

Cuando llegó a la escuela, Liza notó que todos estaban organizados en grupos para participar en diferentes actividades. La maestra había decidido que este año los salones se unirían para hacer una gran competencia de juegos. “¡Qué emocionante!”, pensó Liza. Sin embargo, al mirar alrededor, se dio cuenta de que Gustavo estaba en un grupo con otros compañeros.

De repente, la maestra anunció que cada grupo debía elegir a un representante para que formara parte del juego de preguntas y respuestas. Liza sintió un cosquilleo en el estómago. “¡Me encantaría participar!”, exclamó. Cuando se acercó, la maestra le dijo que debía unirse a un grupo que aún no tenía un representante. Sin pensarlo, Liza se unió al grupo de Gustavo.

“¡Hola, soy Liza!”, dijo con una sonrisa tímida. Gustavo la miró y sonrió. “¡Hola! Yo soy Gustavo. ¡Qué bien que estés aquí! Vamos a divertirnos”. Liza sintió que su corazón latía más rápido. Estaba emocionada de estar tan cerca de él.

La competencia comenzó, y los grupos se enfrentaron en divertidas actividades. Primero, había un juego de carreras de sacos, donde todos los estudiantes saltaban en sacos de yute. Gustavo y Liza se reían y animaban a su grupo mientras competían. Cuando llegó el momento del juego de preguntas y respuestas, Liza sintió que era su oportunidad de brillar.

Gustavo se puso de pie y dijo: “Vamos a ganar esto juntos”. Y así lo hicieron. Liza demostró que sabía muchas cosas, y juntos, respondieron preguntas sobre historia, matemáticas y temas divertidos. Con cada respuesta correcta, Liza sentía que su amistad con Gustavo se fortalecía.

Al final del juego, el grupo de Liza y Gustavo ganó. “¡Lo hicimos!”, gritó Liza, mientras todos aplaudían. Gustavo la miró y le dijo: “No podría haberlo hecho sin ti. Eres increíble”. El corazón de Liza se llenó de alegría. Nunca había sentido algo tan bonito.

Después de la competencia, todos los estudiantes se reunieron en el patio para disfrutar de una merienda. Había bocadillos, refrescos y, por supuesto, un gran pastel de cumpleaños. Mientras todos compartían risas y juegos, Liza y Gustavo se sentaron en una mesa bajo un árbol.

“Me alegro de haberte conocido hoy”, dijo Gustavo. “Siempre te había visto en el colegio, pero nunca tuvimos la oportunidad de hablar”. Liza sonrió, sintiéndose feliz. “Yo también, me encanta cómo jugaste en el partido de fútbol el otro día”, respondió.

A medida que compartían historias y risas, Liza sintió que el tiempo pasaba volando. Cada momento con Gustavo se sentía especial, como si tuvieran su propio mundo. Mientras comían pastel, Liza se dio cuenta de que estaba empezando a gustarle Gustavo, y eso la hacía sentir un poco nerviosa y emocionada.

De repente, una mariposa de colores brillantes voló cerca de ellos. “¡Mira esa mariposa! Es hermosa”, exclamó Liza, señalando. Gustavo la miró y sonrió. “Sí, como este día. Todo es perfecto”, dijo. Liza sintió que su rostro se sonrojaba. El ambiente era mágico, lleno de alegría y color.

La fiesta continuó con música y bailes, y Gustavo invitó a Liza a bailar. Al ritmo de la música, comenzaron a moverse, riendo y disfrutando del momento. Era como si el mundo se hubiera detenido solo para ellos. “No puedo creer que hoy haya sido tan divertido”, le dijo Liza. “Es todo gracias a ti”, respondió Gustavo, mirándola a los ojos.

Cuando la fiesta comenzó a llegar a su fin, la maestra organizó una pequeña ceremonia para agradecer a todos por participar. Liza y Gustavo se sentaron juntos, llenos de felicidad. “Hoy ha sido un día inolvidable”, dijo Gustavo. “Deberíamos hacer algo así más a menudo”. Liza asintió y sintió que su corazón daba un vuelco. “Sí, definitivamente”, dijo, sonriendo.

Al despedirse, Gustavo le pidió a Liza su número de teléfono. “Me gustaría que siguiéramos en contacto”, dijo. “Me encantaría”, respondió Liza, sintiéndose emocionada. Escribieron sus números y se despidieron con una promesa de volver a verse pronto.

Esa noche, mientras Liza se preparaba para dormir, no podía dejar de pensar en Gustavo. “Me gusta mucho”, se dijo a sí misma, sonriendo. Sus ojos brillaban de felicidad. Sabía que había encontrado a alguien especial y que esa amistad había florecido en algo más.

Con el paso de los días, Liza y Gustavo se hicieron inseparables. Se enviaban mensajes, se llamaban y, lo más importante, se veían casi todos los días. Su amistad se transformó en un hermoso romance, lleno de risas y momentos inolvidables. Juntos, exploraban el parque, hacían tareas y compartían sueños.

Una tarde, mientras caminaban por un sendero en el parque, Gustavo tomó la mano de Liza. “Quiero que sepas que me haces muy feliz”, le dijo. Liza sonrió, sintiendo mariposas en el estómago. “Tú también me haces feliz, Gustavo”, respondió, sintiendo que la magia de aquel día en la fiesta nunca se había ido.

Así pasaron los meses, disfrutando de su amistad y del amor que crecía entre ellos. La preparatoria se convirtió en un lugar lleno de recuerdos compartidos, y cada rincón les recordaba las risas y las aventuras que habían vivido juntos. Liza y Gustavo aprendieron que la amistad es el primer paso hacia el amor y que lo más importante es siempre apoyarse mutuamente.

Finalmente, en el último día de clases, Gustavo decidió hacer algo especial. Se acercó a Liza con una pequeña caja envuelta con un lazo. “Quiero que tengas esto”, dijo, nervioso pero sonriente. Liza, emocionada, abrió la caja y encontró un hermoso collar con un pequeño colgante en forma de corazón. “Es un símbolo de nuestra amistad y del amor que hemos construido”, explicó Gustavo.

Liza sintió lágrimas de felicidad en sus ojos. “Es precioso, gracias, Gustavo. Siempre lo llevaré conmigo”, dijo mientras se lo ponía. En ese momento, supieron que su vínculo era único y que estarían juntos en cada paso del camino.

Y así, Liza y Gustavo continuaron escribiendo su historia, llena de amistad, amor y sueños compartidos. Aprendieron que, sin importar lo que sucediera, siempre tendrían el uno al otro y que juntos podrían enfrentar cualquier desafío. En el corazón de Liza y Gustavo, la magia de ese día especial nunca se desvanecería, y su amor seguiría brillando como una estrella en el cielo.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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