Era un día normal en la vida de Roberto, un hombre curioso y un poco despistado que adoraba la tecnología. Un día, mientras exploraba un viejo desván, encontró un par de gafas virtuales de edición dulce. Los colores brillantes y los destellos de luz lo atrajeron, así que decidió probarlas. Al ponérselas, sintió un escalofrío de emoción. Pero lo que vio al instante cambió su vida para siempre.
De repente, Roberto fue transportado a un mundo de dulces. Las nubes eran de algodón de azúcar, los ríos de chocolate fluían suavemente y los árboles estaban cubiertos de caramelos de todos los colores. «¡Esto es increíble!», exclamó Roberto, asombrado por la belleza del lugar. Pero pronto se dio cuenta de que algo no estaba bien. A lo lejos, pudo ver que los dulces se estaban desintegrando, y los colores se desvanecían como si la alegría estuviera desapareciendo.
«¿Qué está pasando aquí?», se preguntó Roberto, sintiéndose preocupado. En ese momento, se le acercó un perro muy especial llamado Perro Dulce. Era un perrito juguetón con un pelaje suave como un marshmallow y una gran sonrisa. «¡Hola, Roberto! Soy Perro Dulce. Este mundo está en peligro. Un hechizo malvado ha comenzado a destruir todo lo dulce. Necesitamos tu ayuda para salvarlo».
Roberto se sintió honrado. «¿Cómo puedo ayudar?», preguntó con determinación. Perro Dulce le explicó que para restaurar el mundo de dulces, necesitarían encontrar a la Reina Dulce, que gobernaba el reino y poseía un poder mágico que podía contrarrestar el hechizo. «Debemos apresurarnos, antes de que sea demasiado tarde», dijo Perro Dulce.
Así que Roberto, junto con Perro Dulce, se embarcaron en una aventura épica. Caminaron por un camino de galletas, cruzaron ríos de chocolate y escalaron montañas de helado. En el camino, se encontraron con Knuckles, un valiente y fuerte pequeño animal que tenía una gran habilidad para luchar. «¿Puedo unirme a ustedes?», preguntó Knuckles, con su mirada decidida. «Estoy listo para enfrentar cualquier peligro que se presente».
«¡Claro!», respondió Roberto. «Cuantos más seamos, mejor podremos salvar este mundo». Juntos, los tres amigos continuaron su viaje, enfrentándose a desafíos y obstáculos a lo largo del camino.
Mientras avanzaban, llegaron a un bosque de caramelos donde se encontraron con Mago Dulce, un anciano mago de larga barba blanca que llevaba un bastón de caramelo. «He estado esperando su llegada», dijo Mago Dulce con una voz profunda y mágica. «He sentido el desvanecimiento del mundo dulce. Pero, ¿están seguros de que quieren seguir adelante? Hay peligros en el camino».
«Sí, estamos decididos a ayudar», respondió Roberto. «Debemos encontrar a la Reina Dulce». Mago Dulce asintió y les entregó un mapa antiguo que mostraba el camino hacia el castillo de la reina. «Sigan este mapa y tengan cuidado. Las criaturas de este mundo pueden ser traviesas», advirtió.
Con el mapa en mano, los amigos siguieron avanzando, enfrentándose a diversas pruebas en su camino. En un momento, tuvieron que cruzar un puente de galletas que se desmoronaba. «¡Rápido, sigan el ritmo!», gritó Knuckles, mientras saltaba de un lado a otro, ayudando a Roberto y a Perro Dulce a mantener el equilibrio.
Más adelante, se encontraron con un grupo de criaturas traviesas conocidas como los Gominolas. Estas pequeñas criaturas eran dulces pero también traviesas, y empezaron a jugarles bromas. «¡Atrapa esto!», gritó uno de ellos mientras lanzaba un puñado de chicles en la dirección de Roberto.
Roberto, decidido a no dejarse intimidar, sonrió y se unió a la diversión. «¡Si quieren jugar, yo también!», dijo, lanzando un chicle de vuelta. Los Gominolas se rieron y, al final, se unieron a la causa, mostrando el camino hacia el castillo de la Reina Dulce.
Finalmente, después de un largo día de aventuras, llegaron a la entrada del castillo. Era un lugar grandioso, hecho completamente de dulces y adornos brillantes. Sin embargo, al entrar, se dieron cuenta de que el lugar estaba oscuro y sombrío. La Reina Dulce no estaba en su trono, y una sombra oscura se cernía sobre el castillo.
«¡Rápido, tenemos que encontrarla!», dijo Perro Dulce, temblando de emoción. Comenzaron a buscar por todo el castillo, llamando a la Reina Dulce, hasta que, al final, la encontraron atrapada en un mágico hechizo en la sala del trono.
«¿Quiénes son ustedes?», preguntó la reina con voz débil. «¿Por qué están aquí?». Roberto dio un paso adelante y explicó todo lo que había pasado. «Vinimos a ayudarte. El mundo de dulces está en peligro y necesitamos tu poder para salvarlo».
La Reina Dulce miró a Roberto con gratitud. «Si logran romper el hechizo que me ha aprisionado, yo podré restaurar el equilibrio del mundo de dulces». Pero había un problema: el hechizo estaba protegido por tres pruebas que debían superar.
La primera prueba era un acertijo. Mago Dulce, con su sabiduría, se encargó de resolverlo, y después de un intercambio de preguntas, lograron salir airosos. La segunda prueba consistía en un desafío de valentía, donde Knuckles tuvo que enfrentarse a una sombra oscura que se manifestaba como sus propios miedos. Con el apoyo de sus amigos, pudo superarlo y siguió adelante.
La tercera y última prueba era la más difícil. Consistía en unir sus fuerzas y trabajar juntos para romper la barrera mágica que mantenía a la reina cautiva. Roberto, Perro Dulce, Knuckles y Mago Dulce se unieron, concentrando toda su energía y amor por el mundo de dulces. Al unírselo, el poder del amor y la amistad fue suficiente para romper el hechizo.
Con un gran destello de luz, la Reina Dulce fue liberada. «¡Lo lograron!», exclamó, llena de alegría. «Gracias, valientes amigos. Ahora puedo restaurar la magia y el sabor en nuestro mundo». Con un movimiento de su mano, la reina conjuró un hechizo que hizo florecer el mundo de dulces nuevamente, llenándolo de colores y aromas.
Roberto, Perro Dulce, Knuckles y Mago Dulce miraron a su alrededor, maravillados. El mundo se llenó de luz y dulzura. «¡Lo hicimos!», gritaron todos a la vez. La reina sonrió. «Y como recompensa, les otorgaré un deseo a cada uno de ustedes».
Roberto deseó poder volver a visitar el mundo de dulces siempre que quisiera. Perro Dulce pidió que siempre tuviera aventuras emocionantes. Knuckles, por su parte, deseó tener un amigo para siempre. Y Mago Dulce, en su sabiduría, deseó que la magia de los dulces nunca se desvaneciera.
Con los deseos cumplidos, los amigos se despidieron de la Reina Dulce y regresaron a casa. Roberto se quitó las gafas virtuales y, aunque volvió al mundo real, llevaba consigo un trozo del mundo de dulces en su corazón. Aprendió que la aventura, la amistad y la magia siempre estarían con él, sin importar dónde estuviera.
Y así, Roberto y sus amigos continuaron viviendo emocionantes aventuras, recordando siempre que el mundo de dulces estaba solo a un par de gafas de distancia.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.