Había una vez, en un pequeño y tranquilo pueblo, una niña llamada Elena. Elena tenía el cabello rizado y siempre llevaba vestidos de colores brillantes. Tenía un amigo muy especial llamado Milú, un perrito de orejas largas y cola siempre moviéndose de un lado a otro. Elena y Milú eran inseparables. Jugaban juntos todos los días y vivían muchas aventuras.
Un día, mientras jugaban en el jardín, Elena dijo: «Milú, ¿vamos a explorar el bosque encantado?» Milú ladró felizmente, como si entendiera perfectamente lo que Elena había dicho. Juntos, se adentraron en el bosque que estaba justo al lado de su casa.
El bosque era un lugar mágico, lleno de árboles altos y flores de todos los colores. Los pájaros cantaban melodías alegres y las mariposas revoloteaban a su alrededor. Elena y Milú caminaban curiosos, observando todo lo que el bosque tenía para mostrarles.
De repente, escucharon un sonido suave, como un susurro. Era un pequeño conejo blanco que parecía estar en problemas. Elena se acercó y preguntó: «¿Qué te pasa, pequeño conejo?» El conejo, con una voz muy suave, respondió: «Estoy perdido y no encuentro a mi familia.» Elena, con su gran corazón, dijo: «No te preocupes, te ayudaremos a encontrar a tu familia.»
Elena y Milú, junto con su nuevo amigo el conejo, siguieron caminando por el bosque. En su camino, encontraron a una ardilla que estaba recolectando nueces. Elena preguntó: «¿Has visto a la familia del pequeño conejo?» La ardilla respondió: «Sí, los vi cerca del gran roble al final del sendero.» Elena y Milú agradecieron a la ardilla y siguieron su camino.
Mientras caminaban, Elena pensó en lo importante que era ayudar a los demás. «Todos tenemos derechos,» dijo ella, «y uno de esos derechos es estar con nuestra familia.» Milú ladró de acuerdo, como siempre entendiendo cada palabra de Elena.
Al llegar al gran roble, encontraron a la familia del conejo. Estaban muy contentos de ver al pequeño conejo sano y salvo. La mamá conejo abrazó a Elena y le dijo: «Gracias por traer de vuelta a mi pequeño. Eres muy amable.» Elena sonrió y dijo: «Es lo correcto. Todos debemos ayudarnos.»
Después de despedirse de la familia del conejo, Elena y Milú continuaron explorando el bosque. Encontraron un riachuelo donde los peces nadaban felices. Elena se sentó en una roca y dijo: «Milú, el agua limpia es un derecho importante para todos los animales y las personas.» Milú bebió un poco de agua y movió la cola en señal de acuerdo.
Más tarde, encontraron un grupo de pájaros construyendo nidos. Los pájaros cantaban alegremente y Elena se unió a ellos cantando una melodía. «Todos tenemos el derecho de tener un hogar,» dijo Elena, «y estos pájaros están construyendo el suyo.» Milú miró los nidos y ladró suavemente, como si también estuviera de acuerdo.
Elena y Milú se encontraron con muchos otros animales en su camino. Cada uno de ellos tenía una historia que contar y derechos que eran importantes. Aprendieron sobre el derecho a la comida, al agua, a la familia y a la seguridad. Elena se sintió muy feliz de poder ayudar a los animales y de aprender tanto de ellos.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.