Era un soleado día en el pequeño pueblo de Jardíndeluz, un lugar donde los ríos brillaban como espejos y los árboles hablaban en susurros alegres. Allí vivía María, una niña de ocho años con una risa contagiosa y una energía inagotable. Todos los días, María repartía su tiempo entre la escuela, jugar con sus amigos y ayudar a su madre en el huerto. En el mismo pueblo vivía Pedro, su mejor amigo, que era un poco más tímido y le encantaba leer libros de aventuras.
Un día, mientras María jugaba en el parque, Pedro llegó corriendo, con un libro bajo el brazo. «¡María, María! ¡Tienes que leer esto!», exclamó emocionado. «Es una historia sobre un héroe que debe enfrentar un gran desafío». María se acercó curiosa y le preguntó de qué se trataba la historia. «Es sobre un niño que debe elegir entre comer chucherías deliciosas que le dan energía temporal, o comida sana que lo hará más fuerte y saludable a largo plazo», explicó Pedro, mientras ambos se sentaban en un banco.
María pensó en lo que Pedro dijo. Siempre había tenido un gusto especial por las chucherías. «¿Y qué eligió al final?», preguntó. «No lo sé», dijo Pedro, «pero creo que esa decisión es muy importante, ¿no crees?».
Mientras hablaban, un brillo inusual captó su atención. Era una pequeña puerta dorada que apareció entre las raíces de un gigantesco árbol, el más antiguo del parque. La puerta parecía pulsar con una luz suave, casi mágica. María, intrépida como siempre, se levantó. «Vamos a ver qué hay», dijo con una mezcla de emoción y curiosidad, mientras Pedro se llenaba de un poco de inquietud.
Ambos se acercaron a la puerta y, antes de que Pedro pudiera decir algo más, María empujó suavemente y la puerta se abrió. Un aire fresco y perfumado emanó de aquel umbral. Adentrándose por la puerta, encontraron un mundo fantástico lleno de colores vibrantes y criaturas asombrosas.
Mientras exploraban este nuevo territorio, descubrieron que el suelo estaba cubierto de chucherías de todo tipo: dulces, gomitas, y chocolates que parecían brillar con luz propia. «¡Mira todo esto!», exclamó María. «Este lugar es como un paraíso de golosinas». Sin embargo, en una esquina del campo de chucherías, vieron una gran mesa repleta de frutas, verduras y otros alimentos saludables que también parecía brillar con un resplandor especial.
Sin poder resistirse, María comenzó a llenarse los bolsillos con chucherías, mientras Pedro se sentía un poco incómodo viendo tanto dulce. «No deberíamos comer demasiado de esto», advirtió. «Recuerda el libro, las chucherías son ricas, pero no son lo mejor para nosotros».
Justo en ese instante, apareció un cuarto personaje, un pequeño dragón llamado Dimi, que parecía batir sus alas nerviosamente. «¡Hola! Soy Dimi, el guardián de este lugar», anunció, haciendo una reverencia. «Aquí se pueden encontrar chucherías mágicas, pero deben tener mucho cuidado. Demasiado dulce puede hacer que pierdan su energía, y se volverán muy pesados y lentos».
María, con los ojos brillantes, puso un pie en el campo de chucherías. «¡Pero son tan deliciosas!», exclamó. «¿Y si solo pruebo un poco?», dijo mientras levantaba un caramelo que relucía.
Pedro miró a Dimi para buscar alguna respuesta. «Pero también hay un poder en la comida sana», intervino Dimi. «La comida saludable te hace más fuerte, más ágil y mejora tus capacidades. La magia del lugar funciona con la decisión que tomen. ¿Quieren experimentar los efectos de ambos tipos de comida?».
María asintió, completamente emocionada, y decidió que intentaría sacar lo mejor de los dos mundos. «Empecemos con un poco de chucherías y luego comeremos de la mesa de la comida sana», dijo con la esperanza de convencer a Pedro. Sin embargo, Pedro no estaba tan seguro. «No lo sé, María. Tal vez deberíamos empezar con la comida sana. Solo por si acaso», dijo, sintiéndose un poco presionado.
«¡Vamos!», llamó María. «Luego tenemos tiempo para comer ensaladas. Solo un dulce, ¿sí?». Pedro, finalmente, no pudo resistir la energía de su amiga y se unió a ella.
Los dos comenzaron a disfrutar de las chucherías, saltando y riendo en aquel universo fantástico. Pero, después de unos minutos, algo extraño sucedió. María comenzó a sentir un pesado hormigueo en su cuerpo, y no podía dejar de comer. “¡No puedo parar!”, gritó mientras su energía comenzó a desaparecer. Por otro lado, Pedro empezó a sentirse algo mareado. Al mirar a su alrededor, le dio cuenta de que todas las chucherías que había comido estaban acumulándose en su estómago.
«¡Dimi! ¡Ayúdanos!», gritó Pedro, visiblemente preocupado. «No me encuentro bien». El pequeño dragón, que había estado observando en silencio, se acercó rápido. «Lo que viven en este mundo son la consecuencia de sus decisiones», dijo con seriedad. «Demasiada chuchería les dará un empacho mágico que les hará perder su energía. Pero hay un antídoto en la mesa de comida sana, que los hará sentir mejor».
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.