Cuentos Clásicos

La Aventura de Esteban y Salma en el Huerto

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez dos pequeños campesinos llamados Esteban y Salma. Vivían en un bonito pueblito rodeado de verdes campos y coloridos huertos. Esteban era un niño con cabello castaño corto y siempre llevaba una gran sonrisa en su rostro. Salma, su mejor amiga, era una niña con cabello largo y negro, siempre dispuesta a ayudar y compartir.

Una mañana soleada, Esteban y Salma decidieron ir al huerto a recoger frutas. Tenían muchas ganas de llevar las frutas al mercado para venderlas y comprar semillas para plantar más árboles frutales. Con sus cestas en mano, se dirigieron al huerto, cantando y riendo por el camino.

El huerto estaba lleno de árboles cargados de frutas de todos los colores. Las manzanas rojas brillaban al sol, las peras verdes colgaban pesadas de las ramas y las naranjas resplandecían como pequeños soles. Esteban y Salma se detuvieron bajo un gran manzano y comenzaron a recoger las manzanas maduras. «Una, dos, tres manzanas,» contó Esteban mientras colocaba las frutas en su cesta.

Luego, se dirigieron al peral. «Vamos a recoger algunas peras, Salma,» dijo Esteban. Salma asintió y comenzaron a recoger las peras más bonitas y maduras. «Una, dos peras,» contó Salma con una sonrisa. Finalmente, se acercaron al naranjo. «Mira, hay una naranja lista para recoger,» dijo Esteban señalando la fruta. Salma estiró su mano y con cuidado recogió la naranja, colocándola en su cesta.

Con las cestas llenas de frutas, Esteban y Salma se sentaron bajo un árbol a descansar. «Hemos recogido tres manzanas, dos peras y una naranja,» dijo Esteban. «Vamos a sumar cuántas frutas tenemos en total.» Salma asintió y juntos empezaron a contar. «Tres manzanas más dos peras son cinco frutas. Y una naranja más son seis frutas en total,» dijo Salma orgullosa de su cálculo.

«¡Perfecto! Tenemos seis frutas para vender en el mercado,» dijo Esteban emocionado. Con entusiasmo, se levantaron y comenzaron a caminar hacia el mercado del pueblo. El camino estaba lleno de flores y mariposas, y los dos amigos no podían dejar de sonreír pensando en lo divertido que sería vender sus frutas y comprar semillas.

Cuando llegaron al mercado, colocaron sus cestas en un pequeño puesto y comenzaron a ofrecer sus frutas a los compradores. «¡Manzanas, peras y naranjas frescas! ¡Vengan y compren!» gritaban con alegría. Pronto, la gente del pueblo se acercó atraída por las sonrisas y la energía de los niños.

Una señora compró las tres manzanas, un señor se llevó las dos peras y una niña pequeña compró la naranja. Esteban y Salma estaban muy contentos de haber vendido todas sus frutas. Con el dinero que ganaron, fueron a la tienda de semillas. «Vamos a comprar semillas de manzana, pera y naranja,» dijo Esteban. Salma asintió y juntos eligieron las mejores semillas.

Con las semillas en sus manos, regresaron al huerto. «Ahora vamos a plantar estas semillas para tener más árboles frutales,» dijo Salma con entusiasmo. Esteban cavó pequeños hoyos en la tierra y Salma colocó una semilla en cada uno. Luego, cubrieron las semillas con tierra y las regaron con cuidado.

«Tenemos que cuidar nuestras semillas para que crezcan fuertes y sanas,» dijo Esteban. «Sí, las regaremos todos los días y les daremos mucho amor,» añadió Salma. Y así, cada día, Esteban y Salma regresaban al huerto para cuidar de sus semillas. Las regaban, quitaban las malas hierbas y se aseguraban de que recibieran suficiente sol.

Pasaron las semanas y las semillas comenzaron a germinar. Pequeños brotes verdes asomaron de la tierra, y Esteban y Salma no podían estar más felices. «Mira, Salma, nuestras semillas están creciendo,» dijo Esteban señalando los brotes. «Sí, pronto tendremos muchos árboles frutales,» respondió Salma con una gran sonrisa.

Los brotes se convirtieron en pequeños árboles y, con el tiempo, en grandes y frondosos árboles frutales. Esteban y Salma trabajaron juntos, cuidando de su huerto con amor y dedicación. Finalmente, los árboles comenzaron a dar frutos, y el huerto se llenó nuevamente de manzanas, peras y naranjas.

«¡Nuestro huerto está lleno de frutas otra vez!» exclamó Esteban emocionado. «Sí, gracias al trabajo en equipo y nuestra amistad, lo logramos,» respondió Salma. Con sus cestas vacías, comenzaron a recoger las frutas maduras, listos para llevarlas al mercado una vez más.

Una vez en el mercado, Esteban y Salma vendieron todas las frutas rápidamente. La gente del pueblo estaba feliz de comprar las deliciosas frutas que los niños habían cultivado con tanto amor. Con el dinero que ganaron, decidieron comprar más semillas y algunas golosinas para celebrar su éxito.

De regreso al huerto, Esteban y Salma se sentaron bajo su árbol favorito y compartieron las golosinas. «Hemos aprendido mucho sobre el trabajo en equipo y la amistad,» dijo Esteban. «Sí, juntos podemos lograr grandes cosas,» añadió Salma.

Y así, Esteban y Salma continuaron cuidando de su huerto, recogiendo frutas y disfrutando de su amistad. Aprendieron que, con trabajo en equipo y dedicación, podían superar cualquier desafío y lograr sus sueños. El huerto se convirtió en un lugar especial donde siempre trabajaban juntos, riendo y disfrutando de cada momento.

El tiempo pasó y el huerto de Esteban y Salma se hizo famoso en el pueblo. La gente venía de todas partes para comprar las frutas más deliciosas y frescas. Los dos amigos nunca dejaron de trabajar juntos, siempre apoyándose y cuidándose mutuamente.

Un día, decidieron organizar una fiesta en el huerto para celebrar su éxito y agradecer a todos los que los habían apoyado. Invitaron a sus amigos, vecinos y familiares, y decoraron el huerto con flores y luces. Prepararon una gran mesa con todas las frutas que habían recogido y muchas golosinas.

La fiesta fue un gran éxito. Todos se divirtieron mucho, disfrutando de las deliciosas frutas y de la compañía de buenos amigos. Esteban y Salma se sintieron muy felices y agradecidos por tener a tantas personas queridas en sus vidas.

Al final de la fiesta, Esteban y Salma se sentaron juntos bajo su árbol favorito, mirando las estrellas. «Hoy ha sido un día muy especial,» dijo Esteban. «Sí, hemos compartido nuestro trabajo y nuestra alegría con todos,» respondió Salma.

Y así, la aventura de Esteban y Salma en el huerto continuó, llena de trabajo, amistad y muchas frutas deliciosas. Aprendieron que la verdadera felicidad está en compartir y trabajar juntos, y siempre recordaron los valores de la amistad y el trabajo en equipo.

Fin

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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