En el antiguo reino de Eldoria, donde la magia y la valentía convivían como dos caras de la misma moneda, la Orden del Dragón se mantenía firme como protectora del reino. Los caballeros de esta orden eran famosos por su coraje, habilidades en batalla, y lealtad inquebrantable al rey. Entre ellos destacaban Sir Alden, un joven de corazón noble y una voluntad de acero, y su inseparable amiga, Lady Elara, una experta en las artes mágicas y el combate cuerpo a cuerpo. Junto a ellos, Sir Cedric, un caballero experimentado cuya lealtad hacia Alden lo había convertido en su más cercano aliado. El último miembro del grupo era Brann, un ágil y astuto explorador, siempre vigilante con su arco.
Todo en Eldoria había sido paz hasta que un día, el cielo sobre las montañas de fuego se oscureció. Zarkon, el dragón oscuro, un ser temido en leyendas, despertó de su largo sueño. El suelo tembló y las criaturas oscuras comenzaron a surgir de las entrañas de la tierra, bajo el control de Zarkon. El dragón deseaba hacer de Eldoria su dominio, y el pueblo temblaba ante su inminente poder.
El rey, al ver la amenaza, reunió a sus caballeros más valientes y les confió una misión: debían detener a Zarkon a toda costa. Los elegidos fueron Sir Alden, Lady Elara, Sir Cedric y Brann. Sabían que el camino sería largo y peligroso, pero no titubearon. Con valentía, cabalgaron hacia las tierras que Zarkon había devastado.
Los primeros días de su viaje fueron un constante enfrentamiento contra criaturas oscuras: lobos de sombra, espectros que susurraban al viento, y serpientes gigantes que se arrastraban bajo la tierra. Sir Alden, con su armadura reluciente y su espada forjada en los fuegos de Eldoria, lideraba con determinación. Lady Elara, con su varita de cristal, conjuraba hechizos de protección y lanzaba rayos de luz que desvanecían a los espectros. Sir Cedric, con su escudo y lanza, era una fortaleza impenetrable, y Brann, con su arco, eliminaba a los enemigos antes de que pudieran acercarse.
Sin embargo, lo que realmente inquietaba a los caballeros no eran las criaturas, sino el temor que Zarkon podía verter sobre ellos. En lo profundo de sus corazones, cada uno sabía que la verdadera prueba estaba por llegar en la Montaña de Fuego, donde Zarkon esperaba.
El día llegó. Tras cruzar valles desolados y ríos que hervían por el calor del fuego del dragón, la Montaña de Fuego se alzó imponente ante ellos. El aire era sofocante, y el cielo, rojo como el crepúsculo, parecía estar al borde de incendiarse. Los caballeros se prepararon para la batalla final.
Al entrar en la cueva del dragón, un rugido ensordecedor llenó el aire. Zarkon, con sus escamas negras como el carbón y ojos brillando con fuego, se alzó ante ellos. Era una criatura colosal, cada movimiento hacía temblar el suelo. Sir Alden, con su corazón lleno de coraje, dio el primer paso adelante. Con un grito de guerra, levantó su espada y se lanzó contra el dragón. Lady Elara, desde la retaguardia, invocó un escudo protector que envolvió a sus compañeros, mientras Sir Cedric y Brann trataban de flanquear a Zarkon.
La batalla fue feroz. Zarkon lanzaba llamaradas de fuego que iluminaban la cueva, mientras los caballeros se esquivaban y contraatacaban con todo lo que tenían. A pesar de su valentía, sabían que no podían vencer solo con fuerza bruta. Necesitaban una estrategia.
Fue entonces cuando Sir Alden recordó una vieja leyenda que su padre le había contado cuando era niño. Según la leyenda, Zarkon solo podía ser derrotado si se atacaba su corazón, pero para llegar a él, uno debía distraer su mente con un hechizo antiguo, un hechizo que solo los más poderosos magos conocían. Lady Elara lo entendió enseguida y comenzó a recitar las palabras de la antigua magia.
Zarkon, confundido por el hechizo, comenzó a tambalearse. Era el momento. Sir Alden, con una velocidad sorprendente, corrió hacia el dragón y clavó su espada en el pecho de Zarkon. El dragón soltó un grito desgarrador mientras su cuerpo se retorcía en el aire. Las llamas en sus ojos comenzaron a desvanecerse.
Con un último rugido, Zarkon cayó al suelo, derrotado. La cueva, que antes ardía en llamas, se llenó de un silencio profundo. Los caballeros, exhaustos pero victoriosos, se miraron entre ellos. Eldoria estaba a salvo una vez más.
Al regresar al reino, fueron recibidos como héroes. El rey, emocionado y agradecido, les otorgó el mayor honor de la Orden del Dragón, y el pueblo celebró su valentía. Pero en el corazón de Sir Alden, Lady Elara, Sir Cedric y Brann, sabían que su verdadera recompensa era haber protegido su hogar.
Y así, Eldoria volvió a ser un lugar de paz, hasta que la próxima aventura llamara a sus puertas.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.