Cuentos de Animales

El Valor de la Amistad

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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En lo profundo de un prado verde y amplio, donde los árboles susurraban con el viento y el sol bañaba todo con su cálida luz, vivían cinco amigos inseparables. Estos amigos eran muy diferentes entre sí, pero compartían algo que los unía más que cualquier otra cosa: una amistad inquebrantable.

Cleo, la gatita gris, era la más traviesa del grupo. Con su pelaje suave y sus ojos azules brillantes, siempre estaba buscando alguna aventura. A Cleo le encantaba correr entre los árboles, escalar las ramas más altas y hacer pequeñas bromas a sus amigos, aunque siempre con una gran sonrisa.

Bombón, la coneja marrón claro, era la líder del grupo, no porque lo quisiera, sino porque sus amigos confiaban en su buen juicio. Bombón era rápida, curiosa, y siempre sabía exactamente qué decir para que todos se sintieran bien. Con sus orejas largas y sus grandes ojos marrones, era difícil no confiar en ella.

Luego estaba Candy, la gatita de pelaje naranja y esponjoso, con ojos verdes tan profundos como un bosque. Candy era la más tranquila de todos, la que siempre tenía una palabra amable y un gesto cariñoso para sus amigos. Le gustaba sentarse bajo la sombra de un árbol y observar la naturaleza, pero cuando se trataba de ayudar a un amigo, era la primera en estar allí.

Julieta, la coneja blanca de nariz rosada, era pura energía. Siempre estaba saltando de un lado a otro, llena de entusiasmo por cualquier cosa que hicieran. Era la chispa que mantenía a todos en movimiento, con su risa contagiosa y su amor por los juegos.

Y, por último, estaba Cleo el koala. A pesar de compartir nombre con Cleo la gatita, eran muy diferentes. Cleo el koala era el pensador del grupo. Con su suave pelaje gris y sus grandes orejas redondeadas, solía moverse lentamente, siempre reflexionando antes de actuar. Aunque algunos lo confundían con pereza, sus amigos sabían que cuando Cleo tomaba una decisión, era porque lo había pensado bien.

Una mañana soleada, los cinco amigos decidieron reunirse en el prado para pasar el día juntos. Bombón, como de costumbre, había planeado algo especial.

“Hoy es el Día de la Amistad”, dijo Bombón, sonriendo mientras se sentaba en un claro lleno de flores. “Tenemos que hacer algo para celebrarlo”.

Julieta saltó de inmediato de un lado a otro, emocionada. “¡Podemos hacer una carrera! ¡O jugar a las escondidas! ¡O tal vez construir una torre de piedras!”

Cleo la gatita sonrió con picardía. “¿Y si en lugar de una torre de piedras, hacemos una broma amistosa a alguien? Solo por diversión.”

Candy, siempre la más pacífica, sacudió la cabeza suavemente. “Creo que deberíamos hacer algo que todos disfrutemos. Tal vez un pícnic, y luego compartir nuestras historias favoritas de cuando nos conocimos.”

Cleo el koala, como siempre, tomó su tiempo antes de hablar. “¿Qué tal si combinamos un poco de todo? Primero jugamos un rato, luego comemos, y terminamos con nuestras historias de amistad.”

Todos estuvieron de acuerdo en que era un buen plan, así que comenzaron a organizarse.

Primero, jugaron a las escondidas. Julieta, con su agilidad de coneja, era casi imposible de atrapar. Saltaba entre los arbustos y se deslizaba entre las flores, mientras Cleo la gatita corría detrás de ella, maullando con frustración cada vez que la perdía de vista.

Bombón, siempre astuta, se escondió detrás de un tronco caído, observando a sus amigos con una sonrisa. Candy, por su parte, no tenía ningún interés en esconderse realmente; simplemente se tumbó bajo un árbol y esperó a que los demás la encontraran.

El juego terminó con Cleo el koala siendo el último en ser encontrado. Se había escondido, como era de esperar, en lo alto de un árbol, donde todos se olvidaron de buscar.

Después de mucho correr y reír, todos se sentaron juntos para el pícnic. Bombón había traído zanahorias frescas, Julieta aportó bayas que había recogido por la mañana, y Candy trajo unas hojas de menta que había encontrado cerca del río. Cleo la gatita, en su estilo típico, había “tomado prestado” un pastel de frutas que había encontrado en una cabaña cercana, mientras que Cleo el koala, fiel a su naturaleza, se limitó a traer algunas hojas de eucalipto.

Mientras comían, comenzaron a recordar cómo se habían hecho amigos.

“Recuerdo el primer día que conocí a Candy”, dijo Cleo la gatita, relamiéndose las patas después de comer un trozo de pastel. “Me asustó cuando saltó de la nada desde un arbusto, pero luego me dio una flor. Desde ese momento, supe que seríamos amigas.”

Candy sonrió suavemente. “Nunca he sido muy buena para las bromas, pero pensé que una flor podría ser una buena manera de romper el hielo.”

Bombón se rió. “Yo recuerdo cuando conocí a Julieta. Estaba corriendo tan rápido que chocó contra mí y ambos caímos rodando colina abajo. Al final, estábamos cubiertas de barro, pero no podíamos parar de reír.”

Julieta asintió, riendo también. “Sí, ese fue el mejor día. Después de eso, supe que Bombón siempre estaría ahí para divertirse.”

Cleo el koala, como siempre, esperó pacientemente a que los demás hablaran antes de compartir su historia. “A mí me tomó más tiempo unirme al grupo. Solía quedarme solo, pensando que tal vez no encajaría. Pero un día, cuando me sentí triste, todos ustedes me encontraron y me invitaron a jugar. Desde entonces, he sabido que la amistad no se trata de ser igual a los demás, sino de aceptarse tal como somos.”

Las palabras de Cleo el koala hicieron que todos se quedaran en silencio por un momento, reflexionando sobre lo que significaba tener una amistad tan especial.

“Es cierto,” dijo Bombón suavemente. “Cada uno de nosotros es diferente, pero eso es lo que hace que nuestra amistad sea tan fuerte.”

Julieta, siempre tan animada, dio un pequeño salto. “¡Somos como las piezas de un rompecabezas! ¡Encajamos perfectamente cuando estamos juntos!”

Cleo la gatita, sonriendo con su típica picardía, añadió: “Y lo mejor es que nunca dejamos de divertirnos, porque siempre hay algo nuevo que aprender unos de otros.”

El día siguió hasta que el sol comenzó a ocultarse, tiñendo el cielo de tonos rosados y dorados. Los cinco amigos, ya cansados pero felices, se recostaron en la hierba, observando cómo las estrellas comenzaban a aparecer.

“Hoy ha sido un buen día,” murmuró Candy, acurrucada al lado de Cleo la gatita.

“Sí,” respondió Cleo el koala con su voz tranquila. “Pero lo mejor de todo es que, aunque el día termine, nuestra amistad siempre seguirá.”

Bombón, Julieta, Cleo la gatita y Candy asintieron en silencio. Sabían que, aunque el prado podía cambiar con las estaciones, y ellos mismos podían vivir diferentes aventuras, siempre encontrarían el camino de regreso a este lugar, donde su amistad había echado raíces tan profundas como los árboles que los rodeaban.

Y así, bajo el cielo estrellado, los cinco amigos prometieron seguir cuidando su amistad, sabiendo que, mientras se tuvieran unos a otros, nunca estarían solos.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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