Había una vez un niño llamado Beni. Beni tenía 4 años y le encantaba el fútbol. Cada día, después de la escuela, corría al parque con su pelota para jugar con sus amigos o con su papá. Pero había algo que hacía a Beni más feliz que cualquier cosa: ver jugar a su equipo favorito.
Un día, su equipo tenía un partido muy importante. Beni estaba tan emocionado que no podía quedarse quieto. Se sentó frente al televisor con su camiseta del equipo, sus zapatillas de deporte y una gorra que su abuelo le había regalado. El estadio en la televisión estaba lleno de gente, y el ruido de los fanáticos cantando era tan fuerte que Beni sentía que estaba allí, en medio del campo.
El partido comenzó, y Beni no podía despegar los ojos de la pantalla. Su equipo jugaba increíblemente bien. Los jugadores corrían rápido, pateaban con fuerza y defendían como campeones. Cada vez que se acercaban al arco contrario, Beni saltaba de su asiento, esperando que marcaran un gol. Finalmente, ¡sucedió! Uno de los delanteros de su equipo marcó un gol increíble, y todo el estadio estalló en aplausos.
Beni también aplaudía con todas sus fuerzas, imaginando que era él quien había anotado el gol. Soñaba con algún día ser un gran futbolista, correr tan rápido como los jugadores de su equipo y marcar goles que todos celebraran. En ese momento, algo mágico ocurrió. Beni sintió un cosquilleo en todo su cuerpo. Miró sus manos y pies, pero todo parecía normal. Sin embargo, se sentía… diferente.
Después del partido, Beni salió al parque con su pelota. Notó que podía correr más rápido que nunca. Sus piernas se movían tan rápido que ni él mismo se lo podía creer. «¡Guau!», gritó mientras daba vueltas alrededor del parque. No solo corría más rápido, sino que también pateaba la pelota con mucha más fuerza. Con un solo toque, la pelota voló hasta el otro lado del campo.
—¡Esto es increíble! —dijo Beni—. ¡Tengo superpoderes!
Decidió que tenía que probar sus nuevas habilidades. Se dirigió al club de fútbol de su barrio, donde jugaban los niños mayores. Beni estaba nervioso, pero sabía que con sus nuevos poderes podría hacer cosas sorprendentes. Al llegar, los niños estaban entrenando, y uno de ellos le dijo:
—¿Quieres jugar con nosotros? Pero eres muy pequeño para este equipo.
Beni sonrió. Sabía que con sus superpoderes podía demostrarles que podía jugar tan bien como ellos, ¡o incluso mejor! Comenzaron a jugar, y pronto todos se dieron cuenta de que Beni era especial. Corría tan rápido que los otros niños apenas podían seguirlo. Su fuerza era increíble: cada vez que pateaba el balón, parecía que iba a atravesar el arco. Y lo mejor de todo, ¡nadie podía quitarle la pelota!
En medio del partido, llegó el momento más esperado. El equipo de Beni tenía una oportunidad perfecta para marcar. El balón llegó a los pies de Beni, quien estaba justo frente al arco. Con una mirada decidida, Beni preparó su pie y pateó con todas sus fuerzas. El balón voló por el aire, pasó por encima del portero y… ¡gol!
Todos los niños corrieron hacia Beni para abrazarlo. No podían creer lo que habían visto. Era como si Beni tuviera poderes mágicos. El entrenador del equipo lo felicitó y le dijo:
—Eres increíble, Beni. ¡Con esos superpoderes, puedes llevarnos a ganar el campeonato!
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.