Cuentos Creados Personalizados

La Muñeca del Camino

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Una tarde nublada de otoño, Clara, una joven maestra de primaria, caminaba por un sendero solitario de regreso a su casa después de un largo día de trabajo. Las hojas secas crujían bajo sus pies mientras el viento susurraba entre los árboles desnudos. Clara disfrutaba de la tranquilidad del campo, aunque aquel día, una extraña sensación de inquietud la acompañaba.

Mientras avanzaba por el camino, algo captó su atención. Junto a un viejo tronco caído, medio cubierto de hojas, había una muñeca. Era una muñeca antigua, con un vestido de encaje amarillo y un cabello de lana que alguna vez había sido rubio, pero ahora estaba descolorido y enredado. Lo que más llamó la atención de Clara fueron los ojos de la muñeca: grandes, redondos y demasiado brillantes, como si estuvieran vivos.

Clara se detuvo y miró la muñeca durante unos segundos. Era extraño encontrar algo así en medio de la nada, y su primer impulso fue seguir caminando. Sin embargo, algo en la muñeca la atrajo. Tal vez era la forma en que parecía mirarla, o quizás era la curiosidad natural que siempre había sentido por los objetos antiguos. Sin pensarlo mucho más, Clara recogió la muñeca y la examinó de cerca.

—¿Cómo llegaste aquí? —murmuró para sí misma, como si esperara que la muñeca respondiera.

Por supuesto, la muñeca no dijo nada. Sin embargo, Clara sintió un escalofrío recorrer su espalda, como si el aire se hubiera vuelto repentinamente más frío. Sacudió la cabeza, tratando de alejar la sensación, y decidió llevar la muñeca a casa. Quizás podría limpiarla y ponerla en su salón de clases como decoración. Los niños siempre se emocionaban con las cosas viejas y misteriosas.

Esa noche, después de cenar, Clara colocó la muñeca en una silla en la esquina de su sala de estar. La casa estaba silenciosa, solo el sonido del viento afuera rompía la calma. Clara encendió una lámpara y se sentó en el sofá con un libro, tratando de relajarse. Sin embargo, no podía dejar de mirar de reojo a la muñeca. Había algo en ella que la inquietaba, algo que no podía explicar.

Poco a poco, el sueño la venció, y Clara decidió irse a la cama. Dejó la muñeca en la sala y apagó todas las luces. Subió las escaleras hasta su habitación, pero justo antes de cerrar la puerta, le pareció escuchar un ligero crujido proveniente del piso de abajo. Pensó que quizás había sido el viento o la casa asentándose, así que decidió ignorarlo.

Esa noche, Clara tuvo un sueño extraño. Soñó que estaba en su sala, pero la muñeca no estaba en la silla. En su lugar, estaba de pie en medio de la habitación, mirándola fijamente. La muñeca comenzó a moverse, lentamente al principio, pero luego más rápido, acercándose a ella con pasos rígidos y torpes. Clara trató de gritar, pero su voz no salía. Justo cuando la muñeca estaba a punto de tocarla, Clara despertó, jadeando y cubierta de sudor frío.

—Solo fue un sueño —se dijo a sí misma, tratando de calmarse.

Sin embargo, cuando bajó al día siguiente, encontró la muñeca en el suelo, a unos metros de la silla. Clara sintió un nudo en el estómago. ¿Había caído sola? ¿O alguien la había movido? Trató de convencerse de que la muñeca había resbalado, tal vez por el viento que se había colado por una ventana entreabierta.

Durante los días siguientes, cosas extrañas comenzaron a suceder en la casa. Clara notaba que la muñeca no estaba donde la había dejado, o que las luces parpadeaban cuando pasaba cerca de ella. Una noche, mientras preparaba la cena, escuchó un suave susurro que parecía provenir de la sala. Cuando fue a investigar, encontró la muñeca sentada en el sofá, mirando directamente hacia la puerta de la cocina.

Clara comenzaba a sentirse incómoda en su propia casa. Decidió que quizás lo mejor sería deshacerse de la muñeca, así que la guardó en una caja y la llevó al ático. Sin embargo, esa misma noche, escuchó ruidos en el techo, como si algo estuviera arañando las paredes. Trató de ignorarlo, pero los ruidos persistieron hasta que, finalmente, Clara decidió bajar la muñeca y dejarla en la sala nuevamente.

A medida que pasaban los días, Clara se fue volviendo más y más paranoica. Sentía que la muñeca la observaba, y sus sueños se volvían cada vez más perturbadores. En uno de ellos, la muñeca le susurraba al oído cosas que no podía entender, pero que la llenaban de una sensación de pavor indescriptible.

En la escuela, Clara intentaba mantener la calma, pero sus alumnos notaron que algo andaba mal. La maestra, que siempre había sido alegre y llena de energía, ahora parecía distraída y nerviosa. Una tarde, mientras los niños estaban en el recreo, Clara escuchó que uno de ellos hablaba sobre una muñeca antigua que había visto en la tienda del pueblo.

