Cuentos de Animales

Leo, Monito y Zebra: Amigos en la selva

Lectura para 1 año

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez, en el corazón de la selva verde y frondosa, un tigre llamado Leo. Leo era un tigre muy especial, con rayas anaranjadas y negras que brillaban bajo el sol. Aunque era grande y fuerte, Leo era un tigre muy amable y generoso. Siempre le gustaba ayudar a sus amigos y pasar las tardes jugando con ellos.

Los mejores amigos de Leo eran Monito, un pequeño mono de pelaje marrón, y Zebra, una cebra con rayas blancas y negras que siempre estaba de buen humor. Los tres amigos pasaban todos los días juntos en la selva, buscando frutas y riendo mientras corrían entre los árboles.

Un día, mientras el sol brillaba en lo alto del cielo, Leo, Monito y Zebra decidieron explorar un rincón de la selva que nunca antes habían visitado.

—¡Vamos a buscar la fruta más dulce de toda la selva! —dijo Leo con entusiasmo.

—¡Sí, y también podríamos encontrar un lugar para trepar árboles! —gritó Monito mientras saltaba de una rama a otra.

—¡A mí me encanta correr por la hierba alta! —añadió Zebra con una gran sonrisa.

Así que los tres amigos comenzaron su aventura. Caminaron, corrieron y treparon por la selva, hasta que llegaron a un lugar donde los árboles eran muy altos y las frutas colgaban de las ramas como si fueran caramelos gigantes.

—¡Miren todas esas frutas! —dijo Zebra, relamiéndose.

Leo, siendo el más alto y fuerte, estiró sus patas y sacudió las ramas para que las frutas cayeran al suelo. Monito rápidamente recogió las frutas y se las pasó a Zebra.

—¡Qué ricas! —dijo Monito, comiendo una banana—. ¡Esto es lo mejor de explorar la selva!

Los tres amigos se sentaron bajo un árbol grande, disfrutando de su deliciosa merienda mientras las hojas se mecían suavemente con la brisa. Era un día perfecto en la selva.

—¿Saben? —dijo Leo después de un rato—. Lo mejor de todo no es solo encontrar frutas o correr entre los árboles. Lo mejor de todo es que estamos juntos, como siempre.

Monito y Zebra asintieron. Sabían que Leo tenía razón. No importaba dónde estuvieran o qué hicieran, lo más importante era que siempre se ayudaban y se cuidaban.

Después de descansar, decidieron continuar su exploración. Monito encontró un árbol altísimo y se trepó hasta la copa, donde podía ver toda la selva desde arriba. Zebra corría por el suelo, saltando entre los arbustos, y Leo caminaba tranquilamente, asegurándose de que todos estuvieran bien.

De repente, Monito vio algo interesante desde lo alto del árbol.

—¡Leo, Zebra! —gritó desde arriba—. ¡Hay un río más adelante! ¡Parece un buen lugar para nadar!

—¡Vamos a ver! —respondió Leo, y los tres amigos corrieron hacia el río.

Cuando llegaron, vieron que el agua era clara y fresca. Sin pensarlo dos veces, Monito saltó al agua, salpicando a todos. Zebra rió y corrió alrededor del río mientras Leo observaba, feliz de ver a sus amigos tan contentos.

Pasaron la tarde jugando en el agua y descansando en la orilla. El sol empezó a bajar, y el cielo se llenó de colores naranjas y rosados.

—Hoy fue un día perfecto —dijo Zebra, sacudiéndose el agua de sus rayas.

—Sí, y lo mejor de todo es que siempre estamos juntos —dijo Monito, dándole un abrazo a Leo.

Leo, Monito y Zebra sabían que, sin importar a dónde fueran o qué aventuras vivieran, siempre se tendrían el uno al otro. Y así, con el corazón lleno de alegría, los tres amigos regresaron a su hogar en la selva, listos para más aventuras al día siguiente.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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