Cuentos de Animales

Lolis Regresa a Casa: Un Viaje de Amor y Perdición entre Hermanas

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Lolis, Andrea y Madisson eran tres hermanas que vivían en un pequeño pueblo rodeado de bosques y colinas. Desde pequeñas, habían sido inseparables, compartiendo risas, juegos y muchas aventuras. Cada tarde, después de terminar sus tareas, las tres salían a explorar el mágico bosque que se extendía detrás de su casa. Sin embargo, a veces, las cosas no salían como esperaban y se metían en problemas.

Un día, mientras exploraban, encontraron una cueva oscura y misteriosa. Tenía un aire de misterio que las atraía, pero también un poco de miedo. «¿Entramos?» preguntó Andrea, la mayor. «Podría ser la aventura más emocionante de nuestra vida», agregó con una sonrisa. «No sé, creo que deberíamos quedarnos afuera», respondió Madisson, un poco asustada. «Vamos, no seamos gallinas», dijo Lolis, con su típica valentía.

Finalmente, decidieron entrar, y cada paso que daban dentro de la cueva amplificaba el eco de sus voces. Dentro, encontraron piedras brillantes y extrañas criaturas que parecían ser parte de un sueño. Sin embargo, al adentrarse más, se dieron cuenta de que el lugar era más profundo de lo que parecía y pronto se sintieron perdidas.

«¿Dónde estamos?» preguntó Madisson, con un nudo en la garganta. «Solo necesitamos un poco de calma y pensar en cómo regresar», respondió Andrea, quien intentaba mantener la compostura. Pero, justo cuando estaban a punto de desesperarse, un pequeño ratón apareció ante ellas. Era un ratón de pelaje suave y una mirada astuta. «Soy Tico, el guardián de la cueva», dijo con una voz suave. «¿Qué las trae a este lugar tan lejano?»

Las tres hermanas se miraron entre sí, sin saber si reír o asustarse. «Estamos perdidas», confesó Lolis. «Queremos regresar a casa». Tico se acercó y, tras pensarlo un momento, dijo: «Puedo ayudarlas, pero a cambio deben ayudarme primero. Desde hace mucho tiempo, la cueva está maldita. Un hechizo la hace perder color y alegría. Necesito su ayuda para romperlo».

Andrea frunció el ceño. «¿Y cómo podemos ayudarte nosotros?», preguntó. Tico sonrió y explicó: «Hay tres esferas mágicas escondidas en el bosque. Cada una de ellas tiene un color diferente: rojo, azul y verde. Deben encontrarlas y traerlas de vuelta aquí para que el hechizo se disuelva».

Las hermanas, aunque un poco intimidadas, aceptaron el desafío. Sabían que, en el fondo, la aventura las llenaba de emoción y que, además, querían ayudar a Tico. Así que, después de un rápido vistazo a la cueva, se despidieron de él y se adentraron nuevamente al bosque, animadas por la idea de encontrar las esferas.

El primer lugar donde decidieron buscar fue cerca del río. Allí, el agua corría cristalina y fresca. “Alguien debe haber visto la esfera roja aquí,” comentó Lolis. Juntas, comenzaron a explorar las orillas, moviendo piedras y mirando entre los arbustos. De repente, Andrea gritó: “¡Miren! ¡Ahí!”

En una de las rocas, rodeada de musgo, encontraron la esfera roja. Tenía un brillo intenso y parecía vibrar con la energía del lugar. “¡Lo logramos!” exclamó Madisson, emocionada. “Ahora tenemos que encontrar las otras dos”. Con la esfera roja segura entre sus manos, decidieron seguir su camino hacia el centro del bosque, donde creían que podrían encontrar la esfera azul.

Mientras caminaban, se encontraron con un grupo de animales. Había conejos, ardillas y hasta un ciervo, todos mirándolas curiosamente. “¿Por qué están tan emocionadas?” preguntó una ardilla llamada Chip. “Buscamos la esfera azul”, respondió Lolis. “¿Puede ayudarnos?”

“Tal vez, si nos cuentan un poco más sobre eso”, dijo Chip, mientras miraba a sus amigos animales que le hicieron coraje. Las hermanas comenzaron a relatarles su misión. Al final, todos decidieron ayudar. “¡Vamos! Si nos dividimos, será más fácil encontrarla”, sugirió el ciervo. Así que un grupo de conejos fue a buscar en la parte baja, mientras el ciervo y la ardilla treparon por los árboles, buscando desde arriba.