—Esa muñeca es mala, lo sé porque mi abuela me lo dijo —decía el niño con voz temblorosa—. Dijo que una vez perteneció a una bruja y que tiene un hechizo para atrapar almas.

Clara sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al escuchar esas palabras. ¿Podría ser posible que la muñeca que había encontrado fuera la misma de la que hablaba el niño? Decidió que esa noche investigaría más sobre la muñeca.

Esa misma tarde, después de terminar las clases, Clara se dirigió a la tienda del pueblo. Era una tienda antigua, llena de objetos viejos y polvorientos. El dueño, un hombre mayor con gafas gruesas, la saludó con una sonrisa.

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarte? —preguntó amablemente.

Clara dudó un momento antes de hablar.

—He oído hablar de una muñeca antigua que dicen que es… mala —dijo con cautela—. ¿Sabes algo al respecto?

El hombre frunció el ceño y se ajustó las gafas.

—Ah, sí. La muñeca de la bruja —respondió en voz baja—. Es una vieja historia del pueblo. Hace mucho tiempo, una mujer que vivía en el bosque fue acusada de brujería. La gente decía que tenía una muñeca que usaba para hacer hechizos oscuros. Cuando la mujer fue atrapada, quemaron su casa, pero la muñeca desapareció. Algunos dicen que la muñeca aún existe y que trae mala suerte a quien la encuentre.

Clara sintió que el corazón se le aceleraba.

—¿Qué pasa si alguien encuentra esa muñeca? —preguntó con preocupación.

El hombre la miró con seriedad.

—Dicen que la muñeca puede influir en la mente de quien la posee. Puede causar pesadillas, hacer que las cosas se muevan solas, y en algunos casos, puede hacer que la persona pierda la cordura.

Clara salió de la tienda sintiéndose más aterrada que nunca. Sabía que tenía que deshacerse de la muñeca antes de que las cosas empeoraran, pero no sabía cómo hacerlo sin que algo malo sucediera.

Esa noche, Clara decidió enfrentarse a la muñeca. Tomó un trozo de cuerda y la ató alrededor de la muñeca, decidida a llevarla al bosque y enterrarla lejos de su casa. Con la muñeca envuelta en una manta, salió de la casa y se dirigió al bosque cercano.

El viento soplaba con fuerza, haciendo que las ramas de los árboles crujieran y se movieran como si intentaran atraparla. Clara caminó rápidamente, sin mirar atrás, hasta que encontró un claro en el bosque. Allí, comenzó a cavar un hoyo en la tierra húmeda.

Sin embargo, justo cuando estaba a punto de enterrar la muñeca, escuchó un susurro a su espalda. Se dio la vuelta rápidamente, pero no vio a nadie. El corazón le latía con fuerza, y por un momento pensó en abandonar el plan. Pero sabía que debía hacerlo.

Colocó la muñeca en el hoyo y comenzó a cubrirla con tierra. Pero mientras lo hacía, la tierra comenzó a temblar ligeramente, y una risa escalofriante llenó el aire. Clara retrocedió, aterrorizada, mientras la muñeca parecía emerger del suelo por sí sola.

En un acto desesperado, Clara arrojó la cuerda alrededor de la muñeca y la ató a un gran árbol. La risa cesó de inmediato, y el bosque quedó en un silencio sepulcral. Clara, jadeando por el esfuerzo y el miedo, se dio cuenta de que la muñeca había quedado inmóvil, como si hubiera perdido su poder.

Con el corazón aún latiendo con fuerza, Clara se alejó del lugar, sin atreverse a mirar atrás. Corrió de regreso a su casa y, por primera vez en días, sintió que el peso en su pecho comenzaba a aligerarse.

Esa noche, por primera vez desde que encontró la muñeca, Clara durmió profundamente, sin sueños perturbadores, sin ruidos extraños. A la mañana siguiente, el sol brillaba con fuerza, y el aire tenía una frescura que no había sentido en mucho tiempo.

Clara decidió no contarle a nadie lo que había sucedido en el bosque. Sabía que algunos podrían no creerle, y otros podrían asustarse. Solo ella sabía lo que había enfrentado y cómo había logrado librarse de la muñeca maldita.

Con el tiempo, la vida de Clara volvió a la normalidad. Continuó enseñando a sus alumnos con la misma dedicación de siempre, y el recuerdo de la muñeca fue desvaneciéndose poco a poco. Sin embargo, cada vez que pasaba cerca del bosque, sentía un escalofrío recorrer su cuerpo y apresuraba el paso.

A pesar de todo, Clara aprendió una valiosa lección: algunas cosas no deben ser recogidas del camino, y algunos misterios es mejor dejarlos sin resolver.

Fin del cuento.

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