Cuentos de Amor

La Visita Especial

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y flores coloridas, vivía una familia muy especial. Cyistofel, un hombre alegre con cabello corto y castaño, y su esposa Carolina, una mujer amable con cabello largo y oscuro, eran conocidos por su hospitalidad y bondad. Tenían una hija llamada Cyismeilin, una niña con rizos en el cabello y ojos brillantes llenos de curiosidad.

Un día, mientras Cyistofel estaba trabajando en el jardín, vio acercarse a un visitante por el camino. Era Miguel, un amigo de la infancia a quien no veía desde hacía mucho tiempo. Miguel tenía una sonrisa cálida que iluminaba su rostro.

—¡Amigo mío! —exclamó Cyistofel con alegría, corriendo a abrazarlo—. ¡Cuánto tiempo ha pasado!

Miguel devolvió el abrazo con fuerza.

—Cyistofel, amigo mío, es maravilloso verte de nuevo. He venido a visitarte con mi hija, Cyismeilin.

Cyismeilin, que había estado explorando el jardín, se acercó tímidamente a los dos hombres. Cyistofel la miró con una sonrisa y luego se volvió hacia Carolina, que había salido de la casa para ver qué ocurría.

—Carolina, mira quién ha venido a visitarnos. Es Miguel y su hija, Cyismeilin.

Carolina sonrió cálidamente y extendió su mano para saludar a Miguel.

—Bienvenido, Miguel. Es un placer tenerte aquí. Y tú debes ser Cyismeilin. ¿Te gustaría jugar en el jardín mientras preparamos algo de comer?

Cyismeilin asintió con entusiasmo y pronto se encontró corriendo por el jardín con Cyistofel, explorando cada rincón y riendo juntos. Mientras tanto, Carolina y Miguel se pusieron al día en la cocina, hablando de viejos tiempos y de lo mucho que había cambiado desde entonces.

—Es increíble cómo ha pasado el tiempo —dijo Miguel, mirando a su hija a través de la ventana—. Parece que fue ayer cuando jugábamos en estos mismos jardines.

Carolina asintió.

—Sí, el tiempo vuela. Pero es maravilloso ver cómo nuestras familias han crecido y cambiado. Cyistofel y yo siempre hemos tratado de crear un hogar lleno de amor y felicidad para Cyismeilin.

Miguel sonrió.

—Y lo han hecho muy bien. Es evidente en la forma en que Cyismeilin se siente tan cómoda y feliz aquí.

Después de un delicioso almuerzo, decidieron dar un paseo por el pueblo. Cyistofel, Carolina, Miguel y Cyismeilin caminaron por las calles empedradas, saludando a los vecinos y disfrutando del sol de la tarde. Cyismeilin y Cyistofel iban adelante, explorando y señalando cosas interesantes mientras Carolina y Miguel caminaban detrás, charlando y riendo.

Llegaron al parque del pueblo, un lugar lleno de árboles altos y flores de todos los colores. Los niños comenzaron a jugar en los columpios y el tobogán mientras los adultos se sentaban en una banca cercana, observándolos con sonrisas en sus rostros.

—Me alegra tanto que hayas venido, Miguel —dijo Cyistofel—. Esta visita significa mucho para nosotros.

Miguel asintió, mirando a su hija jugar.

—Para nosotros también. Es importante mantener estas conexiones y recordar de dónde venimos.

Esa noche, después de un día lleno de aventuras y risas, todos se sentaron alrededor de la mesa para la cena. Carolina había preparado un banquete con todos los platos favoritos de la familia, y la conversación fluía con facilidad.

—Papá —dijo Cyismeilin, mirando a Miguel—, me gusta mucho este lugar. ¿Podemos volver pronto?

Miguel sonrió y miró a Cyistofel y Carolina.

—Claro que sí, cariño. Este es un lugar especial, y siempre serás bienvenida aquí.

Después de la cena, se acomodaron en la sala para contar historias. Cada uno compartió recuerdos y anécdotas, llenando la casa de risas y alegría. Cyismeilin, sentada en el regazo de su padre, escuchaba con ojos brillantes y una sonrisa en su rostro.

Finalmente, cuando la noche se hizo más profunda y los niños comenzaron a bostezar, decidieron que era hora de acostarse. Carolina preparó una cama para Cyismeilin en la habitación de invitados y Cyistofel mostró a Miguel su habitación.

—Gracias por todo, Cyistofel —dijo Miguel mientras se preparaban para dormir—. Esta ha sido una visita maravillosa.

—Siempre eres bienvenido aquí, amigo mío —respondió Cyistofel—. Nuestra casa es tu casa.

Al día siguiente, después de un desayuno temprano, Miguel y Cyismeilin se despidieron de sus anfitriones. Prometieron volver pronto y mantener el contacto, asegurándose de que esta amistad que había perdurado tantos años seguiría floreciendo.

Mientras los veían alejarse por el camino, Cyistofel y Carolina se sintieron agradecidos por la visita y por la oportunidad de fortalecer su amistad con Miguel y Cyismeilin. Sabían que el amor y la amistad eran los tesoros más grandes que podían compartir.

—Fue una visita maravillosa —dijo Carolina, tomando la mano de Cyistofel—. Nuestra familia y amigos son lo más importante.

—Sí, lo son —asintió Cyistofel—. Y siempre haremos todo lo posible por mantener estas relaciones fuertes y llenas de amor.

Con una sonrisa, regresaron a su hogar, listos para enfrentar el día con el corazón lleno de gratitud y amor. Porque en ese pequeño pueblo, rodeados de colinas verdes y flores coloridas, entendieron que la verdadera riqueza estaba en los lazos que compartían y en el amor que los unía.

Y así, en el corazón de un hogar cálido y acogedor, Cyistofel, Carolina y Cyismeilin vivieron felices, sabiendo que siempre habría lugar para la amistad y el amor en sus vidas. Colorín colorado, este cuento de amor ha terminado.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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