Mariela era una niña muy curiosa, siempre le apasionaba explorar el mundo que la rodeaba. Un día, mientras jugaba en el jardín de su casa, encontró algo muy peculiar. Era un diminuto agujero en la tierra, tan pequeño que casi no lo notó. Sin embargo, su curiosidad fue más fuerte que su precaución, así que, decidida a investigar, se inclinó más cerca y comenzó a observarlo.
A medida que miraba por el agujero, Mariela sintió una especie de vibración que parecía atraerla. De repente, un fuerte destello de luz surgió del interior y, en un abrir y cerrar de ojos, se encontró en un lugar completamente diferente. Era un mundo lleno de colores vibrantes, donde los árboles eran de un azul intenso y las flores parecían pintadas de arcoíris. Allí, todos los animales hablaban y se comportaban como si fueran personas.
Mientras tanto, en una pequeña colina cercana, había una ardilla llamada Esperanza, conocida por su carácter astuto y su habilidad para saltar de árbol en árbol. Esperanza estaba muy ocupada recolectando nueces cuando, de repente, se encontró con Mariela. La ardilla, al principio un poco desconcertada por la llegada de la niña, pronto se sintió intrigada y decidió acercarse.
—Hola, ¿quién eres tú? —preguntó Esperanza, mirándola con curiosidad.
—Soy Mariela —respondió la niña, sonriendo—. He llegado aquí por accidente, ¿puedes ayudarme a volver a casa?
Esperanza no quería ayudar a Mariela de inmediato. Internamente, se sentía un poco celosa. Hasta ese momento, había sido la reina de su pequeña colina y le preocupaba que Mariela pudiera robarle su encanto. Así que, en lugar de ofrecerle ayuda, decidió jugar con la situación.
—Claro que puedo ayudarte —dijo Esperanza con una sonrisa—, pero primero tienes que pasar una prueba. Si lo logras, te guiaré hacia el camino de vuelta.
Mariela asintió, no podía desperdiciar una oportunidad de regresar a casa. —¿Cuál es la prueba? —preguntó.
—Debes encontrar la «Nuez Mágica» —anunció Esperanza—. Se dice que da suerte a quien la tiene. Está escondida en el bosque, pero es un lugar lleno de peligros y sorpresas.
Mariela sintió un impulso de aventura que la llenó de valor. Sin pensarlo dos veces, aceptó el reto. Juntas, comenzaron a caminar hacia el bosque. A medida que avanzaban, Mariela se dio cuenta de que el bosque era, de hecho, un lugar sorprendente. Los árboles parecían susurrar sus secretos, y criaturas asombrosas saltaban y danzaban entre las ramas.
Mientras tanto, Esperanza continuaba jugando con su idea de que Mariela no debía conseguir la nuez mágica. Cada vez que encontraron un gran tronco caído o una cueva oscura, le decía a Mariela que esas eran pistas que podrían llevarlas a la nuez, aunque en realidad solo eran obstáculos innecesarios que complicaban el camino.
Después de un rato, se encontraron con un grupo de animales que estaban organizando una fiesta. Había un conejo que tocaba la guitarra, un pájaro que cantaba y un grupo de ratones que bailaban. La música y las risas llenaban el aire.
Mariela, emocionada, se acercó a ellos. —¡Hola! ¿Puedo unirme a la fiesta?
Esperanza se sintió celosa de la atención que recibía Mariela. Ella nunca había tenido una fiesta tan divertida. Entonces, decidió sabotear un poco la situación.
—Mariela no puede bailar, ¡es una humana y no sabe el baile del bosque! —gritó Esperanza, tratando de hacer que los otros animales se burlaran de Mariela.
Sin embargo, Mariela no se dejó desanimar. Al contrario, comenzó a mover los pies al ritmo de la música. Los otros animales se sorprendieron al ver su energía y comenzaron a animarla. La niña demostró que podía bailar con alegría y, de repente, todos se unieron para celebrar.
Al ver esto, Esperanza sintió que sus celos crecían, pero al mismo tiempo, se dio cuenta de que Mariela sólo quería divertirse. Así que se unió a los bailes, aunque de mala gana al principio. Sin embargo, una vez que comenzó a moverse, se dejó llevar por el ritmo y terminó disfrutando mucho más de lo que había esperado.
