En un hermoso y soleado bosque vivía un niño llamado Unai. Unai tenía el pelo corto y castaño, y siempre vestía una camiseta azul y unos pantalones cortos verdes. Aunque Unai era muy feliz, había algo que siempre deseaba con todo su corazón: tener a alguien con quien compartir sus aventuras y juegos en casa. Aunque disfrutaba mucho jugando con sus tíos, sus papás y sus abuelos, y aunque también se divertía en la escuelita, sentía que le faltaba algo muy importante.
Unai pasaba sus días explorando el bosque, saltando sobre las hojas caídas, trepando árboles y jugando con los animalitos que vivían allí. Había conejitos blancos, ardillas traviesas y pajaritos de colores que siempre acompañaban a Unai en sus travesuras. Pero a pesar de toda la diversión, Unai soñaba con tener un hermano o hermana que compartiera esas aventuras con él.
Un día, sus papás le dieron una noticia maravillosa. Le dijeron que pronto tendría una hermanita. Unai estaba tan emocionado que no podía esperar para conocerla. Soñaba con todas las cosas que harían juntos. Decía, «Cuando mi hermanita crezca, le mostraré todos los rincones secretos del bosque. Juntos, seremos los mejores exploradores del mundo.»
Pasaron los meses y finalmente llegó el día en que Daira, su hermanita, nació. Daira era una bebé preciosa con el cabello rubio y rizado, y siempre vestía un lindo vestidito rosa. Unai estaba tan feliz de tenerla en casa. Aunque Daira era muy pequeña y no podía hacer muchas cosas todavía, Unai ya estaba planeando todas las aventuras que vivirían juntos.
Unai pasaba mucho tiempo al lado de Daira, contándole historias sobre el bosque y los animalitos que vivían allí. «Daira, cuando crezcas un poquito más, te llevaré a conocer a mis amigos los conejitos. Son muy divertidos y les encanta jugar a esconderse entre los arbustos,» le decía con entusiasmo.
Cada día, Unai inventaba nuevos juegos y canciones para entretener a su hermanita. Aunque Daira solo podía sonreír y balbucear, Unai sabía que ella disfrutaba cada momento. Él se sentía como un verdadero hermano mayor, cuidando y protegiendo a su pequeña hermana.
El tiempo pasó y Daira empezó a crecer. Primero comenzó a gatear, y Unai estaba siempre a su lado, animándola y aplaudiendo cada pequeño logro. «¡Muy bien, Daira! Pronto estarás corriendo conmigo por el bosque,» le decía mientras ella se reía y trataba de alcanzar sus juguetes.
Cuando Daira dio sus primeros pasos, Unai se sintió más feliz que nunca. Sabía que las grandes aventuras que había imaginado estaban cada vez más cerca. Unai llevó a Daira al bosque por primera vez. La pequeña Daira, con sus ojos brillantes de curiosidad, miraba todo a su alrededor. Unai la tomó de la mano y le mostró los árboles altos, las flores coloridas y los animalitos juguetones.
«Este es el conejito Pipo,» dijo Unai señalando a un conejito blanco que estaba comiendo una zanahoria. «Y aquella es la ardilla Lila. Le encanta coleccionar nueces.» Daira observaba todo con asombro y trataba de imitar a su hermano mayor en todo lo que hacía.
Un día, mientras exploraban el bosque, encontraron un pequeño claro lleno de flores. Unai decidió que ese sería su lugar especial. «Aquí, Daira, es donde vendremos a jugar y a contar historias,» le dijo mientras recogía una flor y se la daba a su hermana. Daira sonrió y balbuceó felizmente.
Las aventuras de Unai y Daira se volvieron cada vez más emocionantes. Unai le enseñó a Daira a trepar árboles, a saltar sobre los charcos después de la lluvia y a hacer coronas de flores. Juntos, inventaron cuentos sobre dragones y princesas, y cada día era una nueva oportunidad para explorar y descubrir algo nuevo.
Unai se sentía muy orgulloso de ser el hermano mayor de Daira. Sabía que siempre estarían juntos, cuidándose y apoyándose en cada paso del camino. Daira, por su parte, adoraba a su hermano y seguía cada uno de sus pasos con admiración y amor.
Unai también le enseñó a Daira la importancia de cuidar el bosque y a sus habitantes. «Debemos ser amigos de la naturaleza, Daira. Los árboles, las flores y los animales necesitan nuestro cariño y respeto,» le decía mientras plantaban juntos un pequeño árbol en su claro especial.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.