En la ciudad de Santiago de Chile, un grupo de cinco jóvenes amigos, Javier, Ailyn, Noelia, Ayko y Janice, vivía una vida relativamente tranquila hasta que un cataclismo cambió sus destinos para siempre. La plaga zombi que había azotado la ciudad los obligó a huir y buscar refugio, armados solo con armas improvisadas y su valentía. La historia de estos valientes adolescentes comenzó en las calles desiertas de su ciudad natal.
El día comenzó como cualquier otro en su colegio. Javier, el más joven del grupo con apenas 11 años, era conocido por su espíritu intrépido. Ailyn, con 12 años, era la mente estratégica del grupo, siempre encontrando soluciones a los problemas más difíciles. Noelia, también de 12, era la más empática y siempre cuidaba de los demás. Ayko, de 13, tenía una fuerza increíble y nunca dudaba en proteger a sus amigos. Janice, con 14 años, era la líder natural, capaz de tomar decisiones rápidas y acertadas bajo presión.
Aquella mañana, las sirenas de emergencia comenzaron a sonar y los anuncios por los altavoces del colegio indicaban que todos debían evacuar de inmediato. Los jóvenes, siguiendo su instinto, se reunieron rápidamente y decidieron escapar juntos. El caos se apoderó del colegio mientras los zombis invadían el edificio, y el grupo, armado con cuchillos y tubos de metal que encontraron en su camino, se abrió paso hasta la salida.
Una vez fuera del colegio, las calles de Santiago se presentaban desoladas y peligrosas. Sabían que debían encontrar un lugar seguro donde resguardarse y planear su próximo movimiento. Tras recorrer varias cuadras, encontraron una fábrica abandonada que parecía ofrecer un refugio temporal. Sin embargo, el tiempo no estaba de su lado, ya que los zombis comenzaban a rodear la fábrica.
Dentro del edificio, la tensión era palpable. Ayko sugirió buscar un vehículo para poder escapar más rápido, pero salir nuevamente significaba enfrentarse a los zombis. Mientras deliberaban, Noelia descubrió una puerta trasera que podría ser su vía de escape, pero alguien debía distraer a los zombis para que el resto pudiera salir sin ser detectado.
Javier, con su habitual valentía, se ofreció voluntario. A pesar de los intentos de sus amigos de disuadirlo, él estaba decidido. Con una bengala en mano, se preparó para ejecutar su plan. «Nos veremos del otro lado», dijo, tratando de infundir coraje en sus amigos. Encendió la bengala y salió corriendo hacia la calle, atrayendo a los zombis lejos de la fábrica.
Desde una distancia segura, Ailyn, Noelia, Ayko y Janice observaron con corazones pesados cómo Javier corría, desapareciendo en medio de la multitud de zombis que lo perseguía. Sus gritos resonaron en el aire mientras los amigos aprovechaban la distracción para escapar por la salida trasera.
Corrían sin detenerse, impulsados por la adrenalina y el deseo de sobrevivir. La ciudad, una vez su hogar, ahora era un campo de batalla. Finalmente, encontraron refugio en una pequeña tienda fortificada. Allí, tomaron un respiro y trataron de asimilar la pérdida de su amigo.
La tristeza se apoderó de ellos, pero también un profundo agradecimiento hacia Javier. Su sacrificio les había dado una oportunidad de sobrevivir, y sabían que no podían desperdiciarla. Janice, con la voz quebrada, dijo: «Javier nos dio la fuerza para seguir. No podemos rendirnos ahora».
Decididos a honrar el valor de su amigo, los cuatro sobrevivientes comenzaron a planear su próximo paso. Sabían que no podían quedarse en la tienda para siempre. Ailyn sugirió buscar una comunidad de sobrevivientes donde pudieran estar más seguros y contribuir a la lucha contra los zombis.
Con el amanecer, el grupo se preparó para partir nuevamente. Cada uno cargaba con el peso de la pérdida, pero también con una nueva determinación. La ciudad de Santiago seguía siendo un lugar peligroso, pero estaban dispuestos a enfrentarlo juntos.
Mientras avanzaban, encontraron más desafíos y peligros, pero también descubrieron que no estaban solos. Otros sobrevivientes se unieron a su causa, inspirados por su valentía y resistencia. El sacrificio de Javier no solo les había salvado la vida, sino que también había encendido una chispa de esperanza en medio de la oscuridad.
La historia de estos jóvenes valientes se extendió entre los sobrevivientes, convirtiéndose en un símbolo de resistencia y coraje. Javier, aunque ausente, seguía presente en cada decisión y acción que tomaban. Su memoria les daba la fuerza para continuar, recordándoles que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay una luz que guía el camino.
Finalmente, tras muchas jornadas de lucha y supervivencia, encontraron una comunidad fortificada donde fueron recibidos con los brazos abiertos. Allí, pudieron descansar y reconstruir sus vidas, sabiendo que el sacrificio de Javier no había sido en vano.
Aunque la tristeza por la pérdida de su amigo nunca desapareció por completo, Ailyn, Noelia, Ayko y Janice encontraron consuelo en la comunidad que ahora llamaban hogar. Cada día, trabajaban juntos para fortalecer su nuevo refugio y ayudar a otros sobrevivientes, llevando consigo el legado de valentía y sacrificio que Javier les había dejado.
Y así, en medio de un mundo devastado por los zombis, estos jóvenes encontraron esperanza y fuerza en la memoria de su amigo, demostrando que incluso en las situaciones más desesperadas, la amistad y el coraje pueden prevalecer.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.