Cuentos de Aventura

Los Guardianes de la Tierra

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Hace mucho tiempo, en las vastas tierras de Venezuela, existían tres pueblos que, aunque diferentes entre sí, compartían un profundo respeto por la naturaleza y sus espíritus. Los Piaroas, un pueblo indígena que vivía en las selvas profundas; los descendientes de europeos, que llegaron desde tierras lejanas con nuevas ideas y formas de vida; y los africanos subsaharianos, que habían traído con ellos una rica cultura llena de música, historias y fuerza.

En medio de estas culturas, nació una leyenda. Decía que en lo más profundo del bosque había un gran árbol llamado Yavará, el árbol de los espíritus, que contenía la esencia de la Tierra. Se decía que si alguien lograba encontrar el árbol y tocar su corteza, obtendría el poder de proteger todas las tierras y sus habitantes. Pero también advertía que si el árbol caía en las manos equivocadas, el equilibrio del mundo se rompería y la naturaleza sufriría.

Un día, tres jóvenes provenientes de cada uno de estos pueblos decidieron embarcarse en una aventura para encontrar Yavará. Habían escuchado rumores de que una fuerza oscura estaba buscando destruir el árbol para apoderarse de su energía. Estos tres jóvenes, aunque de orígenes diferentes, sabían que debían trabajar juntos para proteger el árbol y el futuro de su tierra.

El primero era Kasha, un joven piaroa que había sido entrenado por los sabios de su tribu. Conocía cada rincón del bosque, cada sonido del viento y el crujir de las hojas. Era ágil, rápido y tenía un vínculo especial con los animales que lo rodeaban.

El segundo era Lucía, una niña de origen europeo que vivía en una pequeña aldea cerca de las montañas. A pesar de su corta edad, ya había demostrado ser valiente y astuta. Sabía cómo resolver problemas con su inteligencia y siempre llevaba consigo un pequeño cuaderno donde anotaba todo lo que aprendía sobre el mundo.

El tercero era Amadou, un descendiente de africanos subsaharianos. Su pueblo tenía una profunda conexión con la música y la tierra, y Amadou podía crear melodías con cualquier cosa que encontrara. Pero no solo era talentoso en la música, también era fuerte y valiente, siempre dispuesto a ayudar a los demás.

Los tres se encontraron en el borde del bosque, donde el sendero hacia Yavará comenzaba. “Sabemos que esta no será una tarea fácil”, dijo Kasha, mirando a sus nuevos amigos. “El bosque está lleno de misterios y trampas, pero si confiamos en nuestras habilidades, podremos superar cualquier desafío”.

Con ese acuerdo, comenzaron su travesía. Mientras caminaban, Kasha les enseñaba a Lucía y Amadou cómo leer los signos del bosque: las huellas de los animales, el canto de los pájaros y los susurros del viento. Lucía, por su parte, ayudaba a resolver acertijos que encontraban grabados en piedras antiguas. Eran mensajes dejados por los ancestros para guiar a quienes eran dignos de encontrar el árbol sagrado. Amadou, en cambio, usaba su música para calmar los espíritus del bosque, que a veces se sentían inquietos por la presencia de extraños.

Después de varios días de viaje, llegaron a una zona oscura del bosque. Allí, las plantas parecían estar enfermas y el aire se sentía pesado. “Estamos cerca del peligro”, susurró Kasha. Sabían que la fuerza oscura estaba cerca. Al avanzar, vieron a un hombre misterioso vestido con ropas negras, intentando talar un enorme árbol. Era Yavará, el árbol de los espíritus.

Sin perder tiempo, los tres amigos idearon un plan. Kasha, con su agilidad, corrió entre los árboles para distraer al hombre. Lucía, utilizando su conocimiento, comenzó a descifrar los símbolos grabados en el suelo alrededor de Yavará. Eran instrucciones para activar una barrera protectora que impediría que cualquiera dañara el árbol. Amadou, mientras tanto, comenzó a tocar una melodía mágica con una flauta que había hecho con una rama del bosque. La música tenía el poder de calmar la energía oscura que envolvía al hombre.

El hombre oscuro, al escuchar la música de Amadou, comenzó a retroceder, como si la melodía estuviera limpiando la maldad dentro de él. Lucía, con su ingenio, activó la barrera protectora justo a tiempo. Una luz brillante envolvió a Yavará, y el hombre desapareció en la oscuridad, derrotado por la valentía y la unión de los tres amigos.

Con el peligro finalmente fuera, Kasha, Lucía y Amadou se acercaron al árbol sagrado. Sabían que no necesitaban tocarlo para obtener su poder. Lo más importante era que habían protegido a Yavará, y con él, la tierra que tanto amaban.

Los tres amigos regresaron a sus pueblos con el corazón lleno de orgullo. Habían demostrado que, a pesar de sus diferencias, podían unirse para hacer el bien y proteger lo que era más valioso: la naturaleza y su conexión con la humanidad. Desde ese día, la leyenda de Kasha, Lucía y Amadou se contó en cada rincón de Venezuela, recordando a todos que el verdadero poder no está en las manos de uno, sino en el trabajo en equipo y en el respeto a la tierra.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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