En una selva verde y frondosa, vivían muchos animales, pero entre ellos había un grupo muy especial de amigos: una Serpiente de escamas verdes brillantes, un Elefante con grandes orejas y una expresión amistosa, una pequeña ave llamada Viviña con plumas azules resplandecientes, una alta Jirafa con manchas distintivas, y una diminuta Mariquita con manchas rojas y negras.
Cada día, la selva era un lugar lleno de aventuras para estos amigos. Un día, mientras el sol brillaba alto en el cielo, decidieron reunirse en su lugar favorito, un claro rodeado de árboles altos y flores de colores. La Serpiente se deslizó entre la hierba, mientras el Elefante avanzaba lentamente, agitando sus grandes orejas para espantar a las moscas. Viviña volaba de árbol en árbol, cantando alegremente, y la Jirafa caminaba con elegancia, observando todo desde su gran altura. La Mariquita se posó en una hoja, disfrutando del cálido sol.
“Hoy deberíamos hacer algo especial,” sugirió Viviña, posándose en la trompa del Elefante.
“¿Qué podríamos hacer?” preguntó la Jirafa, inclinando su largo cuello para escuchar mejor.
La Serpiente, que siempre tenía ideas interesantes, siseó suavemente. “He escuchado que hay un gran tesoro escondido en algún lugar de la selva. Podríamos intentar encontrarlo.”
Los ojos de todos se iluminaron con entusiasmo. “¡Sí, vamos a buscar el tesoro!” exclamó la Mariquita, aleteando sus pequeñas alas.
Así que, con mucha emoción, los cinco amigos emprendieron su aventura en busca del tesoro escondido. Caminaron y caminaron, explorando cada rincón de la selva. Pasaron por ríos cristalinos, escalando montañas de roca y cruzando puentes de lianas.
Después de un largo rato de búsqueda, llegaron a una cueva oscura y misteriosa. La entrada estaba cubierta de enredaderas y apenas se veía la luz del sol en su interior. “Creo que el tesoro podría estar ahí dentro,” dijo la Serpiente, deslizándose hacia adelante.
El Elefante, siempre valiente, se adelantó primero, levantando su trompa para despejar el camino. Viviña voló sobre su cabeza, iluminando el camino con su resplandor azul. La Jirafa tuvo que agachar su largo cuello para entrar, y la Mariquita se posó en el hombro del Elefante.
Dentro de la cueva, encontraron un camino estrecho que los llevó a una gran sala iluminada por cristales brillantes en las paredes. En el centro de la sala, había un cofre antiguo y polvoriento. “¡Ahí está el tesoro!” exclamó Viviña, volando rápidamente hacia el cofre.
El Elefante usó su trompa para abrir el cofre, y dentro encontraron joyas relucientes, monedas de oro y piedras preciosas de todos los colores. Todos se quedaron maravillados, pero entonces la Serpiente notó algo extraño. “Miren, hay un pergamino aquí,” dijo, señalando un viejo documento enrollado.
La Jirafa lo recogió con cuidado y lo desenrolló. En el pergamino, había un mensaje escrito: “El verdadero tesoro no está en las riquezas, sino en la amistad y las aventuras que comparten juntos.”
Los cinco amigos se miraron y sonrieron. Aunque el cofre estaba lleno de cosas valiosas, se dieron cuenta de que lo más importante era la aventura que habían vivido juntos y el fuerte lazo de amistad que los unía.
Decidieron dejar el tesoro en la cueva, sabiendo que su verdadera riqueza era su amistad. Salieron de la cueva con el corazón lleno de alegría y satisfacción, sabiendo que habían descubierto algo mucho más valioso que el oro y las joyas.
En su camino de regreso a casa, continuaron explorando y disfrutando de la belleza de la selva. Cada uno de ellos se sintió agradecido por tener amigos tan maravillosos y por las aventuras que aún les esperaban.
Cuando finalmente llegaron al claro, se sentaron juntos y recordaron los momentos más emocionantes de su búsqueda del tesoro. La Serpiente, el Elefante, Viviña, la Jirafa y la Mariquita rieron y disfrutaron de la compañía del otro, sabiendo que siempre estarían juntos, sin importar qué nuevas aventuras les deparara el futuro.
Desde ese día, los cinco amigos siguieron explorando la selva, enfrentando desafíos y descubriendo nuevos secretos. Pero siempre recordaron la lección que aprendieron en la cueva: el verdadero tesoro era su amistad y las aventuras que compartían.
Así, en la selva verde y frondosa, la Serpiente, el Elefante, Viviña, la Jirafa y la Mariquita vivieron felices, siempre listos para la próxima gran aventura que la vida les ofreciera.
Fin
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.