Había una vez, en un cielo lleno de nubes blancas y esponjosas, una pequeña nube llamada Iris. Iris no era como las demás nubes, ella era de un triste color gris. Mientras las otras nubes flotaban felices en el cielo, reflejando los colores del sol, Iris se sentía triste y sola. Quería ser una nube llena de colores y alegría, pero no sabía cómo hacerlo.
Un día, mientras flotaba sobre un parque lleno de niños jugando y riendo, Iris decidió pedirles ayuda. Bajó lentamente hasta quedar cerca de los niños y, con una voz suave y triste, les dijo: «Hola, niños. Soy Iris, una nube gris y triste. Quiero ser de muchos colores como el arco iris, pero no sé cómo. ¿Me podrían ayudar?»
Los niños, sorprendidos pero emocionados por la oportunidad de ayudar, se acercaron a Iris. Una niña llamada Ana, con coletas y un vestido rojo brillante, fue la primera en hablar. «Claro que te ayudaremos, Iris. Juntos encontraremos la manera de llenarte de colores.»
Los niños comenzaron a pensar en cómo podían ayudar a Iris. Un niño llamado Tomás, que siempre llevaba una gorra azul, tuvo una idea. «Podemos usar nuestras pinturas para colorearte,» sugirió. Todos los niños estuvieron de acuerdo y corrieron a buscar sus pinceles y pinturas.
Con mucho cuidado, los niños comenzaron a pintar a Iris. Ana pintó una franja roja, Tomás añadió una azul, y así, cada niño aportó un color diferente. Mientras pintaban, cantaban canciones alegres y reían, llenando el parque de un ambiente festivo. Iris comenzó a sentirse más feliz con cada pincelada de color.
Pero, aunque Iris se veía hermosa con todos esos colores, algo aún faltaba. Sentía que los colores no eran permanentes y que con el tiempo desaparecerían. Los niños notaron la preocupación en los ojos de Iris. «No te preocupes, Iris. Pensaremos en algo más,» dijo Ana con determinación.
Mientras tanto, un sabio anciano que paseaba por el parque vio lo que estaba ocurriendo y se acercó. «He escuchado su problema,» dijo el anciano. «Hay una manera de que Iris se convierta en una nube de colores para siempre. Deben encontrar los colores del arco iris verdadero.»
Los niños escucharon con atención mientras el anciano les explicaba. «En el Bosque Encantado, hay un lugar donde el arco iris toca la tierra. Deben recoger los colores directamente del arco iris y dárselos a Iris.»
Ana, Tomás y los demás niños decidieron emprender la aventura. «¡Vamos al Bosque Encantado!» exclamaron con entusiasmo. Iris, emocionada por la posibilidad de convertirse en una nube de colores para siempre, los siguió flotando.
El camino al Bosque Encantado estaba lleno de sorpresas. Pasaron por campos de flores que cantaban al sol, cruzaron puentes de cristal y vieron animales mágicos. Finalmente, llegaron al lugar donde el arco iris tocaba la tierra. Era un espectáculo maravilloso. Los colores del arco iris brillaban intensamente, creando una luz mágica.
Con mucho cuidado, los niños comenzaron a recoger los colores del arco iris. Ana recogió el rojo, Tomás el azul, y así cada niño recogió un color diferente. Colocaron los colores en pequeños frascos de cristal que el anciano les había dado.
Cuando tuvieron todos los colores, regresaron al parque y llamaron a Iris. «Iris, tenemos los colores del arco iris verdadero,» dijo Ana. «Ahora serás una nube de colores para siempre.» Con mucho cuidado, los niños vertieron los colores del arco iris sobre Iris. Los colores se mezclaron y brillaron intensamente, envolviendo a Iris en una luz mágica.
Poco a poco, el color gris de Iris desapareció y fue reemplazado por los hermosos colores del arco iris. Iris se miró y comenzó a llorar de alegría. «¡Gracias, niños! Gracias por ayudarme a encontrar mis colores. Ahora soy una nube feliz y llena de colores gracias a ustedes.»
Los niños aplaudieron y celebraron con Iris. Sabían que habían hecho algo maravilloso y que su amiga nube siempre recordaría ese día. Desde entonces, Iris flotaba felizmente en el cielo, reflejando los colores del arco iris y llenando de alegría a todos los que la veían.
Y así, en un cielo lleno de nubes, Iris se convirtió en la nube más especial de todas, recordando siempre la bondad y el amor de los niños que la ayudaron a encontrar su verdadera belleza.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.