Después de un buen rato de búsqueda, una de las conejas salió corriendo. “¡La hemos encontrado, la hemos encontrado!” gritaba. En su pequeño hocico traía la esfera azul, que brillaba con luz propia. Las hermanas se abrazaron emocionadas. “¡Dos de tres!” gritó Lolis, llena de alegría. Ahora solo quedaba la esfera verde.

Siguiendo la dirección que les marcaron los animales, se adentraron en una parte del bosque más densa, donde los árboles eran altos y frondosos. Había muchas sombras y el aire era más fresco. Allí, Madisson dijo: “Siento que estamos cerca. Solo necesitamos seguir buscando”.

De repente, vieron una luz brillante entre los árboles. Se acercaron lentamente, y allí, en una pequeña colina, estaba la esfera verde, rodeada de flores silvestres que parecían bailar al compás del viento. “¡La tenemos!” gritaron las tres al unísono mientras corrían hacia ella.

Sin embargo, cuando llegaron, se dieron cuenta de que no solo tomarla sería suficiente. Un gran y viejo búho estaba sentado junto a la esfera y dijo: “Para tomar la esfera verde, deben responder a una adivinanza”.

Las hermanas miraron entre sí, un poco asustadas, pero no podían rendirse ahora. El búho habló: “Escuchen atentamente: en la noche me encuentro, difícil de ver, mas cuando sale el sol, me podrán entender. ¿Qué soy?” El silencio se apoderó del lugar mientras las hermanas pensaban con rapidez.

El tiempo pasaba y la presión aumentaba. Finalmente, Lolis rompió el silencio. “¡Es la sombra!” dijo en voz alta. El búho la miró fijamente y luego sonrió. “Correcto. Pueden llevarse la esfera”. Con un suave movimiento de sus alas, el búho levantó la esfera verde y la dejó caer delicadamente en las manos de las hermanas.

“¡Increíble! ¡Lo logramos!”, gritaron todas juntas. Ahora tenían las tres esferas mágicas y, contentas, comenzaron su camino de regreso a la cueva. El camino de vuelta parecía más alegre, como si el bosque celebrara su triunfo.

Cuando llegaron a la cueva, Tico las estaba esperando ansiosamente. “¡¿Lo lograron?!” preguntó con una mezcla de emoción y nervios. Las hermanas mostraron las esferas, que comenzaban a brillar más intensamente. “¡Sí, aquí están!” exclamó Andrea, con los ojos brillantes.

Tico tomó las esferas y en un instante, comenzó a entonar un canto suave y precioso. Las esferas flotaron en el aire, iluminando toda la cueva con colores vivos y relucientes. Con cada nota que cantaba, el ambiente cambiaba, llenándose de alegría y energía.

Después de un rato, Tico sonrió y dijo: “El hechizo ha sido roto. Gracias a su valentía y amor fraternal, la cueva regresa a la vida”. Las hermanas se abrazaron, sintiendo el calor de su unión y la satisfacción de haber ayudado a Tico en su misión.

“Pero ahora es tiempo de que regresen a casa,” dijo Tico señalando la salida de la cueva. “El bosque necesita guardianes como ustedes, quienes aprecian la magia de la naturaleza.” Las hermanas asintieron, comprendiendo que el hogar siempre sería el mejor lugar.

Salieron de la cueva con la luz del sol iluminando sus rostros. De regreso en el pueblo, se dieron cuenta de lo cerca que estaba su casa. Mientras caminaban, compartían historias sobre lo que habían aprendido ese día, lo que les hizo reflexionar sobre la importancia de ayudar a los demás y estar unidas.

Desde ese día, Lolis, Andrea y Madisson sabían que, sea donde sea que la vida las llevara, siempre tendrían unas a otras. Y así, en su pequeño rincón del mundo, cada aventura que vivían juntas se convertía en parte de su historia familiar.

La conclusión de esta maravillosa experiencia fue clara para ellas: el amor entre hermanas y la valentía para enfrentar lo desconocido son más poderosos que cualquier hechizo en el mundo. Al final, siempre regresar a casa, con un corazón lleno de amor y experiencias compartidas, es la mejor aventura que puedan tener.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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