En un pintoresco rincón de Guatemala, junto al río que serpentea por la aldea de Cobán, se celebraba una fiesta sin igual. Era una noche estrellada y el aire estaba lleno de música y risas. Todos los habitantes del pueblo se habían reunido para celebrar una gran victoria: la protección de su amado río, gracias a los esfuerzos incansables de dos jóvenes valientes, Lia y Milo.
Lia, con sus cabellos rubios y ojos verdes que reflejaban el vigor de la naturaleza, bailaba con la gracia de las hojas mecidas por el viento. Vestida con un traje tradicional de vivos colores, su presencia parecía iluminar la noche. Milo, por su parte, con su cabello castaño y ojos café, emanaba una serenidad contagiosa. En sus manos, la marimba cobraba vida, y cada nota que tocaba era un homenaje al río que tanto amaban.
La historia de cómo llegaron a este momento de júbilo había comenzado un año atrás, cuando se enteraron de los planes para construir una hidroeléctrica que amenazaría la existencia del río, fuente de vida y alegría para la comunidad. Lia y Milo, guiados por un profundo amor a su tierra, decidieron que no podían permitir que eso ocurriera.
Los jóvenes emprendieron un viaje para buscar ayuda y conocimiento. Viajaron a través de montañas y valles, enfrentando retos y aprendiendo de cada experiencia. En cada parada, Lia y Milo recogían historias y estrategias, armando un caso sólido para defender su causa.
Con el tiempo, su determinación se convirtió en un símbolo de resistencia que unió al pueblo entero. Organizaron reuniones, escribieron peticiones y hablaron con cada persona que quisiera escuchar. Su pasión era tan contagiosa que incluso aquellos que inicialmente dudaban, finalmente se sumaron a su lucha.
Finalmente, el día de la audiencia con los responsables del proyecto llegó. Lia y Milo presentaron un informe detallado, no solo destacando la importancia ecológica del río, sino también su significado cultural para la comunidad. Expusieron argumentos legales y científicos, respaldados por expertos y por el clamor popular.
Después de semanas de incertidumbre, la noticia llegó: el proyecto había sido cancelado. El río se salvaría, y con él, la vida y la cultura de su pueblo.
Así que esa noche, bajo un cielo tapizado de estrellas, el pueblo entero celebraba. Las luces de las linternas flotaban suavemente sobre el río, como pequeñas estrellas descendiendo a la tierra. Los niños corrían riendo entre los adultos, y las parejas compartían bailes y promesas al ritmo de la marimba.
Milo dejó la marimba por un momento para unirse a Lia en el centro de la pista improvisada. Tomados de la mano, giraron juntos, riendo y compartiendo la felicidad del momento. Alrededor, el pueblo los aplaudía, agradecidos no solo por la victoria, sino por recordarles el poder de la comunidad y la importancia de proteger su herencia natural.
La fiesta continuó hasta bien entrada la noche, con todos prometiendo siempre recordar y celebrar el día en que el río fue salvado. Lia y Milo, en el centro de todo, sabían que su trabajo no había terminado. Habían ganado una batalla importante, pero la guerra por proteger la naturaleza y su cultura apenas comenzaba.
El río, con sus aguas claras y corrientes alegres, era un recordatorio constante de lo que se podía lograr cuando un pueblo entero se une por una causa justa. Y mientras el río siguiera fluyendo, Lia y Milo seguirían luchando, porque cada río, cada montaña, cada valle merecía ser protegido.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.