Había una vez un niño llamado Ulises, quien vivía con su mamá Yazmin y su papá Nicolás en un pequeño y alegre pueblo. Un día frío de diciembre, su mamá sin dudarlo le dijo a Ulises, “Mañana vamos a tomar un tren muy especial.”
Ulises, lleno de emoción, apenas pudo dormir esa noche, se levantó temprano y se preparó para la aventura. Mientras se vestía, veía desde su ventana, al amanecer, el viejo y hermoso tren de color rojo brillante. Su corazón latía fuerte de emoción sabiendo que iba a ser un viaje mágico.
En el tren, se encontraron con un variado grupo de pasajeros, niños como Ulises, vestidos con sus suéteres de lana de colores navideños. Mamá Yazmin le susurró en el oído «Este es el Tren de la Fantasía Navideña, Ulises». Su papá Nicolás sonrió, acariciando su oscuro cabello despeinado en señal de asentimiento. Durante el viaje, sintieron cómo el tren serpenteaba a través de montañas cubiertas de nieve y bosques de pinos congelados, mientras el viento invernal soplaba de manera juguetona.
Eventualmente, después de lo que pareció una eternidad, el tren se detuvo en una estación rodeada por un pueblo lleno de luces navideñas brillantes. «Es la villa Navideña» susurró mamá Yazmin a un asombrado Ulises.
Las calles del pueblo estaban repletas de casetas decoradas con luces parpadeantes, árboles de Navidad y muñecos de nieve. Y los olores de la navidad flotaban en el aire, chocolate caliente, galletas de jengibre y hojas de acebo. En la plaza central del pueblo, estaba nada más y nada menos que Santa Claus, rodeado de juguetes y sonriendo a todos los niños. Ulises no podía creer lo que veía, Santa, el verdadero Santa estaba frente a él.
Juntos, como familia, recorrieron el maravilloso lugar. Ulises conoció a Santa, quien le prometió el regalo que anhelaba, una pequeña flauta de madera, así como los cuentos de papá Nicolás sobre las melodías mágicas que podía tocar. Mamá Yazmin y papá Nicolás se emocionaron al ver la felicidad en los ojos de su pequeño.
Al final del día, regresaron al mágico tren para volver a casa llevando consigo una flauta, una bolsa llena de dulces y un corazón lleno de gratitud. Esa noche, Ulises se durmió con una sonrisa en su rostro, soñando con el sonido mágico de su nueva flauta.
Así, cada año, la tradición continuó. Con los recuerdos de ese viaje inicial en sus corazones, el viaje en tren se convirtió en una de las partes más esperadas de la Navidad para Ulises.
El tren navideño de la fantasía y su viaje a la villa Navideña mostraron a Ulises que la mayor aventura en la vida está en la alegría que se puede encontrar en las simples tradiciones vividas con aquellos a quienes amamos y adoramos.
Después de esa memorable noche, Ulises guardó la flauta de madera con cariño en un lugar especial. De vez en cuando la tomaba en sus manos, soplaba a través de ella y de la flauta emanaba una dulce melodía que llenaba el hogar con un aire de mágica esperanza.
Pasaron varios días desde su fantástica aventura, pero Ulises no dejaba de hablar de ella. Cada día, con su pequeña flauta en mano y una sonrisa brillante, recordaba el increíble viaje en el tren, las luces resplandecientes del pueblo y el alegre rostro de Santa Claus. Esos recuerdos traían consigo un profundo sentimiento de júbilo a su hogar.
Un día, mientras Ulises jugaba con su flauta, la armoniosa melodía se transformó en un dulce susurro. Sintió un repentino impulso de visitar nuevamente la villa Navideña, el insaciable deseo de volver a vivir la magia de aquella aventura única. Conmovidos por los sentimientos de su hijo, Yazmin y Nicolás decidieron sorprenderle al día siguiente con un viaje especial.
Al día siguiente, anunciaron la noticia: «¡Vamos a visitar la villa navideña de nuevo! Esta vez, no en tren, iremos en carruaje tirado por unos amigables caballos», dijo Nicolás. El rostro de Ulises se iluminó con felicidad. De camino a la villa, con mantas cálidas y termos de chocolate caliente, disfrutaron del encantador paisaje nevado.
Al llegar, de nuevo Santa Claus les esperaba con una sonrisa amable. Ulises corrió hacia él, abrazándolo con entusiasmo. Habló de las maravillosas melodías que tocó con su regalo y le mostró con orgullo cómo la flauta de madera aún conservaba su mágico brillo.
De vuelta a casa, bajo las estrellas centelleantes y el brillo alegre de la luna, cada kilómetro que recorrían reforzaba el maravilloso vínculo que compartían como familia. Su hogar siempre se sintió más caluroso, más radiante después de esas visitas navideñas. Y ellos, llevando ese calor en sus corazones, prometieron siempre celebrar la Navidad juntos, en la mágica villa, llevando alegría y amor a cada rincón de su hogar.
Con el paso del tiempo, Ulises continuó la tradición con sus propios hijos, quienes también experimentaron el maravilloso viaje al pueblo navideño. Y en cada nota que soplaba de la añeja flauta, se recordaba la lección más grande que sus padres habían compartido con él: que la alegría de la Navidad no residía en los regalos bajo el árbol, sino en el amor y el calor que compartían juntos como familia en esas especiales aventuras navideñas.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.