Cuentos de Fantasía

La Gran Aventura de la Vitamina C

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez un jardín mágico llamado Frutilandia, donde vivían las frutas más simpáticas del mundo. En este lugar, todas las frutas sabían que tenían una misión muy importante: dar energía y salud a los habitantes del reino. Pero de todas las frutas, había cuatro que se destacaban por su poder especial: La Naranja, El Kiwi, La Fresa y El Limón. Estas frutas no solo eran deliciosas, sino que también tenían un ingrediente mágico que las hacía muy especiales: la vitamina C.

Un día, algo extraño empezó a suceder en Frutilandia. Los animales y plantas del reino comenzaron a sentirse cansados y sin energía. Las flores no crecían como antes, los animales no tenían fuerzas para jugar, y hasta el sol parecía menos brillante.

—¿Qué está pasando? —preguntó La Fresa, preocupada mientras miraba a su alrededor.

—No lo sé —respondió El Kiwi—, pero necesitamos averiguar qué está causando este problema.

La Naranja, siempre optimista, pensó por un momento y dijo:

—¡Creo que sé lo que sucede! Falta vitamina C en Frutilandia. Todos los habitantes necesitan nuestra ayuda.

El Limón, que siempre pensaba con lógica, asintió.

—La vitamina C es importante para mantener la energía y la salud. Si falta en el reino, los habitantes se debilitan. Tenemos que actuar rápido.

Los cuatro amigos decidieron embarcarse en una aventura para llevar la vitamina C a todos los rincones de Frutilandia. Sabían que tenían un gran trabajo por delante, pero estaban listos para la misión.

Primero, llegaron a la casa de los pajaritos. Los pequeños pájaros, que solían volar alto y cantar alegremente, estaban quietos en sus nidos, sin ganas de moverse.

—¡No se preocupen, pajaritos! —dijo La Naranja, con su sonrisa radiante—. Aquí traemos vitamina C para que recuperen su energía.

La Naranja, con su piel brillante y jugosa, ofreció un poco de su jugo a los pajaritos, y en cuanto lo bebieron, los pájaros comenzaron a batir sus alas nuevamente y a cantar como antes. ¡Estaban llenos de vida otra vez!

—¡Funcionó! —exclamó El Kiwi—. La vitamina C está haciendo su magia.

Luego, los amigos se dirigieron a la parte del jardín donde las flores estaban marchitas. Normalmente, las flores eran coloridas y llenas de vida, pero ese día estaban tristes y caídas.

—Déjame a mí —dijo El Limón, con su cara seria pero determinada.

Con cuidado, El Limón roció un poco de su jugo ácido sobre las flores. Poco a poco, las flores comenzaron a levantarse y a brillar con colores vibrantes. Pronto, el jardín estaba lleno de vida nuevamente.

—La vitamina C está salvando el día —dijo La Fresa, saltando de alegría—. ¡Pero aún no hemos terminado!

El último lugar que visitaron fue el estanque, donde vivían los peces y las ranas. Los animales acuáticos se movían lentamente y parecían muy cansados. La Fresa, con su energía juguetona, decidió ayudarlos.

—¡Aquí vengo! —dijo La Fresa, saltando al borde del estanque—. ¡Un poquito de vitamina C para mis amigos del agua!

La Fresa ofreció un poco de su jugo a los peces y a las ranas, y en un instante, todos los animales acuáticos recuperaron su fuerza. Los peces nadaban rápido de un lado a otro, y las ranas croaban alegremente.

—¡Lo logramos! —dijo La Naranja, feliz de ver cómo todo volvía a la normalidad.

Gracias a La Naranja, El Kiwi, La Fresa y El Limón, Frutilandia recuperó su energía y salud. Todos los habitantes del reino comprendieron la importancia de la vitamina C, no solo para mantenerse fuertes, sino también para estar felices y llenos de vida.

Los cuatro amigos se abrazaron, sabiendo que habían cumplido su misión.

—Siempre estaremos aquí para ayudar a quien lo necesite —dijo El Limón, con una sonrisa.

—Sí, porque juntos somos más fuertes —añadió El Kiwi.

Y así, en el colorido reino de Frutilandia, todos vivieron felices y saludables, recordando siempre que la vitamina C es el mejor aliado para mantenerse llenos de energía.

FIN.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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