En un rincón secreto de la selva, donde los árboles tocaban el cielo y las flores susurraban historias al viento, vivían tres amigos muy especiales: Serpiente Andreu, Tortuga Aguilar y Cocodrilo Del Pino. Cada uno de ellos era único en su especie y juntos compartían aventuras y desafíos.
Serpiente Andreu era valiente, inteligente y muy fuerte. Su piel verde brillaba bajo el sol de la selva, y su mirada era tan penetrante que parecía ver más allá de las sombras del bosque. Tortuga Aguilar, siempre alegre y optimista, llevaba su casa a cuestas y nunca perdía la esperanza, ni siquiera en los días más oscuros. Cocodrilo Del Pino, por otro lado, era conocido por ser bastante agresivo e inteligente, pero con pocos amigos debido a su temperamento.
Un día, una gran sequía llegó a la selva, secando ríos y marchitando plantas. La comida y el agua se volvieron escasas, y los animales de la selva empezaron a preocuparse por su supervivencia. Ante esta grave situación, Serpiente Andreu propuso una expedición al lago más cercano, conocido como el Lago Encantado, que se decía nunca se secaba y estaba lleno de vida.
Los tres amigos partieron al amanecer, deslizándose a través de la espesura. Cocodrilo Del Pino, aunque reticente al principio por tener que compartir su posible hallazgo, sabía que necesitaba la astucia de Serpiente Andreu y el optimismo de Tortuga Aguilar para llegar al lago.
Después de un largo y arduo viaje, llegaron a las orillas del Lago Encantado. El agua brillaba bajo el sol como un espejo, rodeada de frondosos árboles y flores exóticas. Sin embargo, al llegar, Cocodrilo Del Pino mostró su verdadera naturaleza. Decidió que él sería el único en disfrutar de las aguas abundantes y trató de echar a sus amigos.
—Este lago es mío —gruñó Cocodrilo Del Pino, mostrando sus grandes dientes—. ¡Nadie más puede beber sin mi permiso!
Serpiente Andreu y Tortuga Aguilar, sorprendidos y tristes por la actitud de su amigo, intentaron razonar con él. Le recordaron que la verdadera amistad se basa en compartir, especialmente en tiempos de necesidad.
—Cocodrilo Del Pino, recuerda que la selva nos enseña a vivir juntos y a ayudarnos unos a otros —dijo Serpiente Andreu con voz firme pero calmada.
—No podemos sobrevivir solos, necesitamos compartir lo que la naturaleza nos ofrece —añadió Tortuga Aguilar con una sonrisa, esperando suavizar el duro corazón del cocodrilo.
Cocodrilo Del Pino, al principio, se mantuvo firme en su decisión. Pero después de ver cómo Serpiente Andreu y Tortuga Aguilar se alejaban tristemente, comenzó a sentirse solo. La noche cayó sobre la selva, y el cocodrilo no pudo evitar notar el silencio frío que lo rodeaba.
Pensando en las palabras de sus amigos, Cocodrilo Del Pino se dio cuenta de su error. Corrió (o mejor dicho, se deslizó rápidamente) hacia ellos, alcanzándolos justo cuando estaban a punto de abandonar el lago.
—¡Esperen! —exclamó Cocodrilo Del Pino, casi sin aliento—. He sido un tonto. La amistad vale más que cualquier lago, incluso uno encantado. Por favor, volvamos y compartamos juntos este regalo.
Serpiente Andreu y Tortuga Aguilar, al ver el cambio en su amigo, sonrieron y juntos regresaron al lago. Desde ese día, Cocodrilo Del Pino aprendió la importancia de compartir y ser un buen amigo. Los tres pasaron el resto de la temporada de sequía en el Lago Encantado, cuidando uno del otro y asegurándose de que todos los animales de la selva tuvieran acceso al agua y alimento que el lago proporcionaba.
El comportamiento de Cocodrilo Del Pino cambió tanto que incluso comenzó a ayudar a otros animales que llegaban al lago, guiándolos a los mejores lugares para beber y descansar. La selva entera empezó a notar el cambio, y pronto, Cocodrilo Del Pino, quien una vez fue temido y evitado, se convirtió en uno de los más respetados y queridos entre ellos.
Serpiente Andreu, con su inteligencia y valentía, se encargó de explorar los alrededores, asegurando que el área fuera segura para todos. Tortuga Aguilar, siempre optimista, organizaba reuniones y juegos para los jóvenes animales, enseñándoles la importancia de vivir en armonía con la naturaleza y entre ellos.
Juntos, no solo sobrevivieron a la sequía, sino que también construyeron una comunidad donde todos se sentían bienvenidos y protegidos. El Lago Encantado se convirtió en un símbolo de unidad y esperanza, un lugar donde la envidia y el egoísmo no tenían cabida.
Al final de la temporada de sequía, cuando las lluvias finalmente regresaron y rejuvenecieron la selva, los tres amigos se sentaron a orillas del lago para contemplar el hermoso hogar que habían protegido y mejorado juntos. Reflexionaron sobre las lecciones aprendidas y la fuerza de la amistad que habían fortalecido.
—Gracias a ambos por no darme la espalda cuando más lo necesitaba —dijo Cocodrilo Del Pino, mirando a sus amigos con gratitud.
—Y gracias a ti por aprender y crecer con nosotros —respondió Serpiente Andreu, con una sonrisa astuta.
—La selva es grande y el mundo es vasto, pero no hay nada que no podamos enfrentar juntos —añadió Tortuga Aguilar, cerrando sus ojos para disfrutar de la brisa fresca.
El sol se puso, pintando el cielo de tonos naranjas y rosados, y la paz reinaba en la selva una vez más. Los tres amigos sabían que, sin importar qué desafíos les esperaran en el futuro, su amistad y su compromiso con su comunidad serían su mayor fortaleza.
Moraleja: Compartir no solo enriquece a quienes nos rodean, sino que también nos enriquece el corazón. A través de la amistad y la colaboración, podemos superar cualquier desafío y hacer de nuestro mundo un lugar mejor para todos.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.