Cuentos de Animales

La Aventura Andina de Leo, Carmen, Marcos y Sofía

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En lo alto de las montañas andinas, donde el cielo parece tocar la tierra y las nubes se confunden con las cumbres, vivía una familia muy unida. Estaba formada por Leo, un niño curioso y valiente; su hermana Carmen, que siempre tenía una sonrisa para todos; y sus primos, Marcos y Sofía, dos niños llenos de energía y creatividad. Juntos, pasaban sus días explorando los valles y montañas, acompañados por su fiel rebaño de llamas y alpacas.

Una mañana, mientras el sol dorado comenzaba a iluminar las cimas nevadas, Leo despertó con una sensación de emoción en el pecho. Había escuchado a los mayores del pueblo hablar sobre un antiguo tesoro escondido en las montañas, un tesoro que, según la leyenda, solo podía ser encontrado por aquellos con un corazón puro y valiente. Decidido a vivir una gran aventura, Leo reunió a Carmen, Marcos y Sofía y les contó sobre su plan.

—¿Qué les parece si vamos a buscar el tesoro escondido? —preguntó Leo, con los ojos brillantes de entusiasmo.

Carmen, siempre lista para una nueva aventura, asintió con entusiasmo. Marcos y Sofía, aunque un poco nerviosos, no podían resistir la emoción de la propuesta. Juntos, empacaron provisiones, abrigos y, por supuesto, algunos amuletos de la suerte que sus abuelos les habían dado.

Empezaron su viaje temprano en la mañana, cuando el rocío todavía cubría la hierba y el aire fresco llenaba sus pulmones. Caminando por senderos estrechos y cruzando riachuelos cristalinos, los niños se maravillaban con la belleza de su entorno. Las llamas y alpacas, con sus pasos seguros y tranquilos, los seguían de cerca, como si también fueran parte de la búsqueda del tesoro.

Después de varias horas de caminata, llegaron a un lugar conocido como «La Cueva del Cóndor». Según la leyenda, era allí donde comenzaba el camino hacia el tesoro. La entrada de la cueva era oscura y misteriosa, pero Leo, con su valentía habitual, fue el primero en adentrarse, seguido de cerca por los demás.

Dentro de la cueva, la luz del sol se filtraba a través de pequeñas grietas en el techo, creando un ambiente mágico y lleno de sombras danzantes. Los niños avanzaron con cuidado, utilizando linternas que habían traído consigo. Mientras caminaban, encontraron antiguos dibujos en las paredes, representando historias de tiempos pasados y héroes olvidados.

De repente, un ruido fuerte resonó en la cueva, haciendo eco en todas direcciones. Marcos, que iba a la zaga, tropezó con una piedra y cayó, rodando hasta detenerse junto a un gran bloque de piedra. Carmen y Sofía corrieron a ayudarlo, mientras Leo examinaba la piedra. En ella, había inscripciones que parecían formar un rompecabezas.

—Esto debe ser una pista —dijo Leo, observando detenidamente los símbolos.

Juntos, los niños descifraron el mensaje, que hablaba de un «puente de luz» que solo aparecería al atardecer. Con renovada determinación, salieron de la cueva y continuaron su viaje hacia la cima de la montaña, donde creían que encontrarían el puente.

El sol comenzaba a ponerse cuando llegaron a la cima, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. Frente a ellos, apareció un arco iris que parecía surgir de la nada, iluminando un camino invisible a través del abismo. Era el puente de luz del que hablaba la inscripción.

Con cuidado y mucha emoción, los niños cruzaron el puente, guiados por el resplandor del arco iris. Al otro lado, encontraron una pequeña meseta cubierta de flores brillantes y en el centro, un cofre antiguo adornado con símbolos dorados. Leo abrió el cofre con manos temblorosas, y dentro encontraron joyas, monedas de oro y un pergamino.

El pergamino, al ser desenrollado, reveló un mensaje escrito en una caligrafía elegante. Decía: «El verdadero tesoro no está en las riquezas materiales, sino en la valentía, la amistad y el amor que compartimos. Que este regalo os recuerde siempre el valor de vuestra unión y el poder de los sueños».

Los niños se miraron, comprendiendo el verdadero significado de su aventura. No solo habían encontrado un tesoro material, sino que también habían fortalecido su vínculo y descubierto la importancia de trabajar juntos. Decidieron compartir su hallazgo con el pueblo, asegurándose de que todos pudieran beneficiarse de su buena fortuna.

El regreso al pueblo fue lleno de alegría y canciones. Al llegar, fueron recibidos como héroes y compartieron su historia y el tesoro con todos. Los ancianos del pueblo sonrieron, sabiendo que las leyendas eran verdaderas y que el espíritu del tesoro vivía en los corazones de los jóvenes aventureros.

Desde ese día, Leo, Carmen, Marcos y Sofía se convirtieron en guardianes de la historia del tesoro, inspirando a otros niños a explorar, soñar y valorar la amistad. Y así, en lo alto de las montañas andinas, una nueva leyenda comenzó a contarse, una leyenda de valentía, unión y el verdadero significado del tesoro.

Y colorín colorado, esta aventura andina ha terminado.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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