En una pequeña ciudad rodeada de colinas verdes y cielos azules, se encontraba la Escuela Secundaria San Ignacio. En sus pasillos llenos de risas y murmullos, dos jóvenes vivían una historia que pocos conocían, pero que tenía el potencial de convertirse en algo muy especial. Alexander y Ariana eran compañeros de clase, pero para Ariana, Alexander era mucho más que eso.
Ariana era una chica dulce y tímida, con cabellos castaños que caían en suaves ondas sobre sus hombros y ojos grandes y expresivos que reflejaban su curiosidad por el mundo. Siempre había sido una estudiante aplicada y responsable, pero desde que conoció a Alexander, su corazón latía un poco más rápido cada vez que lo veía. Alexander, por su parte, era un chico alto y atlético, con una sonrisa que podía iluminar cualquier habitación. Siempre mostraba una actitud amable y respetuosa con todos, y sus compañeros lo admiraban por su dedicación tanto en los estudios como en los deportes.
Ariana observaba a Alexander desde lejos, notando cómo ayudaba a los demás, su forma de concentrarse en clase y su talento en el equipo de baloncesto. Ella creía que él no se daba cuenta de su existencia, pero no podía evitar sonreír cada vez que lo veía. Lo que Ariana no sabía era que Alexander también había comenzado a notar su presencia.
Durante las semanas siguientes, Alexander empezó a cruzar miradas con Ariana en los pasillos y en el aula. Al principio, estos encuentros fueron breves y fugaces, pero con el tiempo, se hicieron más frecuentes. Cada vez que sus ojos se encontraban, Alexander le sonreía, una sonrisa cálida y sincera que hacía que el corazón de Ariana se acelerara.
Un día, durante la clase de historia, el profesor decidió formar parejas para un proyecto sobre la Revolución Industrial. El corazón de Ariana dio un vuelco cuando escuchó su nombre emparejado con el de Alexander. Ella no sabía cómo iba a poder concentrarse en el trabajo si tenía que estar tan cerca de él.
Después de clase, Alexander se acercó a Ariana con una sonrisa amigable. «Hola, Ariana. Parece que vamos a ser compañeros para el proyecto. ¿Te parece si nos reunimos en la biblioteca después de la escuela para empezar?»
Ariana, tratando de mantener la calma, asintió con una pequeña sonrisa. «Claro, Alexander. Nos vemos en la biblioteca.»
Esa tarde, se encontraron en una mesa cerca de la ventana, con vistas al jardín de la escuela. Mientras discutían el proyecto, Ariana se dio cuenta de que Alexander no solo era atento y responsable, sino también muy inteligente y apasionado por aprender. A medida que pasaban las horas, se sintió más cómoda y segura a su lado.
Durante las siguientes semanas, Alexander y Ariana pasaron mucho tiempo juntos trabajando en el proyecto. Poco a poco, las conversaciones sobre la Revolución Industrial se convirtieron en charlas sobre sus intereses, sus sueños y sus familias. Ariana descubrió que Alexander tenía un gran sentido del humor y que compartían muchas cosas en común, como su amor por la música y los libros de aventuras.
Un viernes por la tarde, mientras terminaban de escribir la conclusión de su proyecto, Alexander se quedó en silencio por un momento, mirando a Ariana. «Ariana, he disfrutado mucho trabajando contigo. Eres muy inteligente y divertida. Me alegra que hayamos tenido la oportunidad de conocernos mejor.»
Ariana sintió que sus mejillas se sonrojaban, pero le devolvió la sonrisa. «Yo también, Alexander. Ha sido muy agradable trabajar contigo.»
Al día siguiente, la escuela organizó una feria de ciencias, y el proyecto de Alexander y Ariana fue seleccionado para ser exhibido. Pasaron el día explicando su trabajo a los visitantes y disfrutando de la feria. Al final del día, mientras guardaban sus cosas, Alexander tomó valor y le dijo a Ariana: «¿Te gustaría ir a tomar un helado conmigo después de la feria?»
Ariana, sorprendida pero feliz, aceptó con una sonrisa. «Me encantaría, Alexander.»
Fueron a una heladería cercana y se sentaron en una mesa al aire libre, disfrutando de sus helados y de la agradable tarde de primavera. Rieron y hablaron de todo, desde sus materias favoritas hasta sus sueños para el futuro.
Mientras el sol comenzaba a ponerse, Alexander miró a Ariana y dijo: «Sabes, siempre he admirado lo dedicada y amable que eres. Al principio pensé que tal vez no te interesaría conocerme, pero estoy muy contento de que nos hayamos acercado. Me gustaría seguir conociéndote, si te parece bien.»
Ariana sintió que su corazón latía con fuerza, pero esta vez de felicidad y emoción. «A mí también me gustaría, Alexander. Eres una persona increíble.»
Desde ese día, Alexander y Ariana se volvieron inseparables. Pasaban tiempo juntos después de la escuela, estudiando, riendo y disfrutando de la compañía del otro. Sus amigos comenzaron a notar la conexión especial que tenían y los apoyaban con entusiasmo.
A medida que pasaban los meses, su relación se fortalecía. Alexander continuaba siendo el chico atento y responsable que Ariana había admirado desde lejos, pero ahora también era su amigo cercano y confidente. Ariana, por su parte, se volvió más segura y abierta, encontrando en Alexander un apoyo incondicional.
Un día, mientras paseaban por el parque, Alexander tomó la mano de Ariana y la miró a los ojos. «Ariana, desde que te conocí, mi vida ha sido mucho mejor. Me haces feliz y quiero que sepas que me importas mucho.»
Ariana sintió una oleada de emociones y respondió con una sonrisa radiante. «Tú también me haces muy feliz, Alexander. Estoy muy agradecida por haberte conocido.»
Y así, Alexander y Ariana continuaron escribiendo su historia de amor, una historia que comenzó con miradas furtivas y sonrisas tímidas, y que floreció en una relación basada en la admiración, el respeto y el cariño mutuo. Sabían que, sin importar lo que el futuro les deparara, siempre tendrían esos momentos especiales que compartieron y el vínculo que habían creado juntos.
Con el tiempo, su historia se convirtió en una inspiración para todos aquellos que los rodeaban, demostrando que el amor puede surgir en los lugares más inesperados y crecer con la sencillez de una sonrisa y la sinceridad de un corazón abierto.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.