Era una cálida mañana de verano cuando Oooo, Gogogogog, Puchaina y Puchainita llegaron al campamento de verano. Todos estaban emocionados por las aventuras que les esperaban. Este campamento era famoso por sus increíbles actividades y, especialmente, por el enorme bosque que lo rodeaba. Los cuatro amigos no podían esperar para explorar cada rincón de ese lugar mágico.
El primer día, después de instalar sus tiendas y conocer a sus compañeros de campamento, los niños recibieron una noticia emocionante. Los monitores habían organizado una gran búsqueda del tesoro en el bosque. Los equipos tendrían que encontrar pistas escondidas que los llevarían a un cofre lleno de sorpresas. Oooo, con su energía inagotable, fue el primero en saltar de alegría. Gogogogog, siempre el más curioso, ya estaba pensando en las posibles pistas. Puchaina, con su sonrisa contagiosa, animó a todos a participar, y Puchainita, aunque un poco tímida, no podía esconder su entusiasmo.
Equipados con una brújula, una linterna y una botella de agua, los cuatro amigos se adentraron en el bosque siguiendo la primera pista que encontraron en el campamento: «Busca el árbol más alto y encontrarás la siguiente señal.» Caminaron por senderos cubiertos de hojas y flores, admirando la belleza del bosque. No pasó mucho tiempo antes de que encontraran un roble gigante. Alrededor de su tronco, encontraron una pequeña caja que contenía la siguiente pista: «Sigue el canto del arroyo y llegarás a la cueva escondida.»
Entusiasmados, siguieron el suave murmullo del agua hasta llegar a un arroyo cristalino. Se divirtieron un rato chapoteando y refrescándose, pero no perdieron de vista su objetivo. El arroyo los llevó hasta una colina donde, oculta entre las rocas, encontraron una cueva. La entrada era pequeña, pero suficiente para que pudieran pasar uno a uno. Dentro de la cueva, la luz de sus linternas iluminó las paredes cubiertas de dibujos antiguos y símbolos misteriosos. Encontraron una nueva pista: «Donde las flores brillan, la siguiente pista espera.»
Salieron de la cueva y continuaron su camino hasta llegar a un claro lleno de flores de todos los colores que parecían brillar bajo la luz del sol. En el centro del claro, vieron una estatua de piedra de un animal fantástico, mitad león y mitad águila. A los pies de la estatua, había una caja de madera con la siguiente pista: «En el corazón del bosque, bajo el gran roble, el tesoro te espera.»
La emoción de los amigos crecía a cada paso. Sabían que estaban cerca de su objetivo. Siguieron avanzando, pero pronto se dieron cuenta de que el bosque se volvía más denso y oscuro. Los árboles altos bloqueaban la luz del sol, y el silencio era interrumpido solo por el crujido de sus pasos sobre las hojas secas. Sin embargo, no se dejaron intimidar y continuaron su marcha, guiados por su espíritu aventurero.
De repente, se encontraron en un lugar que no reconocían. Parecía que habían perdido el camino. Gogogogog, revisando la brújula, se dio cuenta de que estaba rota. La aguja giraba sin sentido. Puchaina trató de tranquilizar a sus amigos con su risa contagiosa, pero empezaron a sentir un poco de miedo.
—No nos preocupemos —dijo Oooo—. Juntos encontraremos el camino de regreso. Solo necesitamos pensar con claridad.
Decidieron seguir caminando en línea recta para no dar vueltas en círculos. Mientras avanzaban, encontraron un pequeño animal herido atrapado bajo una rama. Era una ardilla con un pelaje brillante como el oro. Con cuidado, Puchainita levantó la rama y liberó al animalito. La ardilla, agradecida, corrió unos metros y luego se detuvo, mirándolos como si quisiera que la siguieran.
—Quizás nos está mostrando el camino —sugirió Puchainita, y todos estuvieron de acuerdo en seguirla.
La ardilla los guió a través de senderos desconocidos, saltando de rama en rama y siempre asegurándose de que la siguieran. Después de un rato, llegaron a un lugar increíble. Era un claro en el corazón del bosque, con un gran roble en el centro. Bajo el roble, había una caja dorada decorada con piedras preciosas. Habían encontrado el tesoro.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.