Había una vez, en un pequeño y acogedor pueblo, dos hermanos llamados Mateo y Santiago. Mateo, el mayor, tenía ocho años y su hermanito Santiago apenas cumplía los cuatro. A medida que se acercaba la Navidad, una época de alegría y amor, Mateo empezó a sentirse un poco triste. Veía cómo todos en la casa prestaban más atención a Santiago, con sus risitas y juegos infantiles, y pensaba que tal vez a él lo querían menos por ser mayor.
Un día, mientras Mateo miraba por la ventana cómo caían suavemente los copos de nieve, escuchó a su mamá llamándolo. «Mateo, ¿puedes ayudarme a decorar el árbol de Navidad?», le preguntó con una sonrisa. Mateo asintió, pero en su corazón sentía un huequito de tristeza. Mientras colgaba las brillantes esferas y luces, observaba cómo Santiago jugaba alegremente en el suelo. «¿Por qué todos siempre están tan felices con Santiago y no conmigo?», pensaba Mateo.
Esa noche, cuando Mateo se acostó, hizo un deseo muy especial. «Quisiera saber si mi familia me quiere tanto como a Santiago», susurró antes de quedarse dormido. Esa misma noche, una luz brillante apareció en su habitación. Era un hada de Navidad, resplandeciente y sonriente. «Hola, Mateo, he venido para mostrarte la magia de la Navidad», dijo el hada.
El hada llevó a Mateo en un mágico viaje por recuerdos de Navidades pasadas. Vieron cómo sus padres lo abrazaban y le daban su primer regalo de Navidad, cómo jugaban con él en la nieve, y cómo lo llenaban de besos y cariño. «Pero eso fue antes de que naciera Santiago», murmuró Mateo.
El hada sonrió y agitó su varita. De repente, se encontraron en la Navidad del año pasado. Mateo vio cómo sus padres lo abrazaban fuerte después de abrir sus regalos y cómo lo ayudaban a construir un muñeco de nieve en el jardín. «Mira, Mateo», dijo el hada, «tus padres te aman tanto como siempre. El amor no se divide, se multiplica. Tienes un hermanito al que también aman, pero eso no cambia cuánto te aman a ti».
Después de este viaje mágico, Mateo se despertó en su cama. Era la mañana de Navidad, y toda la casa estaba llena de risas y alegría. Bajó corriendo las escaleras y encontró a sus padres y a Santiago esperándolo con los brazos abiertos. «¡Feliz Navidad, Mateo!», exclamaron todos al unísono. En ese momento, Mateo se dio cuenta de que lo que el hada le había mostrado era verdad. Se unió a los abrazos y risas, sintiendo su corazón lleno de amor y felicidad.
La Navidad de ese año fue la más especial de todas. Mateo y Santiago jugaron juntos, abrieron regalos y compartieron momentos inolvidables con sus padres. Mateo aprendió que el amor de una familia es infinito y que, no importa cuántos sean, siempre hay suficiente amor para todos.
Desde esa Navidad mágica, Mateo nunca volvió a dudar del amor de sus padres. Cada año, recordaba la lección que aprendió gracias al hada de Navidad y se sentía agradecido por tener una familia tan amorosa y especial. Y así, los hermanos crecieron sabiendo que, sin importar lo que pasara, siempre estarían rodeados de amor y cariño.
Después de esa maravillosa Navidad, Mateo comenzó a ver las cosas de manera diferente. Ya no sentía celos de Santiago, sino que se convirtió en el hermano mayor protector y amoroso que siempre había deseado ser. Juntos, crearon un vínculo especial, lleno de juegos, risas y aventuras.
Un día, mientras jugaban en el parque cubierto de nieve, Santiago se resbaló y se cayó. Inmediatamente, Mateo corrió a ayudarlo, levantándolo y asegurándose de que estuviera bien. «¿Estás bien, Santi?», preguntó Mateo con preocupación. Santiago asintió y sonrió, «Sí, gracias a ti, hermano mayor». Ese momento fue especial para Mateo; se dio cuenta de lo importante que era para Santiago y cómo sus padres habían cuidado de él de la misma manera.
Con el pasar de los días, los hermanos se volvieron inseparables. Construyeron fuertes de nieve, hicieron ángeles en la nieve y disfrutaron de las tardes de chocolate caliente junto a la chimenea. Sus padres los miraban con amor y orgullo, felices de ver la unión y el cariño entre sus hijos.
Llegó otra Navidad, y esta vez, Mateo estaba más emocionado que nunca. Él y Santiago habían planeado una sorpresa para sus padres. Habían estado trabajando en secreto en un regalo especial: un álbum de fotos hecho a mano con recuerdos de todos los momentos felices que habían compartido juntos ese año. Cada página estaba cuidadosamente decorada con dibujos y pegatinas, y en cada foto, la felicidad de la familia brillaba intensamente.
La mañana de Navidad, cuando sus padres abrieron el regalo, sus ojos se llenaron de lágrimas de alegría. «Es el regalo más hermoso que hemos recibido», dijeron, abrazando fuertemente a Mateo y Santiago. En ese abrazo, Mateo sintió el calor y el amor que siempre había estado allí, un amor que era igual para él y para Santiago.
A medida que los años pasaban, Mateo y Santiago crecieron, pero la magia de esa Navidad especial permaneció en sus corazones. Aprendieron que el amor de una familia es el regalo más precioso y que, compartiendo ese amor, cada día puede ser tan especial como la Navidad.
Y así, con corazones llenos de amor y alegría, Mateo y Santiago vivieron muchas más Navidades felices, siempre recordando la lección de esa Navidad mágica donde aprendieron el verdadero significado del amor y la familia.
Fin
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.