Pasando el rato con los animales y bailando al son de la música, Mariela olvidó completamente su misión de buscar la Nuez Mágica, y todos se divirtieron juntos. La diversión y las risas llenaron el espacio, y por un momento, las tensiones entre Mariela y Esperanza comenzaron a desvanecerse.
Finalmente, cuando la fiesta terminó y el sol comenzó a ponerse, los animales se despidieron, y Mariela y Esperanza se encontraron de nuevo.
—¿Sabes? —dijo Mariela—, he pasado un gran día, y no me importaría buscar la nuez mañana si tú me ayudas.
Esperanza, que había aprendido a apreciar la compañía de Mariela, se sintió un poco avergonzada por haber sido deshonesta. Se había dejado llevar por la envidia, pero lo que había compartido con Mariela en la fiesta la hizo sentir que la amistad era más importante que ser la única en destacar.
—Claro, me gustaría ayudarte —respondió Esperanza con sinceridad—. Mañana podemos buscar juntas la Nuez Mágica y ver qué más aventuras nos esperan.
Mariela sonrió, feliz de haber encontrado un nuevo amigo. Decidieron regresar a la colina de Esperanza para descansar y prepararse para su nueva aventura al día siguiente. Mientras caminaban, Mariela se dio cuenta de que las diferencias que había entre ellas no importaban tanto como la alegría de compartir momentos juntos.
Al día siguiente, después de un desayuno con frutas frescas que encontraron en el bosque, se pusieron en marcha en busca de la Nuez Mágica. Comenzaron a explorar un área que no habían recorrido el día anterior. Pasaron por frondosos arbustos y sobre grandes rocas cubiertas de musgo, y la emoción las fue llenando mientras imaginaban las posibilidades de lo que podrían encontrar.
De repente, encontraron una cueva. La entrada estaba cubierta de enredaderas verdes, y una luz parpadeante se escapaba de su interior. Ambas miraron a su alrededor, sintiendo que este podría ser el lugar donde se escondía la Nuez Mágica.
—Vamos a entrar —sugirió Mariela con valentía—. Tal vez la Nuez Mágica esté esperándonos adentro.
Esperanza, sintiéndose un poco nerviosa pero emocionada, asintió. Entraron juntas en la cueva, y a medida que avanzaban, la luz se hacía más brillante. En el centro de la cueva, encontraron un pequeño altar donde estaba la Nuez Mágica, brillando con colores vibrantes.
Mariela se acercó un poco más. —¡Lo logramos! ¡Encontramos la Nuez Mágica! —exclamó llena de alegría.
Esperanza no podía creerlo. Su inclinación inicial a estar celosa se desvaneció de inmediato, eclipsada por la emoción de descubrir algo tan hermoso junto a su nueva amiga. Amarilla, verde, roja y azul, la nuez parecía contener todo el esplendor del mundo mismo.
—Mariela, deberíamos compartirla con todos los animales del bosque. Sería genial tener una fiesta en la que todos puedan disfrutar de su magia. —sugirió Esperanza.
Mariela sonrió, completamente de acuerdo con la idea. Así que decidieron organizar una celebración en el bosque, pero esta vez, era para agradecer a todos sus amigos y a la Nuez Mágica por la alegría que habían traído a sus vidas.
Y así, durante toda la tarde y hasta la noche, organizaron todo para la gran fiesta. Invitaron a todos los amigos que habían hecho anteriormente, y juntos, bailaron, cantaron, comieron y se divirtieron. Mariela y Esperanza se unieron en una sola voz de alegría y hermandad. La Nuez Mágica se convirtió en el símbolo de su amistad y de todas las aventuras por venir.
A medida que la noche caía, y los destellos de las estrellas comenzaban a brillar, Mariela comprendió que la verdadera magia no provenía solo de la nuez brillante, sino de la diversión compartida, la amistad y la superación de los celos. Todo lo que había vivido la ayudó a entender que cada uno de nosotros es especial a su manera, y que no hay razón para sentir envidia.
Mariela sabía que quería volver a casa, pero no se iría sin antes agradecer a Esperanza y a todos los nuevos amigos que había hecho durante su aventura.
La fiesta continuó, y cada animal, cada destello de luz y cada risa resonó en el bosque, recordando que a veces, los opuestos pueden unirse, aprendiendo uno del otro para formar bellas amistades y vivir aventuras inolvidables. Y así, con el corazón lleno de alegría, Mariela hizo una promesa: siempre volvería a visitar a sus amigos en ese mundo mágico que había encontrado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.