Érase una vez, en una casa llena de colores y alegría, vivía una hermosa familia. La familia estaba compuesta por mamá Nico, papá Seba y su adorable perrito Theo. Mamá Nico tenía 38 años y el cabello castaño claro. Siempre estaba sonriendo y cuidando de su familia con mucho amor. Papá Seba, con 36 años y pelo moreno, era muy cariñoso y siempre jugaba con su hijo Agustín, que tenía tres años y el cabello castaño oscuro. Agustín era un niño feliz, lleno de creatividad y ternura. Le encantaban las autopistas y andar en bicicleta por el parque con su papá. Theo, su perrito, era pequeño y esponjoso, y siempre estaba a su lado, listo para jugar.
Un lindo día de septiembre, la vida de esta familia cambió para siempre. Ese día, mamá Nico y papá Seba le contaron a Agustín una noticia muy especial. Mamá Nico estaba embarazada y pronto tendría una hermanita llamada Josefina. Agustín no podía contener su emoción. Saltaba de alegría y le daba abrazos a su mamá, preguntando todo sobre su hermanita.
“Mamá, ¿cuándo vendrá Josefina?” preguntaba Agustín con sus grandes ojos llenos de curiosidad.
“Vendrá en primavera, mi amor,” respondió mamá Nico acariciando su vientre. “Faltan unos meses todavía, pero mientras tanto, puedes hablarle y contarle todas las cosas bonitas que quieres hacer con ella.”
Agustín, que era un niño muy inteligente y cariñoso, se preocupó un poco al saber de la llegada de su hermana. Se preguntaba si tendría que compartir el tiempo de sus padres con ella y si ellos aún lo querrían tanto como antes. Pero cada noche, Agustín se acercaba a la pancita de su mamá y le hablaba a Josefina. “Hola, hermanita. Soy Agustín. No puedo esperar a conocerte. Te quiero mucho,” decía con una voz suave y dulce.
Una tarde de enero, mientras jugaban en el jardín, papá Seba notó que Agustín estaba un poco pensativo. “¿Qué pasa, campeón?” le preguntó con una sonrisa.
“Papá, ¿tú y mamá todavía me querrán mucho cuando llegue Josefina?” preguntó Agustín con un poco de preocupación en su voz.
Papá Seba lo abrazó fuerte y le dijo: “Claro que sí, Agustín. El amor de los padres no se divide, se multiplica. No tienes nada de qué preocuparte. Tu hermanita traerá un mundo de aventuras para disfrutar juntos.”
Esas palabras tranquilizaron a Agustín. Empezó a imaginar todas las cosas divertidas que haría con su hermanita. Le contaba historias sobre sus juegos favoritos, las carreras en bicicleta y los paseos con Theo. Cada día, su amor por Josefina crecía más y más.
Finalmente, en un día primaveral de septiembre, llegó el momento tan esperado. Josefina nació, y la casa se llenó de alegría y emoción. Agustín estaba ansioso por conocer a su hermanita. Cuando la vio por primera vez, se acercó despacito y le dijo: “Hola, Josefina. Soy tu hermano mayor y siempre te cuidaré.”
Josefina era una bebé adorable, con los ojos brillantes y una sonrisa que iluminaba todo. Mamá Nico y papá Seba miraban a sus dos hijos con mucho amor y orgullo. Sabían que su familia ahora estaba completa.
Los días pasaron y Agustín se convirtió en el mejor hermano mayor que Josefina podía tener. Le enseñaba sus juguetes, le cantaba canciones y siempre estaba pendiente de ella. Cuando Josefina lloraba, Agustín corría a consolarla. “No llores, Josefina. Aquí está tu hermano Agustín,” decía con ternura.
Un día, mientras jugaban en el parque, mamá Nico les tomó una foto. En la imagen se podía ver a Agustín con su bicicleta, a Josefina en su cochecito, a papá Seba empujando el cochecito y a Theo corriendo feliz alrededor de ellos. Era una familia llena de amor y felicidad.
Con el tiempo, Josefina creció y empezó a gatear y luego a caminar. Agustín estaba encantado de tener a su hermanita siguiéndolo a todas partes. Le enseñaba a construir autopistas con sus juguetes y a dar sus primeros pasos en la bicicleta. Cada día era una nueva aventura para los dos hermanos.
Mamá Nico y papá Seba miraban con orgullo cómo sus hijos creaban un vínculo especial. Sabían que, aunque hubiera momentos difíciles, el amor que compartían siempre los mantendría unidos.
Un día, papá Seba organizó una sorpresa especial. “Hoy vamos a hacer un picnic en el parque,” anunció con entusiasmo. Agustín y Josefina saltaron de alegría. Prepararon una canasta con sándwiches, frutas y jugo, y se dirigieron al parque con Theo corriendo a su lado.
En el parque, encontraron un lugar perfecto bajo un árbol grande y frondoso. Mamá Nico extendió una manta y todos se sentaron a disfrutar del delicioso picnic. Agustín y Josefina jugaban con Theo, lanzándole una pelota y riendo a carcajadas. Mamá Nico y papá Seba miraban a sus hijos con una sonrisa en el rostro. Sabían que esos momentos eran los que hacían que la vida fuera tan especial.
Después del picnic, papá Seba sugirió que todos dieran un paseo por el parque. Caminaron juntos, disfrutando del sol y la brisa suave. Agustín tomó la mano de Josefina y le mostró las flores y los árboles. “Mira, Josefina, esa es una mariposa. ¿No es hermosa?” decía con entusiasmo.
Josefina miraba todo con asombro y sonreía. Sentía el amor y la protección de su hermano mayor en cada paso que daban. Papá Seba y mamá Nico caminaban detrás de ellos, disfrutando de la vista de sus hijos felices y llenos de amor.
Al final del día, regresaron a casa cansados pero felices. Mamá Nico preparó una cena deliciosa y todos se sentaron a la mesa para comer juntos. Agustín contaba historias sobre su día en el parque, y Josefina balbuceaba y reía. Theo, cansado de tanto jugar, se acurrucó a los pies de papá Seba, quien le acariciaba la cabeza con cariño.
Después de la cena, era hora de dormir. Mamá Nico y papá Seba llevaron a los niños a sus camas. Agustín se acostó en su cama con su osito de peluche, y Josefina en su cuna con su manta favorita. Mamá Nico les dio un beso a cada uno y les susurró: “Buenas noches, mis amores. Que tengan dulces sueños.”
Papá Seba apagó la luz y cerró la puerta suavemente. “Te amo, Agustín. Te amo, Josefina,” dijo antes de salir de la habitación.
Agustín y Josefina se quedaron dormidos rápidamente, soñando con todas las aventuras que les esperaban al día siguiente. Sabían que, no importa lo que ocurriera, siempre tendrían el amor de su familia para protegerlos y guiarlos.
Así, la familia continuó viviendo felizmente, disfrutando de cada momento juntos y creando recuerdos llenos de amor y alegría. Mamá Nico y papá Seba siempre estaban allí para apoyar a sus hijos, y Agustín y Josefina crecieron sabiendo que el amor de su familia era lo más importante del mundo.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.