Cuentos de Fantasía

Claudieta y el Viaje al Paraíso Terrenal

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Claudieta era una niña muy curiosa y soñadora. Siempre le había gustado explorar lugares nuevos, y un día, su madre la llevó a un museo lleno de obras de arte. Cuando entraron, Claudieta se emocionó al ver tantas pinturas coloridas y hermosas. Sin embargo, había una que la cautivó más que las demás: era el famoso cuadro «El Paraíso Terrenal» de Brueghel el Joven.

El cuadro mostraba un mundo lleno de vida, donde árboles frondosos y flores de todos los colores brotaban en un paisaje mágico. Había animales corriendo, personas riendo y un cielo azul que parecía sonreír. Claudieta se acercó, maravillada.

—¡Mira, mamá! —exclamó—. ¡Es tan hermoso! Quiero estar allí.

Su madre sonrió y le explicó que la pintura era solo una representación, una ventana a la imaginación. Pero Claudieta no podía dejar de mirar. Algo en el cuadro la llamaba, como si estuviera susurrándole secretos.

Sin pensarlo dos veces, extendió su mano hacia el lienzo. En ese momento, una luz brillante la envolvió, y antes de que se diera cuenta, fue transportada dentro del cuadro.

—¡Wow! —gritó Claudieta, mientras miraba a su alrededor. Estaba en un mundo vibrante, exactamente como el que había visto en la pintura.

El aire era fresco, y podía oír el canto de los pájaros. El cielo era de un azul intenso, y todo a su alrededor parecía brillar. Claudieta saltó de alegría y comenzó a explorar. Caminó entre los árboles, tocando las hojas verdes y sintiendo la suave hierba bajo sus pies.

De repente, vio a un grupo de niños jugando a la orilla de un río de aguas cristalinas. Se acercó y los saludó.

—¡Hola! Soy Claudieta —dijo con una gran sonrisa.

Los niños la miraron sorprendidos. Uno de ellos, con una camiseta amarilla, le respondió:

—¡Hola, Claudieta! Soy Tomás. ¡Bienvenida al Paraíso Terrenal!

Claudieta sintió una oleada de felicidad al conocer nuevos amigos. Juntos, corrieron y jugaron. Claudieta se unió a un juego en el que tenían que atrapar mariposas brillantes que volaban por el aire. Las mariposas eran de colores increíbles, y cuando las tocaban, dejaban un rastro de polvo brillante que iluminaba el camino.

Mientras jugaban, Claudieta se dio cuenta de que el mundo era aún más mágico de lo que había imaginado. Había un festival en el pueblo cercano, y todos estaban preparando un gran banquete. Los árboles estaban decorados con cintas de colores y faroles que iluminaban el atardecer.

—¿Podemos ir al festival? —preguntó Claudieta, emocionada.

—¡Sí! —gritaron los niños, corriendo hacia el pueblo.

Cuando llegaron, el festival estaba en pleno apogeo. La música llenaba el aire, y todos bailaban y reían. Claudieta se unió a ellos, riendo y disfrutando de la alegría que la rodeaba. Había tantos deliciosos platillos que no podía resistir la tentación de probarlos todos. Comió frutas frescas y pasteles de miel que hacían que su estómago sonara de felicidad.

Mientras bailaban y celebraban, Claudieta sintió que su corazón se llenaba de amor y felicidad. Era un lugar donde no existía el miedo ni la tristeza. Todo era perfecto. Sin embargo, en el fondo de su corazón, sabía que tenía que regresar a casa.

—Chicos —dijo, deteniéndose un momento—. Esto es maravilloso, pero debo regresar a mi mundo.

Los niños la miraron con tristeza.

—¿Por qué? —preguntó Tomás, frunciendo el ceño—. Aquí es donde se siente la verdadera felicidad.

—Lo sé —respondió Claudieta—, pero mi mamá me está buscando. No puedo quedarme para siempre.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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