Había una vez un niño llamado Adrián, que vivía en un pequeño pueblo al borde de un gran bosque. Adrián tenía el cabello corto y castaño, y siempre llevaba una camiseta verde y pantalones marrones. Le encantaba explorar y soñar con aventuras fantásticas. Un día, decidió adentrarse en el bosque para descubrir sus secretos.
Caminó por senderos llenos de flores y árboles altos, disfrutando del aire fresco y los sonidos de la naturaleza. Sin darse cuenta, se adentró tanto en el bosque que se perdió. Miró a su alrededor y no reconoció nada. Comenzó a sentir un poco de miedo, pero su curiosidad era más fuerte que su temor.
Mientras caminaba buscando el camino de regreso, escuchó una suave melodía que venía de algún lugar cercano. Siguiendo el sonido, llegó a un claro donde vio a una niña sentada en una roca, cantando. Tenía el cabello largo y negro, y llevaba un vestido rojo. Adrián se acercó con cautela.
«Hola,» dijo Adrián, tratando de no asustarla. «Me llamo Adrián. Estoy perdido. ¿Puedes ayudarme?»
La niña dejó de cantar y le sonrió. «Hola, Adrián. Me llamo Samira. Claro que te ayudaré. Pero antes, ven y conoce a mis amigos.»
Adrián siguió a Samira a través del claro hasta llegar a una pequeña cabaña de paja. Allí, conoció a tres cerditos. «Estos son los Tres Chanchitos,» explicó Samira. «Siempre están aquí, pero últimamente han tenido problemas con un lobo muy malo que los aterroriza.»
Los Tres Chanchitos saludaron a Adrián y le contaron sus problemas con el lobo. «Siempre intenta derribar nuestras casas,» dijo el primer cerdito. «Necesitamos encontrar una forma de detenerlo.»
Adrián, sintiéndose valiente, decidió ayudar a sus nuevos amigos. «Podemos trabajar juntos para detener al lobo,» dijo. «¿Qué podemos hacer para reforzar sus casas?»
El segundo cerdito sugirió usar ladrillos, y el tercero propuso construir una trampa para el lobo. Juntos, comenzaron a trabajar. Adrián y Samira ayudaron a los cerditos a construir una casa de ladrillos y a preparar una trampa ingeniosa.
Mientras trabajaban, el lobo apareció, olfateando el aire. Era grande y menacing, con colmillos afilados y ojos brillantes. «¡Salgan de sus casas, pequeños cerditos!» aulló el lobo. «Voy a derribar sus casas y a comérmelos.»
Los cerditos corrieron a refugiarse en la nueva casa de ladrillos. El lobo sopló y sopló, pero la casa no se movió. «¿Qué es esto?» gruñó el lobo. «¡Una casa que no puedo derribar!»
Adrián y Samira observaron desde un escondite cercano, esperando que el lobo cayera en la trampa. El lobo, furioso, comenzó a escarbar alrededor de la casa, buscando una forma de entrar. Justo cuando estaba a punto de rendirse, pisó un lazo oculto en el suelo. La trampa se activó y el lobo quedó atrapado en una red.
«¡Lo logramos!» gritó el primer cerdito. «Estamos a salvo gracias a ustedes.»
Adrián y Samira salieron de su escondite y se acercaron al lobo atrapado. «Prométenos que nunca volverás a molestar a los Tres Chanchitos,» le dijo Adrián al lobo. «De lo contrario, te dejaremos en esta trampa para siempre.»
El lobo, dándose cuenta de que no tenía escapatoria, prometió no volver a molestar a los cerditos y pidió ser liberado. Adrián y Samira, mostrando compasión, liberaron al lobo, que se alejó rápidamente, desapareciendo en el bosque.
Los Tres Chanchitos estaban agradecidos y organizaron una pequeña fiesta en honor a Adrián y Samira. Comieron deliciosas frutas y pasteles, y bailaron al ritmo de la música que Samira tocaba con su flauta.
«Gracias por ayudarnos,» dijo el segundo cerdito. «Siempre serán nuestros amigos.»
Adrián sonrió. «Fue una aventura increíble. Pero ahora, necesito encontrar el camino de regreso a casa.»
Samira se ofreció a acompañarlo. «Conozco bien el bosque,» dijo. «Te llevaré de vuelta a casa.»
Adrián y Samira caminaron juntos por el bosque, hablando sobre sus sueños y planes para el futuro. Samira le contó sobre otros lugares mágicos en el bosque y las criaturas que los habitaban.
Finalmente, llegaron al borde del bosque. Desde allí, Adrián pudo ver su pueblo a lo lejos. «Gracias, Samira,» dijo. «Nunca olvidaré esta aventura ni a los nuevos amigos que hice.»
Samira le sonrió. «Siempre serás bienvenido en el bosque encantado. Recuerda, la verdadera valentía viene del corazón.»
Adrián regresó a casa con una gran sonrisa en el rostro. Contó a su familia sobre su aventura y los nuevos amigos que había conocido. Sus padres lo escucharon con asombro y orgullo.
Desde ese día, Adrián y Samira se vieron a menudo, explorando juntos el bosque y descubriendo sus secretos. La amistad que nació de aquella aventura se fortaleció con el tiempo, y juntos vivieron muchas más historias emocionantes.
El bosque encantado, con sus misterios y maravillas, se convirtió en un lugar especial para Adrián, un lugar donde siempre encontraría aventuras y amigos leales. Y así, Adrián aprendió que la verdadera magia no solo está en los cuentos, sino también en la amistad, el valor y el corazón de aquellos que se atreven a soñar y explorar.
Fin
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.