En un acogedor pueblo rodeado de montañas y vastos campos verdes, vivía una abuelita llamada Betzabe, conocida por todos como la «Super Abuelita». No porque tuviera superpoderes de cómics, sino por su increíble capacidad de hacer que cada día fuera una aventura para sus nietos, Amanda y Alonso.
Betzabe tenía un pequeño jardín donde flores de mil colores bailaban con el viento y un viejo columpio colgaba de un robusto roble. Era aquí donde Amanda y Alonso pasaban sus tardes después de la escuela, bajo la atenta mirada de su abuela.
Un día, mientras la brisa de primavera jugaba con las hojas del árbol, Betzabe decidió que era el momento perfecto para compartir una sorpresa con sus nietos. «Hoy vamos a hacer algo especial,» anunció con una sonrisa misteriosa. «¡Vamos a montar nuestra propia obra de teatro en el jardín!»
Amanda y Alonso, emocionados, comenzaron de inmediato a preparar todo. La abuelita Betzabe, con su experiencia en coser y crear, ayudó a los niños a confeccionar disfraces con viejas cortinas y cajas de telas. Amanda eligió ser una princesa valiente y Alonso un caballero audaz.
Mientras trabajaban, Betzabe les contaba historias de su juventud, enseñándoles no solo cómo coser un botón o pintar un escudo, sino también el valor del esfuerzo y la creatividad. «Cada puntada, cada pincelada lleva un poco de nosotros mismos,» explicaba, «y lo más importante es poner amor en todo lo que hacemos.»
Con el escenario listo y los disfraces terminados, llegó el gran día. Invitaron a otros niños del pueblo y a sus padres para que fueran audiencia. El jardín se transformó en un teatro al aire libre, con guirnaldas y luces que colgaban de los árboles.
La obra fue un éxito rotundo. Amanda y Alonso actuaron con tal pasión que incluso los adultos se sintieron transportados a un mundo de fantasía y caballería. Pero la verdadera estrella fue la abuelita Betzabe, que, detrás del telón, aseguraba que todo saliera a la perfección.
Después del aplauso final, mientras recogían, Alonso, con una sonrisa de oreja a oreja, miró a su abuela y dijo, «Abuelita, ¡eres la mejor directora de teatro del mundo!» Amanda asintió con entusiasmo, agregando, «Y la mejor abuelita del universo.»
Betzabe, con lágrimas de felicidad en sus ojos, los abrazó fuertemente. «Mis queridos, lo importante no es ser la mejor del mundo, sino hacer que nuestro mundo sea un poco mejor cada día con amor y alegría.»
Esa noche, mientras Amanda y Alonso dormían, soñaban con caballeros y princesas, pero también con la magia que una abuelita cariñosa había tejido en su día a día. Betzabe, sentada en su mecedora, miraba las estrellas y se sentía agradecida por el amor de sus nietos, que era, sin duda, su mayor aventura y su más preciado tesoro.
Así, en un pequeño pueblo rodeado de naturaleza y lleno de vida, la Super Abuelita y sus nietos descubrieron que el amor, más que cualquier hazaña de cuentos de hadas, era el verdadero superpoder que los mantenía unidos y fuertes. Y en cada risa, en cada abrazo, y en cada juego, reafirmaban el inmenso poder de la familia, un lazo que ningún tiempo o distancia podía deshacer.
Cuentos cortos que te pueden gustar
Amor Entre Enemigos
Belleza y Fealdad: Un Amor Sorprendente
Luces de la Ciudad y Corazones Entrelazados
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.