Una mañana, Julia se despertó sintiéndose extraña. Algo en su cuerpo se sentía diferente, como si fuera más liviana de lo normal. Se estiró y bostezó, pero cuando intentó levantarse de la cama, notó que sus movimientos eran torpes y rígidos, como si sus brazos y piernas no le obedecieran completamente.
«Esto es raro», murmuró para sí misma.
Decidida a descubrir qué ocurría, Julia se levantó y caminó hacia el espejo que estaba al lado de su cama. Al llegar frente a él, lo que vio hizo que su corazón diera un vuelco. ¡No era ella misma la que estaba en el reflejo, sino una muñeca! Su piel era de porcelana brillante, sus ojos eran grandes y redondos, y sus brazos y piernas estaban articulados como los de una muñeca de juguete.
Julia parpadeó y se frotó los ojos, convencida de que debía estar soñando. Pero cuando volvió a mirar, la muñeca seguía allí, reflejando todos sus movimientos. Trató de levantar el brazo y, efectivamente, lo hizo con la misma rigidez que una muñeca. Todo era real, o al menos eso parecía.
En ese momento, escuchó una pequeña voz detrás de ella.
«¡Mira, mamá! ¡Mira lo que encontré!», dijo una niña. Julia se dio la vuelta, y vio a una niña llamada Emilia, una de las vecinas, que la miraba fijamente con una mezcla de asombro y emoción. Junto a ella estaba su madre, quien observaba a Julia con curiosidad.
«Es una muñeca preciosa», dijo la madre con una sonrisa.
Julia intentó gritar, decirles que no era una muñeca, que seguía siendo ella, una niña normal. Pero cuando abrió la boca, no salió ningún sonido. Era como si su voz se hubiera apagado. Desesperada, intentó moverse, pero sus pasos eran pequeños y torpes, como si estuviera atrapada dentro del cuerpo de una muñeca de verdad.
De repente, el gato de Julia, llamado Karely, apareció en la habitación. Sus ojos se fijaron en Julia con una intensidad que nunca antes había visto. Antes de que pudiera reaccionar, Karely saltó hacia ella, como si la viera como un juguete más.
«¡No, no!», pensó Julia, pero el gato seguía corriendo hacia ella. En el último segundo, Julia cerró los ojos, esperando sentir las garras de Karely en su piel de porcelana. Pero en lugar de eso, sintió un suave golpe y…
De repente, abrió los ojos. Estaba en su cama de nuevo, completamente normal. Su piel no era de porcelana, sus brazos y piernas se movían libremente, y su gato Karely estaba a su lado, ronroneando suavemente. Julia respiró profundamente, aliviada.
«Solo fue un sueño», se dijo a sí misma.
Pero justo cuando comenzaba a calmarse, algo llamó su atención. En la esquina de la habitación, junto al espejo, estaba una pequeña muñeca… con el mismo vestido que Julia había llevado en su sueño, y sus grandes ojos de cristal la miraban fijamente.
Julia sonrió. Quizás no todo había sido un sueño después de todo.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.