Había una vez, en un parque lleno de árboles altos y flores coloridas, un enorme perro blanco llamado Dante. Dante era un perro callejero, pero no se sentía solo porque tenía muchos amigos en el parque. Todos los días, cuando el sol brillaba en el cielo azul, Dante paseaba por el parque, saludando a todos los que encontraba. A pesar de su tamaño, era un perro muy amable y cariñoso.
Un día, mientras Dante descansaba a la sombra de un roble grande, escuchó un ruido extraño. Levantó la cabeza y vio a una pequeña niña llamada Mónica. Ella llevaba un vestido azul y tenía el cabello corto y castaño. Mónica estaba tratando de alcanzar una cometa que se había enredado en las ramas del árbol. Dante, al ver que Mónica necesitaba ayuda, se levantó y caminó hacia ella.
—Hola, soy Dante. ¿Puedo ayudarte con tu cometa? —preguntó el perro, moviendo su cola con entusiasmo.
Mónica se sorprendió al ver a un perro tan grande y amigable, pero sonrió y asintió con la cabeza.
—¡Gracias, Dante! Me llamo Mónica. Estaba jugando con mi cometa cuando de repente se quedó atrapada en el árbol.
Dante, con su gran tamaño, alcanzó fácilmente la cometa y se la devolvió a Mónica. Ella le dio un fuerte abrazo y le agradeció.
—Eres muy fuerte y amable, Dante. ¿Te gustaría ser mi amigo? —preguntó Mónica.
—¡Claro que sí! Me encantaría ser tu amigo —respondió Dante, feliz de tener una nueva amiga.
A partir de ese día, Mónica y Dante pasaban mucho tiempo juntos en el parque. Jugaban, corrían y exploraban cada rincón del lugar. Un día, mientras caminaban cerca del lago, encontraron a un viejo y sabio tortugo llamado Shalom. Él tenía una gran concha verde y ojos amables. Vivía en el parque desde hacía muchos años y conocía todos los secretos del lugar.
—Hola, soy Mónica y él es mi amigo Dante —dijo Mónica—. ¿Quién eres tú?
—Soy Shalom, el tortugo. Vivo aquí desde hace mucho tiempo. Es un placer conoceros —respondió el tortugo con una sonrisa.
Dante y Mónica estaban muy interesados en las historias de Shalom. Él les contaba sobre los días de lluvia cuando el parque se llenaba de charcos, sobre las noches estrelladas y las criaturas nocturnas que salían a jugar. Mónica y Dante se sentaban junto a Shalom, escuchando atentamente cada palabra.
Una tarde, Shalom les contó una historia especial sobre un tesoro escondido en el parque. Según la leyenda, había un cofre lleno de juguetes y golosinas enterrado en algún lugar del parque. Mónica y Dante se emocionaron mucho y decidieron buscar el tesoro.
—¿Nos ayudarás a encontrar el tesoro, Shalom? —preguntó Mónica.
—Por supuesto, pero tendrán que seguir las pistas y trabajar juntos —respondió Shalom.
Así comenzó la gran aventura de Mónica, Dante y Shalom en busca del tesoro escondido. La primera pista los llevó al viejo roble donde Dante había ayudado a Mónica con su cometa. En la base del árbol, encontraron una nota que decía: «Busca el lugar donde las flores bailan al ritmo del viento».
Mónica y Dante pensaron en el jardín de flores cerca del lago. Corrieron hacia allí, seguidos por Shalom. Al llegar, vieron las flores moviéndose suavemente con la brisa. Buscaron entre las flores y encontraron otra nota: «El siguiente paso está en el hogar del sabio».
—Eso debe ser donde vive Shalom —dijo Mónica emocionada.
—Sí, vamos a mi casa —respondió Shalom.
Caminando con cuidado, llegaron a la cueva de Shalom. Allí, en la entrada, encontraron la última pista: «El tesoro está donde el sol se oculta detrás de las montañas».
Mónica, Dante y Shalom miraron hacia el horizonte y vieron la colina más alta del parque. Subieron juntos, y al llegar a la cima, cavaron en la tierra blanda y encontraron un cofre. Mónica abrió el cofre con emoción y descubrieron que estaba lleno de juguetes, golosinas y un montón de cometas de colores.
—¡Lo encontramos! —gritó Mónica con alegría—. ¡Gracias, Shalom! ¡Gracias, Dante!
Desde ese día, Mónica, Dante y Shalom se hicieron inseparables. Compartieron el tesoro con todos los niños del parque y siguieron viviendo muchas aventuras juntos. Dante ya no se sentía un perro callejero; había encontrado una familia en sus amigos y en el parque.
Y así, en aquel parque lleno de vida y alegría, Mónica, Dante y Shalom vivieron felices para siempre, disfrutando de cada nuevo día y de cada nueva aventura que les esperaba.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.