Había una vez una niña llamada Vega. Vega era una niña pequeña y alegre con el cabello corto y castaño. Vivía en una casa muy bonita con su mamá y su papá, que la querían mucho. Vega tenía muchos juguetes y siempre estaba rodeada de amor y cariño. Pero había algo que Vega deseaba más que cualquier otra cosa: una hermanita con quien compartir todos sus juguetes y buenos momentos.
Una noche, mientras Vega se preparaba para dormir, miró por la ventana de su habitación y vio un cielo lleno de estrellas. Las estrellas brillaban como pequeños diamantes en el cielo oscuro. Vega se sentó en su cama, abrazando a su osito de peluche favorito, y miró una estrella que parecía brillar más que las demás.
—Quiero una hermanita —susurró Vega, mirando fijamente a la estrella—. Quiero alguien con quien jugar y compartir todo lo que tengo. Por favor, estrella, haz que mi deseo se haga realidad.
Después de pedir su deseo, Vega cerró los ojos y se quedó dormida, soñando con todas las cosas que haría con su futura hermanita.
Los días pasaron, y Vega seguía pensando en su deseo. A veces, miraba al cielo y le sonreía a la estrella, esperando que su deseo se cumpliera. Aunque no sabía cómo ni cuándo sucedería, Vega sentía en su corazón que algo especial estaba por llegar.
Una mañana, cuando el sol brillaba y los pájaros cantaban, los papás de Vega entraron en su habitación con grandes sonrisas en sus rostros. Vega se despertó, frotándose los ojos, y se sentó en la cama.
—¡Vega, tenemos una sorpresa para ti! —dijo su mamá, sentándose a su lado.
—¿Una sorpresa? —preguntó Vega, emocionada—. ¿Qué es? ¿Qué es?
—Vas a tener una hermanita —anunció su papá, con la voz llena de alegría—. Se llamará Lucía.
Vega no podía creer lo que escuchaba. ¡Su deseo se había hecho realidad! ¡Iba a tener una hermanita! Saltó de la cama y abrazó a sus papás con todas sus fuerzas, sintiéndose más feliz que nunca.
—¡Voy a ser la mejor hermana mayor del mundo! —dijo Vega con una gran sonrisa.
Los días siguientes fueron llenos de emoción mientras la familia se preparaba para la llegada de Lucía. Vega ayudó a decorar la habitación de su hermanita, colocando ositos de peluche y juguetes en los estantes. También eligió un vestido muy bonito para que Lucía lo usara cuando llegara a casa.
Finalmente, llegó el gran día. Los papás de Vega la llevaron al hospital para conocer a su hermanita. Cuando Vega vio a Lucía por primera vez, su corazón se llenó de amor. Lucía era pequeña, con el cabello suave y rubio, y dormía plácidamente en los brazos de su mamá.
—Hola, Lucía —susurró Vega, acercándose con cuidado—. Soy tu hermana mayor. Vamos a jugar mucho juntas.
Con el tiempo, Lucía creció y comenzó a compartir momentos especiales con Vega. Juntas jugaban con los juguetes, reían, y exploraban el jardín de su casa. Vega siempre cuidaba de su hermanita y le enseñaba nuevas cosas cada día. Lucía la miraba con sus ojos brillantes y siempre seguía a Vega a donde fuera.
Una noche, mientras estaban en la cama, Vega miró a la misma estrella que había visto aquella noche cuando pidió su deseo. Se dio cuenta de que su vida era aún más feliz ahora que tenía a Lucía a su lado.
—Gracias, estrella —susurró Vega, sonriendo—. Me has dado el mejor regalo de todos.
Y así, Vega y Lucía siguieron compartiendo sus días llenos de amor y aventuras, sabiendo que siempre tendrían una a la otra. Porque no hay mayor alegría que tener a alguien con quien compartir los momentos más felices de la vida.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.