Había una vez, en una selva muy lejana y verde, un pequeño y curioso ave llamado Ave y su mejor amigo, un grande y fuerte elefante llamado Elefante. A pesar de sus diferencias de tamaño, Ave y Elefante eran inseparables. Les encantaba explorar la selva juntos, descubrir nuevos lugares y hacer nuevos amigos.
Un día, mientras volaban y caminaban por la selva, Ave notó algo brillante entre los árboles. «¡Mira, Elefante! Hay algo que brilla allá», dijo Ave emocionado.
Elefante levantó su trompa y miró en la dirección que Ave señalaba. «¡Tienes razón, Ave! Vamos a ver qué es», respondió Elefante con su voz profunda y amable.
Ave voló rápidamente hacia el brillo, y Elefante lo siguió con pasos fuertes pero cuidadosos para no dañar ninguna planta. Cuando llegaron al lugar, se encontraron con una hermosa cascada que caía sobre un charco cristalino lleno de piedras brillantes. Ave y Elefante nunca habían visto algo tan hermoso.
«¡Wow, Elefante! Esto es increíble», dijo Ave mientras se posaba en una rama cercana para admirar la vista.
«Sí, Ave. Es realmente hermoso. ¿Qué crees que deberíamos hacer?», preguntó Elefante.
Ave pensó por un momento y luego dijo: «Deberíamos recolectar algunas de estas piedras brillantes y llevarlas a nuestro lugar secreto. Serán un gran tesoro».
Elefante estuvo de acuerdo y usó su trompa para recoger algunas de las piedras más brillantes mientras Ave lo ayudaba eligiendo las más bonitas. Con mucho cuidado, llevaron las piedras a su lugar secreto, un rincón escondido de la selva donde guardaban todas sus cosas especiales.
Mientras descansaban después de su aventura, Ave dijo: «Me pregunto de dónde vienen esas piedras brillantes. Tal vez haya un tesoro más grande escondido en algún lugar de la selva».
Elefante sonrió y respondió: «Tal vez, Ave. Mañana podríamos seguir explorando y ver si encontramos algo más emocionante».
Y así, al día siguiente, Ave y Elefante emprendieron otra aventura. Esta vez, decidieron explorar una parte de la selva que nunca antes habían visitado. Mientras caminaban y volaban entre los árboles altos y las plantas exóticas, se encontraron con muchos animales interesantes: una familia de monos juguetones, un perezoso dormilón y una colorida mariposa que siguió a Ave durante un buen rato.
De repente, Ave escuchó un sonido extraño. «¿Escuchaste eso, Elefante?», preguntó Ave.
Elefante detuvo sus pasos y aguzó el oído. «Sí, Ave. Parece que viene de esa dirección», dijo señalando con su trompa hacia un denso matorral.
Con cuidado, Ave y Elefante se acercaron al matorral. Allí, encontraron a un pequeño animal atrapado en una red. Era un cachorro de jaguar que había quedado atrapado mientras exploraba.
«¡Pobrecito! Tenemos que ayudarlo», exclamó Ave.
Elefante usó su trompa para romper la red y liberar al cachorro. El pequeño jaguar estaba muy agradecido y les dio las gracias con un ronroneo suave. «Gracias, amigos. Estaba muy asustado. ¿Cómo puedo agradecerles?», dijo el cachorro de jaguar.
«No necesitas agradecer. Ayudamos porque nos gusta hacer amigos y ayudar a quien lo necesita», respondió Elefante con una sonrisa.
El cachorro de jaguar les contó que había oído hablar de un gran tesoro escondido en la selva, lleno de más piedras brillantes y cosas maravillosas. «Si quieren, puedo llevarlos allí como agradecimiento por salvarme», ofreció el cachorro.
Ave y Elefante aceptaron con entusiasmo y siguieron al cachorro de jaguar a través de la selva. Caminaron durante horas, atravesando ríos y subiendo colinas, hasta que finalmente llegaron a una cueva escondida detrás de una cascada. Dentro de la cueva, encontraron un tesoro impresionante: montones de piedras brillantes, joyas coloridas y objetos antiguos.
«¡Lo encontramos, Elefante! ¡Es un verdadero tesoro!», exclamó Ave con alegría.
Elefante asintió y dijo: «Sí, Ave. Y lo mejor de todo es que lo compartimos con nuevos amigos».
Pasaron el resto del día explorando el tesoro y compartiendo historias con el cachorro de jaguar. Decidieron llevarse solo algunas piedras y joyas, dejando el resto para que otros animales también pudieran disfrutarlo.
Al final del día, Ave y Elefante regresaron a su hogar en la selva, felices y satisfechos con su aventura. Habían descubierto nuevos lugares, hecho nuevos amigos y encontrado un tesoro increíble. Pero lo más importante, habían aprendido que la verdadera riqueza está en la amistad y en ayudar a los demás.
Y así, cada día, Ave y Elefante continuaron explorando la selva juntos, siempre listos para la próxima gran aventura.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.