En una granja muy divertida, donde vivían muchos animales, había una gallina roja muy emprendedora llamada Clara. Clara era una gallina inteligente y siempre estaba buscando nuevas maneras de hacer felices a los demás. Su mejor amigo era un pato llamado Pablo. Pablo era un pato alegre que siempre acompañaba a Clara en sus aventuras. Juntos, formaban un gran equipo.
Un día, Clara miró a su alrededor y se dio cuenta de que su granja podía ser aún más divertida. “¡Pablo! – dijo Clara emocionada – hoy quiero hacer algo especial para que todos los animales de la granja se diviertan y se traten con amabilidad. ¿Te gustaría ayudarme?” Pablo, que siempre estaba listo para la diversión, aleteó sus alas y exclamó: “¡Sí! ¡Vamos a hacer algo increíble!”
Mientras Clara y Pablo pensaban en su idea, se acercaron al establo donde vivía un cerdo llamado Carlos. Carlos era un cerdo muy juguetón. Le encantaba rodar en el barro y jugar con sus amigos. Clara se dirigió a Carlos y le dijo: “¡Hola, Carlos! Estamos planeando algo especial para todos los animales de la granja. ¿Quieres unirte a nosotros?”
Carlos se levantó de su barro y dijo con entusiasmo: “¡Claro que sí, Clara! Me gustaría ayudar. ¿Qué necesitas que haga?” Clara pensó por un momento y dijo: “Necesitamos organizar una fiesta con juegos y muchas sorpresas. Pero yo no puedo hacerlo sola, ¡así que tu ayuda será maravillosa!”
Carlos sonrió y se unió al equipo, pero había otro amigo en la granja que podía ser muy útil. Se trataba de una oveja llamada Lía. Lía era conocida por su habilidad para contar historias y hacer que todos se sintieran cómodos. Así que, Clara, Pablo y Carlos decidieron ir a buscar a Lía.
Cuando llegaron al prado donde Lía estaba pastando, Clara la saludó. “¡Hola, Lía! Estamos organizando una fiesta y pensamos que tus historias podrían hacerla aún más divertida. ¿Te gustaría venir?” Lía, dando un salto feliz, respondió: “¡Por supuesto! Me encantaría contar mis historias en la fiesta. Será muy divertido.”
Con los cuatro animalitos reunidos, comenzaron a planificar todos los detalles de la gran fiesta. Clara sugirió que podrían hacer una carrera de obstáculos con ramas, piedras y algunos montones de paja. Carlos, mientras reía, dijo: “¡Eso suena genial! A mí me gusta brincar, ¡seré el más rápido de todos!” Pablo, que siempre estaba dispuesto a zambullirse en el agua, sugirió un juego de saltos en el estanque donde viviría un pato amigo llamado Felipe. “Felipe siempre hace saltos increíbles,” comentó Pablo, “y podría enseñarnos.”
Así que Clara se acercó al estanque y llamó a Felipe. “¡Felipe! ¿Te gustaría unirte a nosotros en la fiesta de la granja?” Felipe, que estaba nadando plácidamente, salió del agua a hacer un salto. “¡Por supuesto! Me encantaría enseñarles mis mejores saltos,” dijo. Y así que Felipe se unió al grupo.
Con todos ya listos, Clara, Pablo, Carlos y Lía se dividieron las tareas. Clara y Pablo se encargarían de los juegos. Carlos se encargó de recoger ramas y piedras para la carrera de obstáculos. Y Lía, con su gran corazón, se puso a preparar historias divertidas para contar en la fiesta. Todos estaban emocionados y trabajaron juntos durante toda la mañana.
Finalmente, llegó la hora de la fiesta. Todos los animales de la granja, incluidos los caballos, las vacas y los patitos, llegaron a participar. La carrera de obstáculos fue un gran éxito; Carlos fue muy rápido, pero todos se divirtieron mucho intentándolo. Luego, Felipe mostró sus saltos y todos aplaudieron con alegría. Fue un espectáculo maravilloso.
Después de correr y saltar, Clara llamó a todos para escuchar historias. Todos los animales se sentaron alrededor de Lía, que comenzó a contar cuentos de animales valientes, de aventuras en el campo y de un erizo que un día encontró un diamante brillante en el jardín. Los animales escuchaban con atención y a veces soltaban risas mientras Lía contaba sus historias.
La tarde pasó volando y todos estaban felices disfrutando de la fiesta. Clara se sintió muy satisfecha. Miró a su alrededor y vio a sus amigos riendo, jugando y disfrutando. En ese momento, entendió algo muy importante: cuando trabajas en equipo y te unes con tus amigos, puedes hacer cosas maravillosas.
La fiesta continuó hasta que el sol comenzó a ocultarse. Los animales se despidieron, llenos de alegría. Clara se giró hacia sus amigos, Carlos, Pablo y Lía, y les dijo: “¡Hoy fue un día increíble! Gracias por ayudarme a hacer esta fiesta tan especial.” Todos sonrieron y se dieron un abrazo, llenos de felicidad por haber compartido juntos ese hermoso día.
De esta manera, aprendieron que hacer cosas con amigos no solo es divertido, sino que también crea lazos que duran para siempre. Clara, Pablo, Carlos y Lía se convirtieron en los mejores amigos de la granja, y siempre que se reunían, recordaban la maravillosa fiesta que organizaron juntos.
Así terminó un hermoso día en la granja, donde la amistad, la cooperación y mucha diversión se convirtieron en los protagonistas de la historia. Todos aprendieron que trabajando en equipo, se puede lograr cualquier cosa y, sobre todo, que la diversión se multiplica cuando se comparte con quienes amamos. ¡Y así, viviendo felices, esperaban juntos su próxima aventura!
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.